Todo comenzó con lo del juez de instrucción Juan Esteban Carrón, mientras instruía el sumario a tres soldados acusados del delito de deserción, en Nanawa, sede del Tercer Cuerpo de Ejército Paraguayo. Fue convocado por el pa’i Pérez, capellán del Ejército: “Carrón, venga conmigo. Se va a realizar un ‘simulacro’ de fusilamiento y usted debe estar presente”.
Al llegar al lugar designado, donde ya se habían congregado escuadras de cada unidad para presenciar el evento, Carrón comenzó a sospechar de que no se trataba de un simple ejercicio disciplinario. Su inquietud aumentó cuando vio llegar a “un soldadito que tenía el hábito de desertar de la Unidad”, quien se sumó a los tres soldados procesados, elevando a cuatro el número de condenados.
Al percatarse de que “la cosa iba en serio”, Carrón se dirigió al doctor Julio Martínez Berges, auditor de Guerra del Cuerpo, instándole a intervenir y recordarle a Irrazábal que no tenía facultades para ordenar los fusilamientos hasta que la Justicia Militar emitiera su veredicto. Sin embargo, el auditor rehusó enfrentar al comandante, argumentando: “Yo no me animo a decirle nada a Irrazábal. No ve que está muy nervioso”.
Ante la negativa, Carrón decidió confrontar personalmente a Irrazábal:
“Mi comandante, usted no puede ordenar el fusilamiento de esos procesados, y si lo hace, cometerá un asesinato. Ellos están siendo juzgados por la Justicia Militar del Cuerpo y, yo, como juez de instrucción, nombrado por usted para ese cargo, le prohíbo que usted lo haga”.
La respuesta de Irrazábal fue contundente:
“Nuestra situación general en el Chaco es mala y hay que proceder con mano firme y sin contemplaciones de ninguna clase. Yo me hago plenamente responsable de la determinación que he tomado”.
Carrón, reconociendo su propia impotencia ante un hombre de la determinación de Irrazábal, no insistió más.
Al llegar frente a los condenados, Irrazábal les increpó duramente por “su cobardía al abandonar las filas frente al enemigo”. En ese momento, el pa’i Pérez, en un último intento de salvar las vidas de los soldados, intercedió:
“Cumpliendo con la sagrada misión del Ministro del Dios del perdón, solicitaba para estos paraguayos el indulto que sabrán agradecer, yendo a la primera línea a combatir con entusiasmo por la patria”.
El capellán apeló incluso al recuerdo de Betty, la hija del coronel Irrazábal, sugiriendo que ella hubiera abogado por el perdón de los soldados. Tras escuchar al pa’i Pérez, Irrazábal simplemente preguntó: "¿Terminó, pa’i Pérez?”, y ante la respuesta afirmativa, ordenó: “Sargento Villagra, ¡ejecute!”.
Una descarga de fusilería puso fin a la vida de los cuatro condenados.
En contraste con los fusilamientos de marzo, otro incidente ocurrido en agosto de 1933 revela una faceta diferente del tratamiento de la deserción. Los integrantes del Regimiento N° 2 “Ytororó" se encontraban defendiendo posiciones en el Chaco Central. Dos hermanos, Luis y Manuel Villalba, estaban bajo las órdenes del comandante de la compañía, el teniente Ozuna. Luego de los combates del kilómetro 7 del camino a Saavedra, Ozuna fue herido de muerte y la división se replegó.
Los hermanos decidieron cambiar de unidad por cuenta propia sin pedir el pase reglamentario al comando. Una noche, tomando el camino a Pirizal, se perdieron. En las proximidades de Orihuela fueron encontrados por una patrulla paraguaya y, ante el pedido de documentación, que no la tenían, fueron acusados de deserción y llevados detenidos a Nanawa.
Fueron llevados ante un tribunal de guerra presidido por el mismo coronel Irrazábal, conocido por su severidad en estos casos. Estando los dos sentenciados, el hermano mayor le dice a “Manuel”, de 17 años, que revele su verdadera identidad. Con el fusilamiento a punto de cumplirse, “Manuel” confiesa que en realidad es mujer.
Irrazábal, incrédulo ante esta declaración, solicita la presencia del doctor Lofruscio, médico de la Sanidad, para realizar una revisión. La verificación confirma la sorprendente revelación. Ante este giro inesperado, ambos son absueltos de los cargos: El hermano es reincorporado a las filas combatientes, mientras que la joven es enviada a Asunción, donde permaneció un tiempo en la Sanidad.
El pase fue muy simpático: “El soldado Manuel Villalba tiene permiso de este Comando para bajar y permanecer en la capital por tiempo indefinido. Motivo: Cambio de sexo. Firmado: Irrazábal, Cnel.”.
La historia de los hermanos Villalba alcanzó notoriedad cuando el periódico El Orden publicó en 1934 un extenso artículo detallando este extraordinario caso.
Manuela pasó a servir en la Sanidad de Florida, mientras su hermano fue reintegrado a las unidades de combate.