20 oct. 2024

Grado de inversión y deuda interna

¿Cómo bajar a tierra, acercar a la comunidad, traducir a la vida corriente y plasmar en la cotidianidad el tan anhelado grado de inversión alcanzado por Paraguay desde la calificadora Moody’s? ¿Es acaso un peldaño más para lograr el desarrollo y, entre otros tantos, formar un cóctel de beneficios para la correcta distribución de la riqueza? ¿O es la panacea –como algunos lo catalogan–, previo a lo cual ya se derramará automáticamente a nivel local el cúmulo de inversiones que ayudarán a dinamizar la economía?

Algunos analistas afirman que a la par de esta calificación ventajosa para el país, deben ajustarse y corregirse muchas deficiencias que aún perduran, relacionadas con la seguridad jurídica, las claras reglas de juego para los inversores, el mejoramiento del gasto público y las políticas que aminoran el impacto de la corrupción galopante en que se mueve la nación.

A la gente común no le dice mucho la serie de anuncios rimbombantes sobre lo que podrá suceder a partir de ahora, cuando los organismos crediticios internacionales se fijen en Paraguay y le elijan para un endeudamiento a largo plazo con tasas más ventajosas, puesto que la influencia en el derrotero de su bolsillo sería mínima a corto plazo, que es el ámbito donde desarrolla su vida la mayoría de la población, deseosa de que la espiral inflacionaria no termine de mancillar su deteriorada economía.

Sin desmeritar la evolución macroeconómica local, que ya lleva dos décadas en tránsito acorde y controlando desde las instituciones respectivas los principales indicadores que le catapultan como el ámbito más estable y sostenible de entre los países vecinos, no se puede dejar de evaluar la cada vez menor fortaleza en el poder adquisitivo de los comunes, sumado a la acuciante informalidad que aún domina la mitad del mercado paraguayo.

Las metas de inflación anuales mayormente se cumplen; hay control en la tasa de política monetaria; el tipo de cambio experimenta en los últimos meses crecimiento sostenido, pero aún relativamente controlable desde el BCP; y los grandes números rojos se asientan más en el déficit fiscal, pero con un camino que pretende correcciones a 2026 para llegar de nuevo al cumplimiento del 1,5% del PIB, de acuerdo con la Ley de Responsabilidad Fiscal.

La buena imagen mediante los indicadores trasciende fronteras y las calificadoras aprecian las regulaciones locales y la gestión de la banca matriz, así como del Ministerio de Economía y Finanzas.

Paraguay busca seguir posicionándose en el concierto de naciones como un actor de mayor peso, con el que se pueden hacer buenos negocios y el primer mandatario ya recorrió suficientes kilómetros para traducir ese periplo en buenas inversiones posteriores (suponiendo que así se pudiera dar).

No obstante, aún queda una deuda interna muy enraizada y que se acrecienta paulatinamente, al seguir observándose a miles de familias que todavía no pueden salir de la pobreza, un sistema educativo deteriorado y a la deriva, la salud pública debatiéndose entre agonizar o directamente morir, obreros y estudiantes colgados de las estriberas de buses chatarra, sicariato para dirimir territorios narcos y un sinfín de etcéteras que acompañan triste y diariamente a la población.

La contracara de lo anterior está determinada por los nepobabies, el privilegio partidario por el que ya está mejor la casta de siempre, los intocables del poder que manejan la Justicia y la Fiscalía, y otras grageas propias de la desigualdad galopante.

La aspiración es que este peldaño alcanzado y expuesto por una de las calificadoras de más influencia refleje mejoría a mediano y largo plazo en los ciudadanos, ya que la plata prestada saldrá más barata cuando el país requiera los recursos internacionales. Al mismo tiempo, las autoridades deben priorizar su tarea principal: la búsqueda de una mejor calidad de vida para todos, circunstancia que no puede esperar siquiera un día.

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