Tenía 18 años y la vida bien planeada. Se convertiría en médico. Años después tendría una especialidad en cardiología, se casaría y formaría una familia numerosa. “Todo calculado”, dice sonriendo.
Sin embargo, una noche de mayo, el encuentro imprevisto con el carisma de Schoenstatt, sería el inicio de un inesperado giro en su historia y proyectos. Años después, pasaría por las aulas de una universidad en Alemania, se ordenaría sacerdote y llegaría a ser obispo… y luego sacristán, por lo que ahora se sabe a través del libro que presenta esta semana.
Monseñor Claudio Giménez, Obispo emérito de la Diócesis de Caacupé, este martes 27 presenta su libro De obispo a sacristán; un material que recoge unas 30 anécdotas de su vida sacerdotal y episcopal con comentarios y reflexiones de tipo pastoral y pedagógico.
El evento se llevará a cabo a las 18:30, en la capilla San Roque González de Santacruz de la Basílica Santuario de Caacupé, en la Villa Serrana. La presentación estará a cargo del abogado Carlos Cano director de la Universidad Católica, filial Caacupé.
Aventuras de un cura
El comisario de frontera, Orangután, ¡Mamá, ese ko no es él!, No era tigre, Ladrón dadivoso, Polilla, Bombas en procesión, ¿Confesar, yo?, Niño Jesús, mau, Extraterrestre, La despojamos de sus joyas, Movimiento Popular y de Peregrinos, son algunos de los curiosos títulos del libro del obispo emérito, nacido en Puerto Pinasco hace casi 82 años, y que este año, además, celebró sus 50 años de fructífera vida sacerdotal.
En los capítulos se resumen momentos vividos con jóvenes y adultos, en pueblos alejados del campo, en campamentos en la cordillera del Ybyturuzú, con la juventud del Movimiento de Schoensttat, encuentros con gente del campo, sacerdotes, familias, etc.
“La motivación viene de hace muchos años, había el deseo de escribir, incluso de lanzar una película una vez terminado mi ciclo como obispo”, comenta monseñor Claudio, añadiendo que al poco tiempo de dejar el cargo publicó un libro con las 22 homilías completas de las 22 celebraciones por la festividad de la Virgen de Caacupé que le cupo encabezar. Además, este año también lanzó el libro Nací para llevar una Bandera, sobre la historia del Movimiento Apostólico de Schoenstatt en Paraguay.
Giménez, que ahora vive en la casa de los padres de Schoenstatt, en Tuparendá (Ypacaraí) comenta que se entusiasmó y siguió escribiendo, también aprovechando el periodo de aislamiento obligatorio por la pandemia. Es así que fue recordando y ordenando episodios importantes de su época de sacerdote y luego de obispo.
“Empecé a escribir sobre cada punto y se fueron armando los capítulos y me di cuenta que podría ser un libro”, señala.
Anécdotas “iluminadas”
Luego, el obispo emérito consideró que sería “una pérdida de tiempo” solo contar anécdotas sin un sentido educador, entonces a cada una le fue agregando un texto del evangelio o una lectura bíblica que tenga relación con dicha anécdota y que pueda ampliar su sentido.
“De tal manera que cada acontecimiento relatado está como iluminado también por la Palabra de Dios”, explica el religioso, añadiendo que en otros casos se incluyeron escritos del Catecismo de la Iglesia Católica que ayudan a comprender o reflexionar sobre dichos eventos.
“En una parte narro lo que aconteció en un campamento con jóvenes, cuando fuimos a visitar un pequeño pueblo llamado Polilla, en las cercanías de la cordillera del Ybyturuzú, donde encontramos una escuela plurigrado y un maestro. Y entonces aprovecho este encuentro para exponer preguntas y reflexiones sobre la educación en Paraguay”, explica.
El religioso califica su obra como “un libro pedagógico-catequético”. El material cuenta con ilustraciones preparadas especialmente por un dibujante.
“Este libro es un regalo que hago a mis hermanos obispos eméritos, que en nuestro país somos seis con vida. Y es un regalo para ellos y los animo a escribir sus vivencias y experiencias, como una forma de dejar un legado”, señala.
¿Por qué sacristán?
El título del libro, De obispo a sacristán, también tiene una explicación, comenta monseñor Giménez, indicando que fue algo que sucedió en los tiempos más rígidos de la pandemia, cuando repentinamente los sacerdotes de la casa se encontraron “atrapados”, con las actividades suspendidas y sin poder relacionarse con la gente, debido a los protocolos sanitarios.
“Fue así que nos organizamos en la casa los cuatro sacerdotes y cada uno asumió un aspecto de la vida comunitaria; uno se metió en la cocina, otro se hizo cargo de la jardinería, a cuidar todas las plantas; el rector del santuario tenía que seguir con esta tarea y yo me quedé como flotando. Pero como teníamos misa todos los días, me di cuenta que la sacristía también había que cuidarla y poner en práctica las indicaciones sanitarias para proteger nuestra salud y la de las pocas personas que estaban a nuestro alrededor. Y así me encargué de la sacristía y me volví sacristán”, comenta sonriendo Monseñor.
Su vocación
Monseñor Claudio aún recuerda aquella tarde cuando salió del colegio Monseñor Lasagna, donde cursaba el último año de bachillerato, y fue caminando hasta el Parque Carlos Antonio López. Y ahí, tendido en el pasto, mirando al cielo, puso en la balanza sus planes y las opciones de vida que hace algún tiempo comenzaron a revolotear en su cabeza. “Me hago padre de ocho hijos (como era su plan) o me vuelvo padre de miles (en alusión a la vocación sacerdotal), se preguntaba.
“Al final salí de aquel parque con el deseo y la decisión de ser padre de miles”, comenta, aunque reconoció que aquello solo fue el inicio de su decisión. “El día en que me decidí fue el 8 de octubre del 59. Me vino la decisión, porque antes había hecho un esfuerzo, varias noches, sudaba y no lograba decidir, y un día me vino, y después me di cuenta que la vocación es un regalo de Dios, es algo dado, se te dona. Una cosa de Dios, es Él el que elije”, concluye.
El hoy obispo emérito de Caacupé también guarda con gran afecto aquellas palabras que el padre José Kentenich, fundador del Schoenstatt, le había dicho en latín, en un diálogo que tuvo durante un desayuno, siendo él un joven seminarista. Palabras que, asegura, también las ha podido comprobar durante todos estos años. “Sea usted fiel a la alianza de amor con la madre de nuestro Señor Jesucristo, y a usted siempre la irá bien”.