Hace una década, ejercer el periodismo independiente en Cuba resultaba prácticamente imposible. Quienes estudiaban Comunicación no tenían más opción que trabajar en los medios de “periodismo revolucionario”, como el anquilosado diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista, el más dinámico Juventud Rebelde o la beligerante revista CubaDebate, además de la radio y la televisión estatal, supeditados a la propaganda oficial, sin espacios para informes críticos de la realidad.
En el otro extremo se encontraban los medios “contrarrevolucionarios”, impulsados principalmente por el exilio cubano en Miami, Estados Unidos, con objetivos políticos determinados de “derrocar a la dictadura comunista”, cayendo en expresas distorsiones y manipulaciones de la realidad.
Una primera experiencia notable surgió en 2007, con la filóloga cubana Yoani Sánchez, quien logró llamar la atención con su blog Generación Y, creado con muchas dificultades técnicas en la prehistoria de internet en la isla, desafiando al discurso oficial. Lamentablemente, Sánchez pronto fue cooptada por el activismo contrarrevolucionario y su siguiente proyecto, el periódico digital 14ymedio, se volvió deliberadamente político, con acusaciones no probadas de recibir financiamiento de organismos oficiales de Estados Unidos.
De todos modos, internet cambió las reglas. Aunque el Gobierno cubano intentó frenar la conectividad durante un buen tiempo, la presión económica obligó a ir liberando el uso de las redes. Así nacieron otras experiencias de periodismo digital, de la mano de una nueva generación de jóvenes comunicadores y artistas, hijos de la misma revolución, que, sin embargo, buscan ofrecer una mirada propia de la realidad que exigen cambiar.
El Toque, Periodismo de Barrio, El Estornudo, La Cuba Joven son algunos de los nuevos medios. A varios de sus editores y periodistas los hemos conocido personalmente o de manera virtual en seminarios y encuentros internacionales de periodismo narrativo y de investigación. Conocemos sus pintorescas anécdotas de ir mendigando señales de wifi en las plazas de La Habana o en los hoteles internacionales para poder alzar sus reportajes. A través de historias contadas con buena calidad literaria, con estándares éticos y sin fanatismo político, enfrentando censuras, citaciones y detenciones policiales, nos ofrecen una visión fresca y con diversidad de voces de la compleja realidad cubana.
Desde la distancia no es fácil comprender en su verdadera dimensión lo que ahora está pasando en Cuba, pero es importante intentarlo, porque tiene que ver con la historia esencial de nuestra Latinoamérica y con su destino.
Podemos condenar el infame bloqueo comercial que Estados Unidos sigue imponiendo arbitrariamente a la isla caribeña desde hace seis décadas, pero no podemos cerrar los ojos al sufrimiento de gran parte del pueblo, ni ante los abusos represivos de un régimen cada vez más desorientado. Tampoco podemos avalar los pedidos de una intervención militar extranjera. El destino de Cuba debe ser decidido por los propios cubanos, los de adentro y los de afuera. En ese sentido, ayuda mucho que hoy exista allí un nuevo periodismo.