Oprimidos por el severo régimen de António Salazar -que falleció en 1970 pero cuyo legado continuó vivo casi 4 años más-, la música fue también uno de los escasos resquicios de libertad que les restaban a los portugueses, y que vista hoy en retrospectiva permite conocer cómo era el país en aquel momento.
“Grandola, Villa Morena. Tierra de Fraternidad. El pueblo es quien más ordena, dentro de ti, oh ciudad”. Son los primeros compases del famoso tema del fallecido José “Zeca” Afonso, creado en 1964 y escogido por los militares sublevados como señal para abandonar los cuarteles y dar inicio al levantamiento del 25 de abril nada más sonar en la emisora Radio Renascenca.
Con la connivencia de un locutor de dicha emisora, a las 00.20 horas del día 25 la canción sonó en las ondas, lo que llegó a todas las unidades del Ejército participantes en el golpe de Estado, repartidas por el país.
Sin embargo, la primera señal a través de la radio llegó algo antes, a las 22.55 del 24 de abril. Una emisora local de Lisboa puso entonces a sus oyentes el tema “Y después del adiós”, de Paulo de Carvalho, carente de significado político para no levantar sospechas, pero que había sido elegido por los impulsores del levantamiento para arrancar las operaciones en la capital lusa.
Además de servir de mensaje cifrado para los militares que iniciaron la Revolución, la música fue durante la dictadura uno de los pocos espacios en los que los portugueses podían encontrar una sutil forma de expresión para intentar apagar la sed de libertad, pese a la presión de los informadores de la policía política.
“La música de protesta tuvo un papel claramente muy importante en el final del régimen, sobre todo a partir de los años 60", explica en unas declaraciones a EFE Nélson Ribeiro, profesor de la Universidad Católica de Lisboa, especializado en medios de comunicación y estudios culturales.
Analizados con detenimiento por la censura, los temas que criticaban al régimen solían ser prohibidos en la radio.
Y es que, “a través de la música, los artistas retrataban la situación social y también el desagrado que existía en la sociedad portuguesa en relación a la dictadura y a la guerra colonial -que mantenía en varios países de África-", detalla.
Uno de los exponentes de este estilo musical era precisamente “Zeca” Afonso, quien vio cómo varias de sus creaciones eran ilegalizadas por el régimen acusadas de aludir al comunismo, lo que a la postre lo convirtió en un símbolo de resistencia democrática.
“Ellos comen todo y no dejan nada”, cantaba el autor en “Vampiros”, su primer tema de carácter eminentemente político (1963) en el que criticaba la opresión de las grandes fortunas de la época, y que fue prohibido junto al resto del álbum “Baladas de Coimbra”.
No obstante, a pesar de que la estricta censura redujera la libertad de expresión, algunas canciones de las consideradas polémicas conseguían pasar la criba y eran emitidas en programas de radio nocturnos, en los que se desafiaban los límites del control.
“Mientras hablaran de cosas de la sociedad y de problemas del día a día, las canciones protesta se iban dejando oír”, asegura Nélson Ribeiro, autor del libro “La Radio Renascenca y el 25 de abril”, en el que aporta detalles sobre el papel clave de la emisora radiofónica aquel día.
Tal y como la radio sirvió para derribar la dictadura, también fue utilizada en 1933 para poner en pie el régimen de Salazar y difundir sus ideales políticos.
Y aún hoy, los portugueses encuentran consuelo en la música, en las palabras y acordes de “Zeca”, que siguen siendo una especie de himno nacional.
Los portugueses todavía entonan con emoción el “Grandola, Vila Morena”, una canción que en los últimos años de crisis ha reaparecido en las numerosas manifestaciones contra la austeridad e incluso en el Parlamento luso.
Por Sabrina Aid