Esta semana operó desde adentro de la Municipalidad de Asunción y acabó con un intendente que lo que menos le interesaba era ser administrador de una ciudad compleja y difícil. Mario Ferreiro fue víctima de su mentor: Camilo Soares. Una cuenta impaga de tiempos de campaña y la mensualidad a regañadientes de un alquiler de casa que no se pagaba hace dos meses desencadenaron una represalia que acabó con desnudar la putrefacción interna de un Municipio que hace rato abandonó a la ciudad y a sus habitantes. El desinfectante contaminado atacó las mismas bacterias de las que formaba parte y forzó a la renuncia de Ferreiro, absolutamente confundido ante un escándalo que amenaza con remitirlo a prisión junto a su hermano y dos sobrinos.
Soares, el mismo que sigue oponiéndose a un juicio por malversación de fondos de sus tiempos de ministro con Fernando Lugo, tuvo la idea de volver a “mandar” con Ferreiro, a quien inventó su postulación a intendente luego del fracaso de las presidenciales de 2013, donde con el apoyo generoso de Cartes dividió a la oposición y debilitó a Alegre frente al outsider que se hizo con la presidencia. Ferreiro comprobó en ese momento que era un buen negocio la política paraguaya. Implicaba oportunismo, caradurez, algo de suerte y un rival odiado que buscara su reelección para alcanzar la intendencia. Así lo logró con un Soares acosado por las demandas judiciales que aún vivía de alquiler en la casa de un general stronista que se forró con el proyecto de Acepar. Las cosas antes cambiaron primero con el juicio político de Lugo y el mentor político tuvo que hipotecar sus bienes para ungirlo intendente a Ferreiro.
Cuando el disc-jockey devenido en político quiso deshacerse de su mentor no tuvo mejor idea que dividir su partido y ahí empezó su caída. Había que pensar en la presidencia del 2023, pero para eso, además de hacer una buena administración, que no la venía realizando, había que hacer caja y para eso se tendría que recurrir a la vieja fórmula de la corrupción: Cobro de comisiones, peajes, coimas, sobrefacturaciones, liberaciones de cheques y licitaciones a la carta. Un jacarandoso equipo de engullir asados los fines de semana era el operador del sistema y los parientes del intendente los que controlaban las operaciones. Todo se pudrió cuando dejaron aún más en la banquina a Soares convertido en cartista por efecto de la necesidad y el deseo de protección judicial ante una inminente prisión.
La lavandina actuó en un cuerpo podrido. Limpió algo, pero no lo suficiente. El “ayudín” vino también en la semana desde el Este donde su Fiscalía decidió acusar formalmente a Cartes de varios delitos y asociación criminal en el caso Messer. Algo de lejía desde el Brasil, un país que tiene el récord de asesinatos en el mundo superando los 60 mil muertos anuales. Algo huele a podrido en... Paraguay, como diría Hamlet, pero tanto apesta que cuestionados protagonistas de la corrupción le han echado lavandina porque incluso para ellos resulta apestoso sobrevivir a todo eso. Nos siguen faltando fiscales y jueces que se animen a emprender la tarea de limpieza de esta cloaca a cielo abierto sin darles tanto protagonismo a los mismos delincuentes que ellos no consiguen condenarlos a veces por incapacidad, inacción, temor o complicidad. Requerimos más hipoclorito de sodio propios que purguen este cuerpo político delictual e impune.