Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial ni siquiera tenía nombre. En 1944 Winston Churchill lo denomino “crimen sin nombre”.

Un artículo de BBC Mundo relataba la historia de la persona que por fin logró nombrarlo. Se trata de Raphael Lemkin quien acuñó el término genocidio, juntando el sustantivo griego “genos” (raza, pueblo) y el sufijo latino “cide” (matar).
Los padres de Lemkin habían sido asesinados en el campo de exterminio de Auschwitz; y en total, este perdió a 49 familiares en el Holocausto.
Sin el menor ánimo de faltar al respeto a la memoria de las millones de víctimas de los genocidios a lo largo de nuestra historia, creo que es tiempo de que en este continente se empiece a hablar claramente de lo que están haciendo algunos gobiernos en contra de sus ciudadanos.
Porque lo que están perpetrando se parece demasiado a un genocidio en tiempos de pandemia.
A través de las redes sociales podemos conocer al instante lo que sucede en el Brasil, por ejemplo. Y lo que sucede en el país vecino es que actualmente, por el terrible manejo de la pandemia por parte de su gobierno, es considerado “una amenaza para la humanidad”.
Hasta el 9 de marzo, el 21% de todas las muertes en el mundo, ocurridas por el Covid-19, fueron en el Brasil; y en este abril ya suman más de 370.000 muertos.
Brasil tiene un presidente negacionista, que no quiere usar tapabocas y llegó a decir incluso que, quien se vacuna se puede convertir en un yacaré.
Brasil es considerado una amenaza para la humanidad, y nuestro gobierno colorado no se atrevió a cerrar las fronteras tan permeables que tenemos con ellos, como sí lo hicieron otros países.
Este gobierno colorado que mal gobierna el Paraguay permitió que, desde diciembre hasta marzo cientos de paraguayos inconscientes e irresponsables viajaran a las playas brasileñas, trayendo consigo al regresar, presumiblemente la cepa más peligrosa que en estos momentos está matando a 70 paraguayos por día. Y todo porque Mario Abdo no se anima a cerrar las fronteras, y todo porque unos cuantos estúpidos no podían pasar otro año más sin chapotear en las aguas del Atlántico y comer milho quechi.
Ahora ya es tarde. Es tarde para todo. La mala gestión de la crisis por parte del gobierno de Mario Abdo Benítez es genocida.
Y mientras no hay medicamentos en los hospitales públicos, y las personas mueren en los pasillos de los hospitales, este gobierno colorado se opone a la utilización de los fondos sociales de Itaipú y Yacyretá para salvar la vida de los paraguayos enfermos por Covid. Los colorados prefieren que mueran miles de paraguayos antes que usar los recursos de las binacionales que tendrán otros destinos. Recuerden, es año electoral.
Mención especial a la inoperancia de Mario Abdo y su hato de inútiles es el tema de las vacunas. Supera todas las expectativas, supera todo el asombro que uno pueda reunir lo mal que están manejando el asunto. A tanto llega, que con las poquitas vacunas que han conseguido, tras un periplo mendicante, apenas están consiguiendo inmunizar a enfermeras y médicos, porque siempre hay un correligionario o una amiguita con buenos contactos.
El nieto de la dictadura, no es capaz de mostrar una pizca de compasión por el dolor y la aflicción que están viviendo miles de paraguayos.
Mario Abdo Benítez no nos dijo, como su amigo Bolsonaro, que si nos vacunamos nos vamos a convertir en yacaré. Él, mucho más pragmático que el otro genocida, nos va a matar a todos, negándonos la vacuna.