21 sept. 2024

Francia, López y Estigarribia bajo el signo de setiembre: Vidas y muertes que forjaron una nación

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Angel Piccinini

Dicen que el infortunio se enamoró de Paraguay, pero yo diría que setiembre también lo hizo, dejando su huella indeleble en la historia de nuestra nación. Este noveno mes del año ha sido escenario de victorias, derrotas devastadoras y pérdidas irreparables que han moldeado la identidad paraguaya.
En el fragor de las batallas, setiembre nos ha regalado triunfos que elevan el espíritu nacional.

Las victorias en Curupayty (22/09/1866) y Boquerón (29/09/1932) resuenan como recordatorios de la valentía paraguaya en las dos grandes guerras que hemos enfrentado. Sin embargo, el mismo mes también ha sido escenario de derrotas que aún hoy calan hondo en nuestro orgullo, como las de Uruguayana (18/09/1865) y Curuzú (03/09/1866.

El cielo paraguayo también fue testigo de hazañas en este mes. El 05/09/1922, el primer combate aéreo de Sudamérica tuvo lugar durante la Revolución, escribiendo un capítulo único en la historia de la aviación americana.

Pero no todo es guerra en este mes. Setiembre también ha dejado su marca en nuestra cultura. Nos trajo a Natalicio de María Talavera (08/09/1839), considerado el primer poeta nacional, enriqueciendo nuestro acervo literario. Por otro lado, se llevó a figuras emblemáticas de nuestra música como Luis Alberto del Paraná (15/09/1974) y Emiliano R. Fernández (15/09/1949), dejando un vacío en el corazón de los paraguayos. Incluso la naturaleza parece querer sumarse a la importancia de setiembre en nuestra tierra, hasta un terremoto ha sacudido nuestro suelo en este mes (06/09/1859), como si quisiera recordarnos que hasta lo sucesos poco frecuentes puede suceder en Paraguay durante setiembre.

Setiembre parece conspirar contra nuestros líderes, donde hombres colosales que marcaron un antes y un después en nuestro devenir. El Dr. Francia, con su férrea mano, Carlos Antonio López, con su visión modernizadora, José Félix Estigarribia, con su liderazgo en tiempos de guerra, y un poco conocido Candido Bareiro (04/09/1880) son nombres que perduran en la memoria colectiva y todos ellos compartieron un mismo destino: dejar este mundo mientras guiaban los destinos de la nación.

En este artículo, nos proponemos traer a la luz los pormenores de los últimos momentos de vida de tres líderes

José Gaspar Rodríguez de Francia
Los últimos días del Supremo Dictador fueron tan sombríos como su régimen. Desde el 17 de setiembre, Francia se negaba a hablar o a recibir ayuda, incluso para las necesidades más básicas. Su médico personal, el Dr. Estigarribia, y una vieja sirvienta eran los únicos testigos de su declive.

Francia rechazó vehementemente cualquier asistencia espiritual. Cuando Estigarribia sugirió la presencia de un sacerdote, el dictador moribundo se negó rotundamente. Este rechazo posiblemente reflejaba su compleja y turbulenta relación con la Iglesia, marcada por años de persecución al clero y confiscación de propiedades eclesiásticas.

El domingo 20 de setiembre de 1840 amaneció como un día que cambiaría la historia del Paraguay. Alrededor de las 6 o 7 de la mañana, Francia tuvo un breve momento de lucidez. Preguntó a Estigarribia si estaba mejor o peor, a lo que el médico, temeroso, respondió que la enfermedad no tenía remedio.

En sus últimas horas, el otrora poderoso dictador yacía solo, acompañado únicamente por su médico, la sirvienta, y su perro Sultán. No había familia que llorara su partida ni amigos que ofrecieran consuelo.

El hombre que una vez gobernó a todo un pueblo con su mirada, ahora enfrentaba sus últimos momentos en soledad.

Alrededor de las 09:00 de la mañana, Francia perdió el uso del habla. Durante la siguiente hora, el Dr. Estigarribia luchó internamente con la decisión de anunciar la inminente muerte del dictador, temeroso de las posibles consecuencias si Francia, por algún milagro, se recuperara.

Finalmente, a las 10:00 de la mañana del 20 de setiembre de 1840, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador del Paraguay, exhaló su último aliento, tenía 74 años. En ese momento, solo el médico y la sirvienta estaban presentes, arrodillados en oración junto a su lecho.

Aunque no podemos afirmar con certeza que la gota fue la causa directa de la muerte de Francia, es muy probable que haya sido un factor contribuyente importante. La inflamación crónica causada por la gota puede aumentar el riesgo de desarrollar otras enfermedades, como enfermedades cardiovasculares y renales, que pueden ser fatales.

Carlos Antonio López
Don Carlos Antonio López vivió sus últimos días en medio de una batalla contra una grave enfermedad. El relato de sus momentos finales nos ofrece una visión íntima de los padecimientos del líder paraguayo y de la atención médica de la época.

El 21 de agosto de 1862 marca el inicio del boletín médico del Dr. William Stewart, médico escocés que atendió a Don Carlos en sus últimos días. Ese día, a las 05:00, el doctor fue llamado a la casa presidencial, donde encontró a Don Carlos en un estado delicado tras una noche difícil debido a problemas para orinar. El uso de un catéter le permitió finalmente conciliar el sueño.

Los días siguientes se caracterizaron por una serie de altibajos en la salud de Don Carlos. El insomnio, la necesidad frecuente de orinar y el uso del catéter se volvieron constantes. El médico era requerido a todas horas, atendiendo a un paciente que alternaba entre momentos de aparente mejoría y otros de evidente deterioro.

A partir del 5 de setiembre, la situación empeoró notablemente. Don Carlos comenzó a hablar con cierta incoherencia, sus fuerzas disminuían visiblemente y se negaba a tomar los medicamentos prescritos.

El 9 de setiembre, en la mañana, se produjo lo que se conoce como “la mejoría de la muerte”: Don Carlos durmió y hasta logró orinar un poco de forma natural. Sin embargo, esta mejoría fue efímera. Pocas horas después, cayó en un estado de síncope. Se le administró brandy con huevo batido, lo que le permitió recuperar el habla momentáneamente.

Los doctores Stewart y Skinner, presentes en ese momento, coincidieron en que Don Carlos tenía solo horas de vida. El Dr. Vicente Estigarribia, quien había sido médico del Dr. Francia, sugirió que el caso se había complicado con un ataque de fiebre amarilla.

A las dos de la madrugada del 10 de setiembre, el deán de la Catedral, padre Teodoro Escobar, le administró la extrema unción y le aplicó la indulgencia plenaria pro artículo mortis.

Don Carlos, fiel a sus convicciones, respondió: “Yo, Carlos Antonio López he sido fiel católico apostólico romano, y espero vivir y morir siéndolo”.

Tras pronunciar estas palabras y después de dar un sabio consejo a su hijo Francisco Solano, Don Carlos guardó silencio. Poco después, entró en movimientos levemente convulsos y exhaló su último suspiro a las 03:15 de la madrugada. Según el Dr. Stewart, Don Carlos tenía 69 años al momento de su muerte.

Basándose en los informes del Dr. Stewart, del Dr. Skinner y en la opinión de urólogos modernos, se cree que Don Carlos padecía una grave enfermedad de la próstata, probablemente cáncer, que fue tratada con los métodos disponibles en la época.

José Félix Estigarribia
Aquel fatídico 7 de setiembre de 1940, a las 10:45 de la mañana, el presidente Estigarribia llegó a la Base Aérea de Ñu Guazu acompañado por su esposa, Julia Miranda Cueto, y el edecán Militar Mayor Raúl Fernández Decamelli. Su intención era viajar a San Bernardino, como solían hacer los fines de semana.

Sin embargo, el avión que normalmente utilizaban, un Breda 44 con capacidad para 6 pasajeros y 2 tripulantes, no estaba disponible. El Capitán de Fragata Víctor Urbieta Rojas, director nacional de Aviación Militar, informó al presidente que debían esperar 40 minutos.

Impaciente por partir, el presidente Estigarribia insistió en viajar en cualquier medio disponible. Se le ofrecieron dos aviones Breda Ba 25 de entrenamiento, pero esta opción fue rechazada ya que la pareja presidencial no quería viajar en aviones separados.

Finalmente, se decidió utilizar un veterano Potez XXV, un biplaza que había servido en la Guerra del Chaco. Aunque originalmente destinado a la Comisión de Límites y equipado para fotografía aérea, el avión fue rápidamente adaptado para el viaje presidencial.

El Potez XXV despegó de Ñu Guazú a las 11:10, piloteado por el experimentado capitán Carmelo Peralta, veterano de combates aéreos en el Chaco. El presidente y su esposa viajaban juntos en el amplio asiento del observador.

Después de casi dos horas sin noticias del avión, cundió la alarma. La policía de San Bernardino informó que ningún aparato había aterrizado en la zona. Cuando se preparaban aviones de búsqueda, llegó un telegrama desde Altos, en el Departamento de Cordillera: El avión presidencial se había estrellado.

El Capitán Enrique Dentice, en un avión del Correo Militar Brasilero, sobrevoló la zona del siniestro y confirmó la tragedia. El Potez estaba completamente destrozado a orillas de un cañadón, cerca de un arroyo. No había sobrevivientes. El presidente y su esposa fueron encontrados abrazados en el compartimiento del observador, mientras el piloto yacía en su cabina. El mandatario tenía 52 años de edad.

Una Comisión Investigadora descartó la posibilidad de un atentado y determinó que el accidente se debió a una falla mecánica. El cigüeñal de la hélice se quebró y se desprendió, impactando contra el plano inferior del ala y destrozándola. El avión se inclinó hacia la derecha antes de caer en picada.

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