EFE
La lluvia ininterrumpida no impidió que millares de guatemaltecos acudieran a la plaza del Obelisco, en el centro de la capital, para poder formar parte de esta iniciativa que este año cumple 30 navidades.
El objetivo con el que nació esta iniciativa en 1985, enviar un mensaje de “unidad nacional”, persiste en la actualidad, explicaron sus organizadores antes del encendido, la Cervecería Centro Americana a través de su marca líder “Gallo”, una de las cervezas más galardonadas e importantes del mundo.
A las 19.30 hora local (01.30 GMT del domingo) fue la cuenta atrás para encender las miles de luces led del árbol de la capital, y de otros 34 distribuidos por todo el país, que se prendieron de forma simultánea.
Este encendido marcó el inicio de “la época más linda de Guatemala, las fiestas de fin de año” y el comienzo de una nueva etapa de “ilusión y magia” en los corazones de todos los ciudadanos, dijo Ricardo Lagarrete, de Cervecería Centro Americana.
Música, canciones navideñas, renos, “mamás noelas”, muñecos de nieve o fuegos artificiales fueron otros de los aperitivos que inauguraron esta época de “esperanza” y “alegría” con un deseo compartido: alcanzar un país mejor.
Sin embargo, este año estaban en la mente de todos los ataques terroristas que el viernes se cobraron la vida de al menos 129 personas en París, mientras otras 300 permanecen heridas.
María Luisa, una mujer que ronda la treintena y que acude por cuarta vez consecutiva a esta cita, dijo a Efe que este sábado no es como otro cualquiera.
“Siempre pedía que hubiera mucha paz y poca violencia”, recordó con pesar, y agregó: “Ayer, con lo que pasó en París, vi que el mundo vive una situación muy complicada en donde no se respeta ni la vida humana”.
Acompañada de su nieto, un niño de apenas 10 años que no deja de mirar el baile de las luces del árbol, dijo que esto debería ser un momento de diversión, pero que ahora la embarga la tristeza que sienten los familiares de las víctimas de Francia.
“Yo no quiero pensar que eso me pudiera pasar a mí", sostuvo.
Unos metros más lejos, Cristina relató que siempre venía todos los años con su familia, algo que ahora no es posible porque muchos de ellos, contó entre lágrimas, murieron en la tragedia de El Cambray II.
El pasado 1 de octubre un alud soterró, bajo toneladas de tierra, un centenar de casas, lo que provocó la muerte de 280 personas y la desaparición de otras 70.
“Nada será lo mismo”, aseguró cabizbaja, aunque destacó que “hay que salir adelante”, y tomó en brazos a su hijo, de pocos meses, con el que empezó a bailar al ritmo de un villancico que suena de fondo.