Sergi Santiago/ EFE
Desde que en octubre saliera a la luz su “faceta como depredador” sexual, Weinstein, de 66 años, ha sido despedido de su productora, expulsado de la Academia del Cine, abandonado por su mujer y repudiado por sus colegas; una caída a los infiernos que tocó techo este viernes, cuando el magnate se entregó en una comisaría de Manhattan.
Criado en Nueva York en el seno de una familia judía, ha vivido toda su carrera cinematográfica de la mano de su hermano Bob, con el que empezó organizando conciertos de rock alternativo cuando aún eran unos muchachos en los años 70.
Con ese dinero, fundaron su primera productora, a la que llamaron Miramax en honor a sus padres –Miriam, una secretaria, y Max, un diamantista–, que fue ganando fama hasta que en 1993 la vendieron a Disney, aunque siguieron dirigiéndola.
Gracias a esa lluvia de dinero, Weinstein consiguió su primer “taquillazo”, Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, un amigo fiel que acabó reconociendo que pudo haber hecho más por pararle los pies ya que sabía “lo suficiente” acerca de sus fechorías.
En 2005 abandonó Miramax y fundó una nueva productora junto a su hermano, The Weinstein Company, en la que –según los fiscales– sometió a un trato “despiadado” a algunas de sus trabajadoras, a las que encargaba buscarle conquistas sexuales y amenazaba con usar sus contactos políticos si se atrevían a hablar.
No iba de farol: Weinstein, importante donante demócrata, lo fiaba todo a sus conexiones e intentó parar la tormenta cuando la vio venir escribiendo a importantes ejecutivos de Hollywood: “Si la industria me apoya, eso es todo lo que necesito”, les dijo.
Pero no lo hicieron. A Weinstein le abandonaron todos, comenzando por su esposa y madre de dos de sus hijos, la diseñadora Georgina Chapman, que negó saber nada de los abusos de su marido y lamentó haber pecado de “ingenua”.
Su primera esposa, Eve Chilton, a la que conoció en 1986 cuando trabajaba como ayudante para Miramax, pidió a un juez que garantizara la cuantiosa pensión de sus hijas al margen de los líos judiciales de su ex marido, que posee una fortuna de unos USD 240 millones, según el New York Post.
Weinstein enfrenta por ahora cargos por violación y abuso sexual, por los que este viernes se entregó a la Policía de Nueva York antes de quedar en libertad bajo fianza.
Entre otras, la actriz de origen español Paz de la Huerta denunció haber sido violada en 2010 y la aspirante a actriz Lucia Evans aseguró haber sido obligada a practicarle sexo oral en 2004.
Varias estrellas que consiguieron zafarse de él aseguraron que sus carreras se vieron perjudicadas por no haber accedido a tener sexo con él.
Sin ir más lejos, la actriz Ashley Judd presentó una demanda contra el productor por haberle arruinado la carrera y es que, según relató, tras rechazarlo en los años 90, el productor movió hilos para vetarla de la popular saga The Lord of the Rings.
Hasta la fecha, unas 80 mujeres han alzado su voz contra Weinstein, algunas tras décadas de silencio, y su caso sirvió de mecha para el movimiento #MeToo, que ha ayudado a destapar otros casos de abusos en el mundo del cine, el periodismo o la política.
En el último festival de Cannes, la actriz y directora Asia Argento recordó en su discurso que Weinstein la había violado en ese mismo festival, su “campo de caza”, cuando tenía 21 años.
“Quiero hacer una predicción: Harvey Weinstein no volverá a ser bienvenido aquí nunca jamás. Vivirá en desgracia, repudiado por la comunidad del cine que otrora lo abrazó y cubrió sus crímenes”, aventuró.
El día en el que el productor compareció ante un tribunal de Manhattan, Argento ha vuelto a hacer una predicción: “Harvey Weinstein da este viernes su primer paso hacia su descenso inevitable a los infiernos. Nosotras, las mujeres, al fin tenemos esperanza de que haya justicia”.