–¡Permiso, correligionario! –levantando la voz–: ¡Permiso, correligionario! ¡Permiso, presidente!
–Nde loco. Ekirirî.
Ya a grito pelado y haciendo aspavientos con las manos como un poseso:

–¡Compañeros! ¡Correligionarios! ¡Presidente! Pehendumína chéve.
El silencio se apodera del auditorio. Sin bajar el tono:
–Masiado quiero agradecer por estar acá frente a tan ilustre presencia. Toda la vida te seguimos. Fuiste lo mejor que parió este país. No hay nadie como vos, general, ¡estamos 100% contigo!
–Mba’e general pio, nde itavya.
Amainando la voz y preguntando al oído a su amigo:
–¿No es pio Stroessner?
–No, boludo.
–General Oviedo... –volviendo a los gritos–, vos nos trajiste la libertad y sos lo mejor que le pasó a este país.
–No es general, tarado. Es un empresario.
–Ingeniero Wasmosy, quise decir. Nadie es como vos, sos lo mejor que le pasó a este país. Solito hiciste Itaipú y te volviste millonario. Sos un adalid de la democracia, no como esos generales corruptos que empobrecieron nuestro país.
–No es ese empresario, nde ridículo. Es Cartes.
–¡¿Cartes?! –bajando la voz y volviéndose al amigo.
–Él es el presidente.
–¡Jodeme! ¿De Libertad?
–No, de Paraguay.
–¿Será? Y bueno... Presidente Cartes –retomando la soflama casi histérica–, ¡no hay nadie como vos, fue lo mejor que le pasó a este país! Saliste de Tacumbú y te hiciste millonario.
–Callate, no le hables de Tacumbú...
–No es pio su barrio –dice de nuevo al amigo.
–No. Estuvo de vacaciones ahí... Vos me entendés.
–No es pio mejor Camboriú.
–Seguí nomás... –acota resignado.
–Gracias, presidente Cartes, por defendernos. Rompiste –subraya, volviendo a los gritos tremebundos– los barrotes de la pobreza para mostrarnos a todos el camino de la riqueza. Nosotros somos los adelantados. El pueblo tarda un poco, pero ya aprenderá a seguirnos por esa senda. Somos hurreros tuyos de primera hora. No hay que tener vergüenza de ser hurreros. Vivimos bien. Que lloren los envidiosos. Nosotros, en virtud de tu preclaro liderazgo, sacamos el jugo al ilustre bachillerato que supimos alcanzar con un esfuerzo de 15 años con un suculento cargo en el BCP o en Yacyretá. No hay como vos, general, perdón, ingeniero; perdón, presidente Cartes. Jamás nos vamos a olvidarnos de vos... ¡Hip, hip, hurra! ¡Hip, hip, hurra!