04 dic. 2024

Giorgia Meloni en el Consejo Atlántico

El 23 de setiembre de 2024, la presidenta del Consejo de ministros de Italia, Giorgia Meloni, recibió de la mano de Elon Musk el honorífico premio “Ciudadanos Globales”, otorgado por el Consejo Atlántico a aquellos líderes que este considera han fortalecido la Alianza Atlántica. En esa ocasión, la presidenta dio un discurso de agradecimiento, enfatizando algunos de sus posicionamientos políticos centrales.

El discurso político de Giorgia Meloni es interesante porque representa el “ala moderada” de la extrema derecha europea. Según la revista Nueva Sociedad, la presidenta es identificada como una dialoguista que busca acercar a la nueva derecha europea a los partidos conservadores más tradicionales. Este gesto se ha constatado, sobre todo, a nivel europeo, donde Meloni ha entablado un diálogo fluido con Úrsula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea, y promovido mesas redondas con los miembros del Partido Popular Europeo.

Al surgir como presidenta de Italia, Giorgia Meloni calmó las aguas diferenciándose de sus pares de la nueva derecha en otros países y en el suyo propio, declarando su disposición a trabajar en el marco de la Unión Europea y expresando su compromiso de apoyar a la Alianza Atlántica en la defensa de Ucrania contra la agresión rusa. Estos dos posicionamientos contrastan con los de políticos europeos que ofrecen una visión mucho más crítica de la UE, como fue el caso de uno de los aliados actuales de la presidenta en Italia, Matteo Salvini, o el presidente de Hungría, Viktor Orbán. Después del episodio traumático del Brexit, y con la guerra de agresión contra Ucrania en curso, el hecho de que Giorgia Meloni haya contemporizado con la UE y la OTAN calmó las inquietudes generadas por el ascenso de la extrema derecha en Italia.

El tema central del discurso de Giorgia Meloni en general es la identidad. Una identidad amenazada. En la ceremonia de entrega de los premios del Consejo Atlántico, ella presentó dicho argumento en términos de la identidad de Occidente. Argumentó, con o sin razón, que Occidente estaba débil, preso de una suerte de decadencia anímica que lo hacía vulnerable ante las amenazas que acechaban a sus puertas. Hizo un repaso de fenómenos como el crecimiento del autoritarismo, la multipolaridad y la emergencia del Sur Global como síntomas de los cambios globales, ante los cuales Occidente debe sentirse fuerte, confiado y no dejarse amilanar por los nuevos equilibrios. Se refirió a los peligros de la “oicofobia”, el desencanto o el desapego hacia su propia casa o lugar, como una de las mayores amenazas que acechan al espíritu occidental, que se nutre, dice ella, de la filosofía griega, el derecho romano y el humanismo cristiano.

Meloni también enfatiza el valor de la democracia como parte sustantiva del animus de Occidente y menciona la dignidad de la persona, el carácter secular del Estado y la igualdad entre hombres y mujeres, ambos con derecho a ser libres. Aun así, la centralidad de lo identitario en el discurso político siempre acarrea importantes riesgos en términos de inclusión y exclusión. Es muy difícil hablar de Occidente y de sus raíces culturales más profundas en términos identitarios sin caer en una suerte de etnonacionalismo, en el que solamente los europeos de ascendencia blanca y cristiana son considerados portadores de la cultura de Occidente.

Hay que, en todo caso, invertir la lógica. Los valores de democracia, libertad, dignidad de la persona, igualdad de género, no tienen un lugar fijo. A esta altura de la historia, son valores que forman parte del patrimonio universal, contra las tiranías que hay en todas las geografías, en todas las razas y etnias. Más que de una identidad comunitaria, de un lugar, de una raza o etnia, tendríamos que hablar de una identidad “ideíca” (no existe la palabra) a la que se suman nacionalidades, etnia y personas de múltiples culturas. Es una invitación a pensar y razonar de un determinado modo, no un patrimonio cultural exclusivo.

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