02 may. 2025

Hora de que la energía limpia nos defienda

Miguel Benítez – TW: @maikbenz

Paraguay, año 2018. El petróleo y la biomasa (que trae gran deforestación) continúan moviendo la matriz energética nacional con un 82% de incidencia total. Es decir, solo el 18% del país consume la energía hidroeléctrica, de acuerdo con los últimos datos del Viceministerio de Minas y Energía (VMME). Al año, los importadores de combustibles destinan más de USD 1.000 millones, para que los derivados del crudo generen dolores de cabeza a las finanzas de los ciudadanos, propietarios de la mayor generadora de energía limpia y renovable del mundo, como es Itaipú.

La reciente suba en el precio del gasoil y el consecuente aumento en el pasaje (más los incrementos en cadena que se pueden generar) solo ratifican lo indefensos que seguimos ante la cotización del oro negro, siendo que otros países tienen que recurrir a centrales nucleares, dada la imposibilidad de obtener hidroelectricidad en abundancia.

Urge un Ministerio de Energía, con políticas claras, de Estado (a largo plazo), y ya no meros programas gubernamentales, que se reinician o trastocan con cada cambio de autoridades. Actualmente existe una política energética marcada hasta el 2040, pero establecida por decreto y bajo la responsabilidad del VMME, que es dependiente del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). Además, Juan Carlos López Moreira, jefe del Gabinete Civil de la Presidencia, fue designado coordinador. Con estas consideraciones, esa loable visión a 22 años parece reducirse drásticamente.

Si bien algunas personas del poder gozan de las mieles que propician los pagos por royalties y cesión de energía que brindan las binacionales, es necesario impulsar la utilización de la energía eléctrica en el territorio, industrializar el país y lograr el anhelado desarrollo. Según expertos energéticos, dos son los caminos más fáciles y rentables para el efecto: la cocina y el transporte.

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La cocción de alimentos con electricidad puede representar un gasto 50% menor, en comparación con el uso del gas licuado de petróleo (GLP). En lo que hace a los vehículos eléctricos, resulta un total despropósito y retroceso que se piense tener un sistema de metrobús a diésel. Es decir, los pasajeros estarán nuevamente condicionados a la fluctuación del crudo y sometidos a los grupos empresariales del transporte.

Obviamente, modificar un negocio tan lucrativo como el petrolero significa tocar intereses muy poderosos (hace dos años se violentó una ley que permitía la importación de coches eléctricos libre de impuestos), pero ya es momento de empezar. El oro negro tiene fecha de expiración y Paraguay no puede seguir tan retrasado, teniendo sus invaluables recursos naturales.