“Recortar recursos para la sanidad es un atentado contra la humanidad”, dijo el papa Francisco en una audiencia con los dirigentes de la Confederación Federsanitá, que reúne a las autoridades sanitarias locales y de los hospitales y centros médicos, además a representantes de la Asociación de Municipios Italianos.
“La pandemia nos ha enseñado que el ‘sálvese quien pueda’ se traduce rápidamente en ‘todos contra todos’, ampliando la brecha de las desigualdades y aumentando los conflictos. En cambio, tenemos que trabajar para que todo el mundo tenga acceso a la asistencia, para que se apoye y promueva el sistema sanitario y para que siga siendo gratuito”, aseguró.
Francisco agradeció el “compromiso” de los dirigentes sanitarios locales, que “contribuye a mantener la relación entre el centro y la periferia, entre los pequeños y los grandes, tejiendo relaciones y promoviendo la integración social y el bienestar”.
En ese contexto, les propuso tres “antídotos” en su labor: “La proximidad, la integridad y el bien común”.
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“Ver en el paciente otro yo (...) nos anima a reconocernos como hermanos, independientemente de la lengua, el origen geográfico, la condición social o el estado de salud, ya sea en las personas que encontramos en las salas de los hospitales, en las residencias de ancianos, en los ambulatorios (...) garantizando que no haya pacientes de clase A y B, poner en circulación energías y recursos para que nadie quede excluido de la atención social y sanitaria”, dijo respecto al primero.
Además, “debemos repensar el concepto de salud desde una perspectiva integral, abarcando todas las dimensiones de la persona” porque “tratar a un enfermo significa considerar no solo su patología, sino su sicológica, social, cultural y espiritual”.
“Una visión holística de la atención ayuda a contrarrestar la ‘cultura de rechazo’, que excluye a quienes, por diversas razones, no cumplen determinadas normas. En una sociedad que corre el riesgo de ver a los enfermos como una carga, un coste, es necesario volver a poner en el centro lo que no tiene precio, no se puede comprar ni vender, es decir, la dignidad de la persona”, afirmó.
El tercer antídoto es el bien común “como remedio a la búsqueda de intereses creados” ya que “incluso en el ámbito de la salud, es frecuente la tentación de dejar que las ventajas económicas o políticas de unos pocos grupos prevalezcan a costa de la mayoría. Y esto también es cierto en el ámbito de las relaciones internacionales”, concluyó.