17 nov. 2024

Garra guaraní

Desalojo. El jueves pasado, la comunidad Hugua Po’i fue desalojada de tierras que reclama.

Desalojo. El jueves pasado, la comunidad Hugua Po’i fue desalojada de tierras que reclama.

Desde que Alejo García llegó por estos rumbos ya pasaron unos cuantos siglos, y podemos suponer sin equivocarnos que allá por el 1500 había un montón de indígenas más viviendo en estas tierras.

Hoy, tristemente, según el Atlas de las comunidades indígenas quedan poco más de 100.000, cien mil personas, convidados de piedra de este seudo Estado de derecho que tenemos en el Paraguay.

La semana pasada la comunidad mbyá guaraní de Hugua Po’i en el distrito de Raúl Arsenio Oviedo, en el Departamento de Caaguazú, fue expulsada de sus tierras.

El Estado paraguayo mandó toda su fuerza de ataque: un grueso contingente policial, cascos azules, montada y hasta un helicóptero; el desalojo se veía como una película de guerra.

Los indígenas viven en esos territorios desde el 2014 y aseguran que son sus tierras ancestrales y que en el lugar está asentado el cementerio de la comunidad. La cuestión es que aparentemente el inmueble figura a nombre de una sociedad de menonitas, y ellos aseguran ser propietarios.

El conflicto es tanto complejo como ignominioso. Según explicó a ÚH la antropóloga Marilyn Rehnfeldt, en 1909 el Estado paraguayo reservó 7.500 hectáreas para asiento de los mbyá.

En los años 60 la situación de los mbyá en Caaguazú se vio afectada por la ocupación de su hábitat tradicional por proyectos de colonización y, al mismo tiempo, se inicia una masiva venta de tierras fiscales a latifundistas, empresas agropecuarias y forestales.

La venta se realizó en muchos de los casos con los pueblos indígenas adentro de esas propiedades. Así pues comenzó el éxodo, y el círculo se cierra con un Estado paraguayo concediendo derechos a unos y desalojando a otros, que, por cierto, siempre son los mismos: los pobres.

Volviendo al desalojo de la comunidad Hugua Po’i, en el lugar no había gente del EPP, ni del PCC, ni contrabandistas, ni compravotos, ni torturadores, ni secuestradores, ni propietarios de tierras malhabidas regaladas por Stroessner ni plantaciones de marihuana. En el lugar no había absolutamente nada que pudiera justificar un desmedido contingente de policías. En aquel lugar, sentados bajo la lluvia solo había ancianos, mujeres y niños indígenas pobres.

La Constitución Nacional reconoce los derechos de las comunidades así como su derecho a la propiedad comunitaria de la tierra, en extensión y calidad suficientes para la conservación y el desarrollo de sus formas peculiares de vida.

En su artículo 64 apunta además que el Estado proveerá gratuitamente de estas tierras, las cuales serán inembargables, indivisibles, intransferibles, imprescriptibles, no susceptibles de garantizar obligaciones contractuales ni de ser arrendadas; asimismo, estarán exentas de tributo. Y agrega algo muy importante: se prohíbe la remoción o el traslado de su hábitat sin el expreso consentimiento de los mismos.

No se puede permitir que ellos y sus derechos sigan siendo masacrados.

El desalojo que tuvo lugar en Caaguazú masacró derechos consagrados por la Constitución Nacional; el Estado paraguayo eligió desahuciar a indígenas pobres, y es muy probable que en el futuro se venga otra condena en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero a nadie le importa.

Antes del desalojo la comunidad mbyá de Hugua Po’i guaraní vivía tranquila, no tanto como sus ancestros antes de que llegara Alejo García en 1524, pero estaban mejor que hoy, al costado de una ruta asfaltada, viendo crecer las miles de hectáreas de sojales.

Estos hechos nos confirman una vez más que la tan mentada garra guaraní no la tiene un millonario vestido con la albirroja corriendo detrás de una pelota. La garra guaraní es la de este pueblo empecinado en sobrevivir al lento genocidio.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.