02 ene. 2025

Geopolítica 2025

Al iniciarse el 2025, América del Sur es uno de los pocos lugares en el mundo libre de armas nucleares. Pero eso no significa que estemos libres de la incertidumbre que invade el mundo todo. Riesgo no es igual a incertidumbre. Lo primero es un peligro que puede ser relativamente calculado, medido con alguna aproximación. Son espacios de probabilidad condicionados. Pero la incertidumbre es la ausencia total de hipótesis calculadas sobre algún futuro eventual. Nada puede ser dimensionado. Todo escapa a la mensurabilidad.

Estamos lejos de explosiones atómicas en el Mercosur, pero no de sus consecuencias; sea que aquellas acontezcan en la Europa, en los mares del Asia u Oriente Medio. El mundo entró en una escalada nuclear. La espada está cada vez más afilada y el escudo debe prepararse para ganar robustez, dicen los expertos en ciencias militares. Eso significa problemas para la economía mundial, porque el déficit fiscal y el endeudamiento armamentista crecen en los países desarrollados, o no, que están dentro del conflicto.

Barry Gewen, biógrafo intelectual de Henry Kissinger, escribió hace un tiempo un libro titulado La inevitabilidad de la tragedia , en el que afirma que los realistas en las relaciones internacionales deben asumir ese título como algo inexorable en la historia de los hombres. Pareciera que estamos ante algo parecido. La experiencia de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría dieron a Kissinger, un realista consumado, la sensación de la tragedia en forma permanente.

Estudiando en una maestría sobre integración económica y relaciones internacionales en el Brasil, pude aprender que en estas existen dos emblemas: El diplomático y el soldado.

El último usa la fuerza y el primero procura una alternativa a la violencia. Los riesgos geopolíticos globales y la evaluación de estos suponen un alto grado de racionalidad, sobre todo, en el cómo estos impactan en un país determinado.

El mundo no está muy racional. Lo que se está viendo en Ucrania y en Oriente Medio es la dificultad para evaluar la racionalidad estratégica de los países en este momento. Eso es sumamente peligroso. La guerra es un camaleón que asume siempre nuevas formas. Hay nuevas guerras ya en andamiento: el uso de satélites, Rusia fondeándose con criptomonedas, ataques cibernéticos, cancelaciones mediáticas, noticias falsas, realidad alterada con inteligencia artificial, guerras químicas, etc. Las alianzas bélicas están en todas partes.

Vayamos a un solo ejemplo. Corea del Norte no sobrevive sin las armas y los fondos provenientes de la China. Ucrania, lo mismo, sin el apoyo estadounidense y europeo. Repito, a medida que aumenta el poder de la lanza aumenta el poder del escudo. Esa idea de Trump de que América está en primer lugar supone que los Estados Unidos se disponen a abandonar a Ucrania, estaría todo listo para la salida americana de la Eurasia, el corazón del mundo en términos de H.J. Mackinder. Algo peor sucede en la economía. La incertidumbre mundial estimula aún más el flight to quality, lo que encarece el dólar. Es la geoeconomía que responde a la geopolítica, cuando los capitales corren a refugiarse en aquellos mercados relativamente más seguros y con mejores tasas de rentabilidad. Los países subdesarrollados y emergentes se quedan sin inversión en momentos en que las demandas sociales aumentan por la transición demográfica, la crisis jubilatoria, la baja de los precios de los commodities, el cambio climático, inseguridad energética, proteccionismo, fragmentación de mercados, etc. Todo argelísimo.

Nunca en la historia de la humanidad el uso de la fuerza fue tan atrayente en las relaciones internacionales como en el tiempo actual. Luego de una serie de tratados y medidas de control en cuestiones bélicas, parece que ahora el camino de la violencia entre naciones y grupos de naciones se está exacerbando.

El desorden mundial significa que la ley de la selva está de vuelta. En el Oriente Medio, la revolución iraní de 1979 tuvo como objetivo destruir Israel. Hoy ese Irán apoya a los hutíes en Yemen, que controlan el canal de Suez, por donde anda el treinta por ciento del comercio mundial en contenedores. Luego, Hamás en la Franja de Gaza y el Hezbolá multinacional, mayor que el grupo anterior, en conflicto con Israel, aumentaron la violencia en esa zona estratégica del planeta. Israel responde sin misericordia. Se defiende en modo sangriento, sobre todo después de lo horroroso de octubre del 2023. Todo tiene como consecuencia que económicamente se están cerrando los espacios para el flujo del comercio internacional. Mucha mercadería debe ir por el Cabo de Buena Esperanza, lo que encarece todo. La inflación y las tasas de interés –más aún con la guerra comercial de Trump con Xi Jinping y la suba de las tarifas proteccionistas en los Estados Unidos– tenderán a permanecer elevadas por un tiempo mayor a lo esperado. Aunque bajen un poco. El canal de Panamá –parece que– quiere ser recuperado en cuando a su gerencia por parte de los Estados Unidos. Algo tiene razón el Sr. Trump porque los chinos hoy prevalecen en las decisiones logísticas centroamericanas, priorizando sus barcos comerciales y posponiendo a los demás. En la zona alrededor de la China se cerró prácticamente el paso por el estrecho de Malaca, fundamental entre Asia, India, Oriente Medio y Europa, principal vía del transporte marítimo mundial. Por aquí pasa más del cincuenta por ciento del comercio internacional de contenedores. Qué tal. El costo de las empresas aumenta por un estrangulamiento de los flujos mundiales. Este escenario hace que el nearshoring pueda ser algo en lo que el Paraguay salga ganando, para vender a Brasil. A esperar. El BPO maquilero es algo que puede ser positivo.

Hay un indicador para todo este enredo mundial que mide una especie de riesgo planetario. Las tasas de interés. Y ellas seguirán higher for longer, dijo de nuevo Jerome Powell hace pocas semanas, repitiendo lo que nos advierte desde hace bastante tiempo. No es en balde que el economista César Barreto, en la conferencia de Dende, supuso un dólar entre ocho mil y ocho mil doscientos guaraníes para el 2025.

Una pregunta de un billón de dólares, en un mundo que tiene 120 billones de PIB más o menos, podría ser si estamos delante de algo completamente imprevisible. Para comenzar, en mi perspectiva, hay dos fenómenos preocupantes en materia de guerras geopolíticas planetarias y guerras políticas dentro de una nación determinada. Ambos tienen que ver con empresas privadas que hoy se involucran a cara descubierta en los conflictos. En primer lugar, la participación de Microsoft y de SpaceX con su Starlink en Ucrania, una guerra proxy entre China y Estados Unidos, haciendo operaciones en el campo cibernético en contra de Rusia, y defendiéndose de esta. En segundo lugar, el surgimiento de empresas de datos que trabajan no solo para los Estados, sino que también para los mercados financieros, al mismo tiempo (como ITTI en Paraguay), que pertenecen a hombres que circulan por la puerta giratoria público-privada, monopolizando así datos e informaciones confidenciales de grandes cantidades de ciudadanos y electores. Todo puede ser manipulable en el futuro, y esas son cuestiones preocupantes. La política puede privatizarse para atender intereses particulares de grupos económicos con fines de lucro que alquilen nomás la personería de partidos políticos. Es un peligro concreto.

Delante de todo esto, el Paraguay actual no es un país racional para enfrentar el futuro. Sufre de cartesclerosis –un nuevo término que acabo de inventar– para acompañar al capitalismo de secuaces y al primitivismo productivo. Significa que la inteligencia paraguaya ha sufrido daños en su sistema nervioso central. No es una tragedia, como diría el biógrafo de Kissinger. Es una comedia. Se ha convertido en un país meme. No creo que alguien esté en estos momentos haciendo un análisis de inteligencia serio y sofisticado con respecto al nuevo mundo: ni el Codena, ni la secretaría de inteligencia, ni el Ministerio de Relaciones Exteriores. Están muy ocupados con problemas particulares de gente significativamente corrupta en el escenario internacional y con guerrillas sinsentido en contra de la DEA. Al mismo tiempo, en viajes de campaña proselitista para ganar la secretaría de la OEA y con escenificaciones cargando panes de marihuana que ridiculizan la investidura presidencial. Hasta ahí nos da el cuero. La excepción es el ministro de Economía y Finanzas, Carlos Fernández Valdovinos, quien se animó a confesarle a Luis Bareiro, en Políticamente Yncorrecto , que el principal problema del Paraguay es la corrupción, y ni hablar de las debilidades institucionales. El Paraguay no tiene estrategia alguna para absolutamente nada. Por eso, las políticas públicas se motorizan por crisis, como dije más arriba, escleróticas. Así vamos a recibir el 2025. Teatralizando el combate a la felicidad bioquímica y enviando cartas a la DEA para que no nos corten el convenio que pedimos, primeramente, sea dado por culminado. Como dijo justamente Kissinger: “Quien no tiene estrategia, vive prisionero de los eventos”.

Saludos cordiales.

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