@josemadai
A mediados de los noventa, la editora de comics Marvel se encontraba ante una profunda crisis económica que la obligaría más tarde a declararse en falencia. Ante la imperante necesidad de encontrar una solución, la empresa decidió vender los derechos cinematográficos de sus personajes a diferentes estudios.
Fue de esa manera como los X-Men llegaron a la productora 20th Century Fox, que, entusiasmada por la recepción del público a la adaptación cinematográfica del cazador de vampiros Blade –otro de los personajes que tuvo sus derechos vendidos por Marvel–, decidió dar rienda al proyecto de llevar a la pantalla grande la historia de los superhéroes mutantes.
La tarea recayó sobre Bryan Singer, el entonces joven director conocido por haber filmado The Usual Suspects, en 1995.
En aquel entonces, el escenario para las cintas de superhéroes no era tan favorable como hoy en día. Si bien existían algunas experiencias anteriores, pero esporádicas, como los filmes de Superman (1978) y Batman (1989), los largometrajes protagonizados por héroes de los cómics eran clasificados como pertenecientes a los géneros de fantasía y acción, cuando no eran dirigidos directamente al público infantil, como Batman y Robin (1997).
REALIZACIÓN. Ante la inherente presión de entregar un resultado que atraiga al público y, a la vez, se muestre rentable, una serie de adaptaciones fueron necesarias. Con la intención de presentar una propuesta más realista y alejada del universo fantástico, al contrario de los coloridos uniformes usados por los héroes en los cómics, fueron adoptados unos oscuros, siguiendo la tendencia observada en la vestimenta de los protagonistas de filmes como Blade (1998) y Matrix (1999).
Con un elenco conformado por nombres de peso, y otros no tanto, el filme presentó a personajes que más tarde difícilmente serían disociados de los actores, como el caso de Hugh Jackman, que interpretó a Wolverine, papel que más tarde lo repetiría en otras nueve cintas.
Si por un lado Patrick Stewart, que interpretaba al Profesor Xavier, encabezaba a los X-Men, por el otro lado, Ian Mckellen, en la piel de Magneto, dirigía a los villanos; ambos en núcleos opuestos, defendiendo cada uno posiciones antagónicas en cuanto a la complicada relación entre los mutantes y seres humanos, el conflicto de fondo presentado por el filme.
LEGADO. Con 104 minutos de extensión, la película estrenó en octubre del 2000, cosechando a lo largo de sus exhibiciones en todo el mundo casi 300 millones de dólares. Con el resultado alcanzado, el filme aseguró la realización de una secuela que culminaría en una trilogía y el inicio de una saga que se extendería a lo largo de los años en la pantalla grande.
Motivada por las experiencias de éxito, entre ellas, la de El hombre araña (2002), Marvel, que no había recibido mucho dinero de esos filmes, con el peligro de perder todos sus personajes en caso de un fracaso, logró obtener más de 500 millones de dólares de un banco, para emprender una jornada que terminaría por establecer al género de los superhéroes en el cine.
Opinión
“Los X-Men no son los clásicos superhéroes”
“Con los X-Men conocemos otro tipo de superhéroes; son rebeldes, son una minoría, son rechazados por la sociedad, están ante una disputa social. Hay que destacar la labor del director, que al volver la propuesta un poco más oscura, hace que Marvel tenga una presencia más sólida en la pantalla grande. Es un antes y un después, abrió otra puerta para que el cine incorpore ese género de una forma más diversa que antes”.