21 nov. 2024

Fracaso docente, o el colapso del sistema educativo paraguayo

Todos los años, al discutirse el presupuesto de Educación o ante los aplazos masivos como los que se vieron en las recientes evaluaciones para acceder al Banco de Datos de Docentes del Ministerio de Educación y Ciencias vuelve al tapete la preocupación y la crítica por la calidad de la formación de los maestros.

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Al centrarse en castigar a los “pobres infelices”, se oculta una realidad más profunda: un sistema educativo incapaz de cumplir con su propósito formativo.

Foto: Renato Delgado.

Por Cristian Andino
Docente, Filósofo e Investigador

En El coloquio de los perros, obra maestra de Miguel de Cervantes, los perros Berganza y Cipión reflexionan sobre sus experiencias de vida mientras estaban bajo el cuidado de diferentes amos. En uno de esos relatos, Berganza cuenta las veces que fue golpeado injustamente cuando trabajaba cuidando un rebaño de ovejas y no lograba cumplir con las expectativas de su amo, cuando en realidad la negligencia en los cuidados del rebaño era de los propios pastores. Los perros encarnan la injusticia que sufren aquellos que, pese a hacer lo que está en sus manos, son castigados por fallas que no les pertenecen. Esta metáfora cervantina es sorprendentemente actual y ha sido utilizada antes para graficar la educación pública paraguaya, donde los docentes, al igual que Berganza y Cipión, son constantemente castigados y vilipendiados por sectores de la prensa, por legisladores, empresarios, padres de familia y ciudadanía en general, sin un cuestionamiento más profundo a la organización del sistema educativo que no les da las herramientas materiales ni intelectuales necesarias para cumplir con su labor.

Todos los años, al discutirse el presupuesto de Educación o ante los aplazos masivos como los que se vieron en las recientes evaluaciones para acceder al Banco de Datos de Docentes Elegibles (BDDE del Ministerio de Educación y Ciencias [MEC]), en sus cuatro operativos que terminaron esta semana —luego de la escandalosa suspensión del examen nacional de julio pasado— vuelve al tapete la preocupación —y sobre todo, la crítica— por la calidad de la formación de los maestros y la conclusión general es siempre la misma: “No se puede pagar más a profesionales mediocres”. Como los perros que eran golpeados por no cumplir su tarea en el campo, los docentes paraguayos son constantemente culpabilizados y señalados como los únicos responsables de una crisis educativa que, en realidad, es el resultado de años de desatención, corrupción y políticas clientelares.

Al centrarse en castigar a los “pobres infelices”, se oculta una realidad más profunda: un sistema educativo que no forma, que no innova y que reproduce las mismas fallas estructurales año tras año. Así, los docentes, en lugar de ser apoyados y formados adecuadamente, son convertidos en chivos expiatorios de un sistema que los abandona a su suerte.

Pero en lugar de analizar estructuralmente el problema, lo único que se logra ver es un sinfín de maestras y maestros que se rasgan las vestiduras en su papel de víctimas. Y ciertamente lo son. Son víctimas de un sistema clientelar perverso que no siempre se critica en su conjunto. Claro, es más fácil dar golpes al “burro” y no al dueño que hace burradas, permanentemente. ¿De dónde salimos los docentes? ¿Quién o quiénes nos forman o deforman? Nuestra calidad o mediocridad es fruto de un sistema educativo que debe ser revisado en su conjunto, desde la designación de los sucesivos ministros hasta el acceso, permanencia y promoción de todos los niveles educativos.

No nos engañemos, la mayoría de los cargos más apetecibles del MEC están ocupados por “profesionales” de dudosa idoneidad y que están allí gracias a un sistema clientelar, pues son esos mismos “burros” y “burras” las que hacen ganar elecciones a los mismos políticos de siempre, porque, “por extraña coincidencia, los coordinadores y coordinadoras departamentales y sus supervisores son todos colorados”, como afirmaba hace unos años un mediático ministro de Educación.

Por otro lado, en la medida en que los salarios docentes no sean los más apetecibles, el magisterio será siempre la última opción de los mejores egresados de la secundaria cada año.

Prebendas y clientelismo: Vicios del sistema hegemónico

No es ninguna novedad afirmar que el sistema educativo en Paraguay ha llegado a un punto crítico y las recientes evaluaciones para integrar el Banco de Datos de Docentes Elegibles del MEC son solo una prueba más de ello.

La manera en que se enfocaron estas pruebas marcó una diferencia fundamental con los exámenes anteriores, ya que los ítems se enfocaron en la interpretación y análisis de casos, de datos y gráficos en lugar de la simple memorización de leyes, reglamentos, resoluciones y manuales, lo que de por sí significó un avance positivo en la manera de evaluar capacidades. No obstante, el fracaso generalizado ha puesto aún más en tela de juicio la calidad de los procesos de formación de los docentes en Paraguay y el papel de los Institutos de Formación Docente (IFD) privados y públicos de donde proceden la mayoría de los profesores del país.

Si hiciéramos la pregunta a cualquier grupo de estudiantes que está terminando hoy la secundaria sobre quiénes quieren ser docentes en Paraguay, probablemente la respuesta que obtengamos sea nula, y quienes terminen optando por esta profesión sean aquellos que, por diversas circunstancias, no pudieron seguir una carrera universitaria inicial, lo que refleja la falta de incentivos para atraer a las mejores mentes hacia la carrera docente.

La mayoría de los jóvenes ven esta profesión como una de las últimas opciones debido a los bajos salarios, las precarias condiciones laborales y la limitada movilidad profesional que se refleja en las posiciones rezagadas en términos de calidad educativa del país en los índices de medición internacional, como las pruebas PISA de 2018 y 2022 que ubica al país en los últimos lugares en comprensión lectora y matemáticas, lo que demuestra que el problema es mucho más amplio que la sola mediocridad docente (como quieren dejar ver muchos sesudos analistas) y apunta a una crisis sistémica.

Para abordarlo enteramente es necesario examinar primeramente el nivel de inversión del Estado en educación, que no pasa de unos 3,6% del PIB desde hace años. Un porcentaje que apenas supera el 1% invertido durante toda la dictadura de Alfredo Stroessner y que sigue muy por debajo del mínimo del 7% recomendado por la Unesco para garantizar cierta calidad educativa. Esta insuficiente inversión repercute directamente en la infraestructura de escuelas que se caen a pedazos, en salarios docentes poco apetecibles y en recursos pedagógicos insuficientes, factores claves para el éxito de cualquier sistema educativo.

También es importante preguntarse, al mismo tiempo, sobre los planes de estudio en los que se forman los futuros docentes. ¿Quiénes los capacitan? ¿Cómo está la implementación de competencias claves, como el pensamiento crítico, la capacidad analítica o la pedagogía socioconstructivista de la que hace 30 años venimos hablando?

Es que no hay constructivismo posible frente a un sistema prebendario y clientelar que inficiona todas las esferas sociales y el sector educativo no es la excepción. El partido hegemónico en el poder durante más de siete décadas ha utilizado la educación pública como una plataforma para afianzar su influencia política, lo cual socava la siempre sospechosa “meritocracia” y perpetúa la ineficiencia, estableciendo barreras que impiden el progreso y la profesionalización del sector educativo.

El eterno problema de la comprensión lectora

“Siete de cada diez estudiantes paraguayos no entienden lo que leen”, nos dicen los resultados de las últimas pruebas PISA. La deficiencia en comprensión lectora es una de las mayores debilidades de nuestro sistema educativo. Esta problemática no solo afecta a los estudiantes, sino sobre todo a los docentes. Las recientes pruebas del MEC, que se centraban en la interpretación de casos, puso en evidencia esta carencia, con lo cual, hoy podemos decir con la misma verdad —a la luz de los últimos datos que muestran que el 75% de los postulantes no lograron pasar el examen para el BDDE— que siete de cada diez profesores, recién egresados en su mayoría, tampoco entienden lo que leen, lo que nos lleva a considerar que, a pesar de los tímidos esfuerzos por reformar la formación docente, las medidas implementadas hasta ahora han sido insuficientes y cosméticos.

De la reforma a la transformación

Otro problema visible de la educación en Paraguay es la inestabilidad política que atraviesa el MEC. El cargo de ministro de Educación se cambió más 20 de veces, en 35 años de democracia. De los últimos 20 ministros que pasaron por la cartera en la era democrática, solo tres fueron mujeres. Horacio Galeano Perrone es el que más veces ocupó el cargo, no excediendo en ninguno de ellos los dos años (1991-1992, 1993, 2008-2009; 2012-2013), cuestión que se repite en 11 casos más. Solo cuatro de ellos pudieron pasar la barrera de los dos años: Nicanor Duarte Frutos (1993-1997 y 1999-2001); Blanca Ovelar (2002-2007); Luis Alberto Riart (2009-2011) y Martha Lafuente (2013-2016).

Este ciclo de rotación ministerial genera una falta de continuidad en los planes educativos, lo que afecta la implementación de reformas, tales como el proyecto de Transformación Educativa que desde el 2017 en adelante ha tenido más detractores que defensores, todo porque parte de un enfoque de derechos y este país se ha caracterizado siempre por mostrar un miedo irracional a la posibilidad de diseñar políticas públicas que garanticen el cumplimiento de derechos sin exclusión en correspondencia con el Estado social de derechos que nos rige, según nuestra Carta Magna de 1992. En ese sentido, las políticas educativas, en lugar de avanzar, quedan truncadas debido a la ausencia de una visión a largo plazo y al constante cambio de liderazgo, aún bajo el mismo signo político. En palabras de Rivarola (2006), “el sistema educativo paraguayo ha quedado atrapado en un círculo vicioso de reformas a medias y promesas incumplidas”.

A su vez, el MEC es la institución estatal que cuenta con mayor cantidad de funcionarios. Entre administrativos, contratados y docentes se presume que mantendría más de 90.000 empleados. ¿Cuántos de ellos son idóneos para el cargo? ¿Cuántos de ellos son planilleros u operadores políticos en un país que destina el 49,5% de su gasto público y el 69% de todos sus impuestos a pagos de salarios de funcionarios públicos, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)? Son algunos datos y algunas preguntas con los que podríamos iniciar un debate serio, toda vez que queramos asumir las consecuencias.

¿Nos preocupa, entonces, mejorar la calidad educativa como nación o lo que en el fondo se quiere siempre es perpetuar la mediocridad y el statu quo permanente, desviando todos los años el tema de fondo?

Hasta que no se aborden estas cuestiones de manera honesta e integral, los docentes y estudiantes seguirán siendo víctimas de un sistema que perpetúa la mediocridad, la corrupción y la pobreza generalizada de la población.

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