10 jun. 2025

Gobierno debe dar gestos para hacer posible el diálogo social

Tanto los obispos de la Iglesia Católica como sectores del empresariado coinciden en que será beneficioso instalar un proceso de diálogo social para buscar salidas a la crisis actual, pero para ello se requiere que el Gobierno dé señales de querer rectificar el rumbo, dando respuestas a las principales demandas de la población. El Episcopado ha reiterado que la concertación se debe dar sobre una agenda país que contemple temas básicos y urgentes. Entre ellos, señala que se debe corregir “la corrupción en la administración de los recursos públicos, en complicidad con sectores privados, que indigna gravemente al pueblo, debilita la credibilidad necesaria para generar unidad, dificultando un diálogo nacional positivo y enfocado en soluciones para todos”. Mientras la administración de Abdo Benítez no acceda a ello, la crisis continuará, con un final impredecible.

En una amplia entrevista concedida a este diario, publicada el domingo último, el presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, monseñor Adalberto Martínez, reiteró que la propuesta de la Iglesia Católica paraguaya, para hallar una salida a la actual situación de crisis, es instalar una mesa de “diálogo sincero” entre todos los sectores y actores políticos y sociales, buscando la concertación de voluntades y el consenso sobre una agenda país básica.

El prelado indicó que esta misma propuesta se la hicieron al propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, durante la reunión que mantuvieron días pasados en la sede del Episcopado, cuando también le recomendaron que abandone su silencio desde hace semanas y salga a dar la cara y comunicarse con la ciudadanía.

Llamativamente, los líderes de la Iglesia se niegan a que sea la institución religiosa la que convoque al diálogo social, porque “no están dadas las condiciones”, aunque sí alientan a que sea el Gobierno el que convoque y se comprometen a participar. Esta actitud demuestra que los obispos tampoco confían en el actual Gobierno y no desean quemarse en una convocatoria sin tener gestos precisos de que se cumplirán las condiciones requeridas.

Entre los requisitos planteados, se necesita que el actual jefe de Estado esté dispuesto a hacer cambios profundos en su administración y su política de gobierno. Una de las cuestiones señaladas por monseñor Martínez es que se debe corregir “la corrupción en la administración de los recursos públicos, en complicidad con sectores privados, que indigna gravemente al pueblo, debilita la credibilidad necesaria para generar unidad, dificultando un diálogo nacional positivo y enfocado en soluciones para todos”.

El obispo ha sido muy terminante en señalar que “la inequidad estructural que vive nuestro país en términos del acceso universal a la salud y a una educación de calidad, entre otras carencias que padecen los sectores vulnerables”, y que ya han sido señaladas en una carta pastoral de la CEP, dada a conocer a principios de marzo.

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Los obispos sostienen que los tres poderes del Estado, más todas las instituciones públicas, son los espacios claves en donde se puede destrabar y definir el cambio para el crecimiento, el desarrollo, el bienestar y la paz social. “Ante ello, todos los paraguayos debemos cuidar que la democracia se fortalezca y que las autoridades sean honestos servidores del bien común”, expuso.

En similares términos se pronunció, en otra entrevista publicada el domingo en este diario, el empresario Víctor González Acosta, reflejando la opinión del sector: “Tendrían que reunirse todos los poderes del Estado, analizar la situación y encontrar soluciones que resuelvan este problema sanitario grave, de fuerte impacto en la economía y sobre todo en la gente. Yo lo que creo es que esto amerita un golpe de timón fuerte, que busque soluciones de fondo porque no estamos viendo una luz al final del túnel”.

Son señales claras de que sectores importantes de la sociedad apuestan al diálogo, pero sobre premisas claras que el Gobierno debe aceptar. Si no lo hace, la crisis continuará, con un final impredecible.