Por Andrés Colmán Gutiérrez | @andrescolman
El pintoresco detalle de dos carteles de tráfico entrelazados, que unían en una encrucijada vial los nombres del Mariscal López y Madame Lynch, fue percibido por el fotógrafo Gustavo Pereira, más conocido por su nombre artístico Zenoura
“Hay parejas destinadas a estar juntas para siempre. Bienvenido febrero, mes del amor”, escribió Zenoura sobre la foto que compartió en las redes sociales, generando todo tipo de reacciones acerca de una de las parejas sentimentales más emblemáticas del Paraguay.
La anécdota visual permite indagar una vez más en una de las más legendarias historias de amor, tan idealizada o escarnecida, al igual que sus protagonistas.
Contacto en París
Se sabe que fue en París, en 1853, pero no hay datos concretos sobre el momento y las circunstancias en que se conocieron el general ministro Francisco Solano López -hijo del entonces presidente paraguayo Carlos Antonio López-, y la irlandesa Elizabeth Alicia Lynch, quien se había casado a los 16 años con el médico militar francés Xavier Quatrefages, pero de quien en esa fecha ella estaba separada y vivía en la capital francesa.
Francisco había viajado a Europa en junio de 1853, al mando de una expedición diplomática y comercial. Para ese entonces, al hijo mayor del presidente López ya se le conocían varias amantes en el Paraguay y con dos de ellas ya había engendrado hijos: Un varón y una niña con Juanita Pesoa (a quien conoció siendo aún casi adolescente en Yabebyry) y una niña con Rosita Carreras.
“De cómo y dónde Francisco conoce a Elisa no se sabe. Tampoco sobre qué hacía ella antes de conocerlo, en qué trabajaba y con quién vivía. La primera acusación que se le hace es el haber sido una mujer que se movía en las altas esferas, buscando ser amante de un hombre rico”, narra la historiadora paraguaya Ana Barreto Valinotti, en su libro Elisa Alicia Lynch.
López paseaba por los altos círculos europeos ostentando dinero y poder, procedente de un extraño y exótico país americano, apunta la historiadora. Era imposible que no fuera considerado un buen partido.
Lynch, por su parte, por el hecho de haber estado casada, vivía una vida libre e independiente, al menos sexualmente, lo cual era poco habitual en las mujeres de la época.
Probablemente fue esa independencia la que atrajo a Francisco. "Él la tomó así como era: linda y libre. En los primeros días de abril de 1854 ella ya era parte de la comitiva paraguaya y se trasladaba a todos lados, como la ‘enamorada’ del ministro López. Fueron a Roma, España, Inglaterra”, apunta Ana Barreto.
Viaje al Paraguay
Los compañeros de Francisco Solano López (su hermano Benigno, Juan Andrés Gelly, Juan Brizuela, Vicente Barrios, entre otros) creían que su entusiasmo por aquella hermosa irlandesa iba a ser solamente una aventura sentimental pasajera, de las muchas que le habían conocido al joven y fogoso militar.
Pero no fue así. López se mostraba muy apasionado y, cuando llegó el momento de que la expedición regresara al Paraguay, Francisco comunicó que quería llevarse a Elisa con él a su país. En ese momento, ella ya estaba embarazada de su primer hijo varón.
La noticia causó molestias en los demás miembros de la expedición, sobre todo en Benigno López, quien intentó cuestionar a su hermano mayor. Más aun, cuando Francisco pagó 10.000 pesos al marido de Elisa, Xavier Quatrefages, para que le concediera una separación de hecho, aunque no un divorcio.
Aun sabiendo la oposición que iba a encontrar en Paraguay, por parte de sus propios padres y familiares, Francisco se empeñó en traer a Elisa.
El 10 de noviembre de 1854 ella se embarcó en Bordeaux, rumbo a Buenos Aires, donde permaneció hasta dar a luz a su primer hijo, Panchito. Luego viajaría a Asunción a encontrarse con Francisco y enfrentar una sociedad que le iba a resultar tremendamente hostil.
La compañera necesaria
“López tenía amores en el Paraguay y también tenía unos hijos, pero con Elisa eran compañeros en una infinidad de cuestiones; conversaban siempre en francés estando juntos, a ella la tenía fascinada la oratoria que usaba Francisco. Compartían los gustos finos por las cosas y el buen vivir. Y sobre todo, ambos eran muy ambiciosos. Era, en una mirada, la compañera que él necesitaba”.
Así describe la historiadora Barreto el tipo de relación que unió a Francisco y Elisa, y que los llevó a desafiar la pacata sociedad de su tiempo.
“Ela”, como la llamaba Francisco (a quien ella, a su vez, llamaba Francis o Pancho), llegó a Asunción el 4 de marzo de 1855, trayendo en brazos al hijo del futuro presidente del Paraguay.
“Rubia, tendiendo a pelirroja, blanca, de incandescentes ojos azules, la gente murmuraría después de verlos en sus primeros paseos por las polvorientas calles de Asunción: ‘Iporã ñeimo'ã tupãsy’, que en guaraní significa: Es tan bella que parece una virgen”, narra el historiador Jorge Rubiani en el artículo “Elisa Lynch: la roja presencia irlandesa”.
Sin embargo, apunta Rubiani, aquellos mismos admiradores no tardarían en hacer de la mujer extranjera de López el objeto de fuertes críticas y desaires, empezando por los que provinieron de los propios allegados a la familia López Carrillo. En los primeros años, Francisco no se presentó con ella en público y la recluyó en una mansión, en Patiño.
Posteriormente, Elisa se instaló en una casona en la calle Fábrica de Balas, la que hoy es históricamente la Casa de Madame Lynch, en la esquina de Mariscal Estigarribia y Yegros, donde funciona la Facultad de Ciencias Políticas de la UNA.
La primera dama
Poco a poco, Elisa impuso su presencia y su fuerte personalidad, convirtiéndose en la “primera dama” de hecho en el país, rol que se reforzó principalmente tras la muerte de Carlos Antonio López, cuando Francisco asumió la presidencia.
A partir del capital financiero que Francisco puso a su disposición Elisa hizo grandes negocios, muy cuestionados por sus adversarios políticos, que la acusaban de adueñarse de propiedades públicas y privadas usando la coerción del poder.
Paralelamente, tuvo mucha influencia en revolucionar las costumbres sociales de la época, dictando cátedras de moda y protocolo a la usanza europea. Mandó confeccionar en Europa cerca de una decena de cajas de música, las que contienen las primeras grabaciones fonográficas en la historia paraguaya, entre ellas el Himno Nacional y la que luego sería la polca Campamento Cerro León (ver video).
“Ella se encargó de tener injerencia en la decoración de los lugares de relacionamiento público, hacer la estadía fructífera a los visitantes diplomáticos y encargados de negocios. Además buscó expandir las relaciones de ocio fuera de Asunción”, destaca Ana Barreto.
El amor principal
Aunque Francisco Solano siguió teniendo relaciones sentimentales con otras mujeres, entre ellas la también legendaria Pancha Garmendia, todos asumían que Elisa era su “amor principal”, su gran compañera.
Tras haber concebido a Panchito, Elisa tuvo otros hijos con Francisco: Corine Adelaida, quien murió a los seis meses; Enrique Venancio Víctor, Federico Carlos, Carlos Honorio, Leopoldo y Miguel Marcial. Este último nació ya durante la Guerra de la Triple Alianza.
“Francisco Solano no era monogámico antes de conocerla y tampoco lo fue cuando la trajo al Paraguay. Mantuvo sus relaciones con Juanita Pesoa y otras tantas mujeres. Madame Lynch supo lidiar con esas aventuras, manteniéndolas a raya y también a los frutos devenidos. Un día López llegó con una niña de la mano, Rosita Carreras, era su hija y la traía junto a Elisa para que viva con ella”, cuenta Ana Barreto.
La guerra, la prueba final para los amantes
Quienes reivindican la figura de Elisa como compañera de López, sostienen que fue su decisión acompañar a su amor durante toda la larga contienda de la guerra contra Brasil, Argentina y Uruguay (1864-1870), la que reveló el verdadero temple de la irlandesa.
El propio Francisco le rogó más de una vez que se pusiera a salvo, viajando a Europa con sus hijos y con parte de la riqueza acumulada, pero ella no se despegó del ya entonces Mariscal, en toda la campaña, hasta presenciar su agonía final en Cerro Corá, el 1 de marzo de 1870.
Fue acusada de haber incidido en las peleas políticas y en las decisiones de ajusticiamientos de personas acusadas de traición durante la guerra, pero las versiones son diversas y contradictorias.
Ana Barreto lo cuenta así: “Dicen que Lynch imploraba por la vida de alguien, pero López tenía su carácter y ella no le contradecía. ¿Cuál era su finalidad, dada la relación sentimental que tenían? Ella lo acompañó en todas sus decisiones, junto con sus hijos. No hizo, no podía hacer más que eso, si ello significaba abandonar al amante y padre de sus hijos”.
Leyenda. Historia. Amor. Odio. Heroísmo. Calumnias. Traiciones. Más allá de cuál sea la versión, Elisa nunca abandonó a Francisco, hasta su hora final.
Quizás por eso, en una encrucijada del agitado tráfico asunceno, dos carteles cotidianos siguen enlazando sus nombres...