Una joven de Tucumán, Argentina, se encontraba pescando junto a su hermano en inmediaciones de su casa, en Santa Rosa de Leales, cuando un ruido los alertó.
Al acercarse a ver qué era, encontraron una pequeña cueva en cuyo interior estaban dos felinos que parecían unos gatos amamantándose de su madre muerta.
Sin pensarlo, los llevaron a casa para darles un hogar. Les nombraron Dani y Tito, pero a los pocos días unos de los felinos murió, quedándose solo Tito. Él se convirtió en el compañero fiel de Florencia, la joven que los había hallado. Lo que ella nunca sospechó es que el pequeño animal era un puma yaguarundí.
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Tras la visita a la veterinaria, para que le operaran una de su patas lastimadas, tomó conocimiento de la especie que estaba en su poder, según informaron medios argentinos.
Como no sabía bien qué hacer y tampoco tenía el dinero para la operación de Tito, decidió llamar a la Fundación Argentina de Rescate Animal (FARA).
“Afortunadamente, ella nos llamó y, de buena onda y corazón, nos entregó el animal porque se dio cuenta de que no era apto para su casa. Lo enjaulamos y llevamos al veterinario que trabaja con nosotros”, explicó Hernán Rodríguez Salazar, presidente de FARA.
Le practicaron una placa que reveló la fisura en una de patas traseras. Ahora, lo llevarán a la reserva Horco Molle de Yerba Buena, un área protegida.
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Florencia relató que al animal nunca le faltó nada. “Era una mascota para mí. Lo extraño un montón. Él me esperaba cuando llegaba de la facultad y cuando le silbaba como un pajarito siempre venía”, relató, entre otras cosas, la joven.
El puma yaguarundí es más grande que un gato doméstico y es parecido al puma concolor, aunque más pequeño.
En cuanto a su estado de conservación, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, es una especie bajo preocupación menor.