28 nov. 2024

Futurología

¿Cuántas veces escuchamos que los jóvenes son cada vez más apáticos frente a lo que sucede en el mundo? Es un discurso que se repite tanto que se volvió parte de cierta concepción que tienen los adultos de la juventud. Se habla del desinterés en la cultura, en la política, quizás hasta en el futuro. Lo que pocas veces nos preguntamos es por qué.

Los jóvenes son el futuro, se decía a menudo. Pero el futuro se construye. Para empezar, pensemos en la participación política juvenil. Los centros de estudiantes, los grupos juveniles confesionales, las juventudes partidarias, y las asociaciones civiles son algunos de los espacios en donde se empieza a desarrollar las actividades políticas. ¿En qué estado están estas instituciones hoy?

Se pueden distinguir paradigmas generales que caracterizan a la participación juvenil. La investigadora de la Universidad de Oxford, Rys Farthing, en su texto Las políticas de la juventud antipolítica (2010), presenta tres: Un paradigma tradicional dominante que identifica a jóvenes desinteresados y apolíticos; una versión crítica en la que son interesados y políticos y una nueva conceptualización, jóvenes radicalmente “impolíticos”. Según Farthing, los jóvenes se alejan del ejercicio de las formas tradicionales, pero al mismo tiempo crean nuevas formas de participación, caracterizadas por la ausencia de crítica hacia el Estado y el compromiso hacia causas específicas.

¿Cómo hacer que hablar de política sea cool? Y en este punto no se trata de la política partidaria, sino del cuestionamiento de la realidad, de la mirada crítica hacia las políticas públicas, de la proyección del futuro que queremos y necesitamos. En este punto es fundamental un mea culpa: Los adultos muchas veces pensamos que entendemos a los jóvenes, pero cuando terminamos de entenderlo, ya cambió el código.

¿Y entonces? La juventud navega una sociedad completamente distinta a la que a muchos nos tocó vivir, en vez de bueno es “god” y cuando nos llegó el meme de los delfines, ya era “re off”. La época de transición tecnológica de los 90 ya pasó, y las nuevas generaciones que nacieron con mayores posibilidades de acceso a computadoras, celulares, plataformas de video y redes sociales. El consumo es distinto y el mundo también.

Farthing identifica este desinterés hacia viejas formas de hacer política con el deseo de libertad, esa palabra secuestrada por un nuevo grupo de tendencia autoritaria. La rebeldía de la juventud ahora se manifiesta en causas específicas que no podemos negar como los feminismos, las marchas de los colectivos de la diversidad que cada vez tienen más convocatoria o las movilizaciones estudiantiles que este año marcaron la agenda política.

De política se habla en TikTok, y con debates que pueden dar vuelta elecciones. Lo vimos con el efecto Taylor Swift en Estados Unidos o el caso paraguayo que sorprendió con la nueva tercera fuerza que se vio en los últimos comicios.

¿Qué quieren, entonces, los jóvenes? Para arrancar, trabajos dignos. Eso de pagar derecho de piso y el acoso laboral normalizado ya no va más. Pero también educación, diversión, cultura. Y sobre todo, que se respeten sus diversidades. Nos toca aggiornarnos porque si no encontramos la forma de incluirlos en el debate, quienes vamos a quedar fuera somos nosotros.

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