Desde hace tres años Rodrigo venía encarándole a la leucemia, control tras control, medicación tras medicación, sesión tras sesión. Desde los ocho años había afrontado este partido difícil que le puso la vida a su corta edad.
Esa etapa también significó que su madre lo acompañe en su tratamiento, a la par de cuidar la casa y a sus tres hermanos. Ahora empieza otro momento de su vida, en que seguirá alimentando sus sueños de ser futbolista y de poder ayudar a su familia.
“Lo que se viene ahora es muy lindo, él está sanado gracias a Dios, podrá hacer su vida como cualquier niño”, cuenta Alba.
La rutina médica de Rodrigo ahora consistirá en ir a controles una vez al mes. “Ya no habrá pinchazos, pastillas, quimioterapia”, describe la madre del niño.
Indudablemente el fútbol seguirá siendo la pasión de Rodrigo. Continuará entrenando en el club Libertad de Villeta y jugando con sus amigos en la canchita del barrio.
También seguirá dedicándose a los estudios y sueña con tener una bicicleta para ir a la escuela.
No deja atrás tampoco su sueño de ir alguna vez a un partido al estadio y conocer a sus ídolos Enciso y Almirón.
Proyectos. Pero también tiene en mente otros anhelos y proyectos, como por ejemplo comprar para su mochila antes del inicio de las clases.
“Ahora su deseo es trabajar ya, a su cortita edad ya quiere trabajar. Quiere ayudarme a emprender, como lo veníamos haciendo juntos. Nosotros en la época de frío vendíamos mix para mate y cosas así”, describe la madre.
Alba no oculta su emoción al ver cómo su hijo ha superado la etapa difícil que les tocó vivir a ella como madre y a todos como familia. “Estoy muy contenta, muy feliz. Mucho luché. No imaginé llegar hasta acá. Tuvimos nuestros tropiezos por el camino, nos levantamos y luego continuamos”, recuerda.
Considera además que el hecho de que su hijo haya superado esa parte del tratamiento es un gran logro para ella como madre y como ser humano.
Una tarde Alba se había reunido con unos médicos en el Hospital de Clínicas. En esos momentos su hijo llevaba internado varios días.
Eran las tres de la tarde cuando le dieron la noticia de que le habían diagnosticado cáncer y ella preguntaba si podía curarse. A la misma hora, tres años después, tocaba las campanadas que celebraban su logro, el triunfo de la vida y la esperanza.