El comedor del Mercado 4 tiene su encanto; chivo, sobre todo la entrada de mandioca hervida con tortilla, chancho frito con batata, o guiso popó de gallina casera.
Solo para entendidos. Allí come la gente batalladora que trabaja desde la madrugada. Es útil caminar la calle, para no vivir en una burbuja, sin perder el sentido de la realidad. La vida cotidiana de la gente común es dura y cruel.
Viajan como animales en los buses, arriesgan sus vidas en las motos, pasan vicisitudes, hambre, miseria, falta de medicamentos, se les corta la luz, no tiene agua, no tienen educación, viven en piezas alquiladas, en fin. Comienzan a expresarse.
Aunque, todo les parece natural. A un buen observador esto no debe pasarle desapercibido. Algo anda mal.
En las “Cartas del diablo a su sobrino”, de C.S. Lewis, el innombrable le dice a un demonio, el sobrino: “Gracias a ciertos procesos que pusimos en marcha hace siglos, a la humanidad le resulta totalmente imposible creer en lo extraordinario mientras tiene algo conocido a la vista.
No dejes de insistir acerca de la normalidad de las cosas. Sobre todo, no intentes utilizar la ciencia. Lo mejor es no dejarle leer libros científicos, sino darle la sensación general de que sabe todo. Acuérdate de que estás ahí para embarullarle”.
Eso es lo que nos pasa cuando no pisamos el terreno. Eso es lo que acontece con los políticos, por ejemplo, que se creen sabelotodo. Y se aprovechan de la ignorancia de la gente. También la ciudadanía en general cree que se las sabe todas.
La semiótica embarcada en las frases que pude oír, conversando con los populares, habla de la difícil realidad que les toca vivir. Los significados son altos y claros. Qué dice la gente. Esto es economía práctica. Veamos.
La luz que se corta. Che mo renegá. En mi barrio, en la escuela de mis hijos, en mi taller de costura justo cuando estoy trabajando, cuando hace más calor. ANDE es top of mind. Es la queja generalizada. Existe un Plan Estratégico de la empresa estatal: Casi diez mil millones de dólares. Pero no hay plata. Y hay negocios turbios con la criptominería. Hay felino hermético ahí. Gente grosa metida.
El agua viene sucia. Los caños rotos explotan. Algunos son de agua, otros son de la cloaca. Todo el área metropolitana de Asunción es un verdadero caos. Y el interior también. Asco. Millares de aguateras entregan agua en mal estado. Las napas freáticas están contaminadas de productos químicos de las estaciones de servicios. Solo el catorce por ciento de la red urbana tiene servicios de alcantarillado sanitario en el Paraguay.
El Estado roba y malgasta. Políticos ladrones. El nepobaby es el arquetipo que lo representa. Me lo dijeron en el mercado de San Lorenzo. Según el BID, el 3,9% del PIB se roba o se malgasta por año en Paraguay desde el PGN. Equivale al déficit fiscal 2023 de 4,1% del PIB y un poco menos a los 1.950 millones de dólares que por tres años el gobierno se ufanará con las nuevas rentas hidro energéticas desde Itaipú, por última vez.
La jubilación incierta. La Caja Fiscal está quebrada. Por eso, de los impuestos se pagan las obligaciones por más de 200 millones de dólares al año. El IPS con filas. No tienen medicamentos. Ahora van a cambiar temas paramétricos. Ya están utilizando al rentabilidad del fondo para cubrir las jubilaciones y pensiones. Bandidos, he´i la gente.
La deuda pública impagable. Ho’upa la plata. Deben todo de balde, roban. En realidad, los intereses nos empobrecen. Ya suman casi mil millones de dólares por año. La deuda llegó a 17 mil millones de dólares, el 38 % del PIB. Si se compara con el total de gastos en salud, alrededor de 1,3 mil millones de dólares, los intereses en poco tiempo serán equivalentes.
El empleo que no aparece. No hay circulante. No hay trabajo. Es escaso y precario. Más del 70% de los trabajadores están sin IPS y no ganan el sueldo mínimo. La escuela que se cae a pedazos. El techo se cayó sobre los escueleros. Las maestras no enseñan. No se aprende nada. Solo nueve años en promedio es la escolarización básica del Paraguay. Sube un año a cada diez años. En consecuencia, faltarían treinta años para llegar a doce años, lo mínimo para comenzar a salir de la pobreza y el subdesarrollo.
La cloaca que te enferma. Que no existe. Los pozos ciegos contaminan. Vivimos en una puerqueza. Alquilo una pieza para mi casa. Es casi imposible tener casa propia. Es el aspiracional del paraguayo. La gente vive mal, hacinada, en condiciones precarias. Por lo general, sin baño y cocina. No hay dormitorios suficientes. Solo se consigue casa accesible lejos del trabajo. La urbanización es desordenada en todo el país. Nada planificado. Hay un millón de unidades habitacionales, entre el déficit cualitativo y cuantitativo.
La droga es la que manda. La gente ya sabe que estamos en un narcoestado. La droga domina, maneja la política. Las acusaciones a Ozorio y Galeano son las figuras representativas. Marset y el asesinato del fiscal Pecci están en la cabeza de la gente. La gente supone quién mandó matar al fiscal. Pero hay miedo de hablar. Los chespi y las bocas de delivery están en todas las ciudades. Y los grandes empresarios de la droga viven en barrios cerrados.
Los precios que suben. El tomate, péa la tema. Es el arquetipo más representativo. Este le hizo la cabeza a la gente. Las verduras subieron más el 50% en un año. La carne amaina la decepción. La heladera vacía. Es una constante. La imagen de la heladera sin nada adentro impregna el vocabulario de la gente. Es consecuencia de la inflación. El estómago hambriento. El programa Hambre Cero desnudó el tema en el Paraguay. En la edad más tierna, la desnutrición afecta al 13% de los menores de 5 años. Un cuarto de todos los hogares tiene hambre. En el Paraguay hay más de 1,5 millones de ciudadanos con problemas de desnutrición, moderada o grave llega al 26 % de la población del país, según estudio de la FAO del 2022. La comida que falta. La plata que no alcanza. Todo complementa el panorama.
El micro que no viene. El ómnibus chatarra. Hay regulada. Son frases que forman parte de las conversaciones diarias. César Ruiz Díaz es marca registrada, odiada. El combustible está caro. Me quedé sin nafta. Los baches te dan rabia. Me rompió el auto. La basura que no se retira, que contamina, que te enferma. El tránsito caótico. Nenecho bandido, repite al populacho. Imposible con ellos.
La policía es corrupta. Policía gordito, inútil. Sin equipo de control todo el día guasapean. Para qué vas a denunciar. La Policía trabaja con el delincuente. Cero confianza. Linces que te aprietan. La Justicia tardía y corrupta. La inversión que no aparece. No hay seguridad jurídica. El gas que nos cocina. Se me acabó el gas, sigo con el brasero.
Itaipú que nos miente. Los gastos no son transparentes. Es la caja chica del Gobierno. Van a robar toda la plata en Itaipú. No hay confianza. Yacyretá es pura bolaterapia. Argentinos chantas. La narcopolítica te mata. Hay legisladores metidos en el tema.
Todo lo de arriba es el imaginario colectivo promedio. Por último, el conversatorio popular se resume en un frase de una sola palabra, impactante, repetida por la gente: Hule. Me puse a averiguar qué significa. Es un vocablo azteca que quiere decir goma: Nàuatl ulli. A esta goma elástica, que los indígenas la extraían de la corteza de un árbol selvático, la gente la hace equivalente con el plástico.
Algunos dicen que vivimos como aquel animal que se comió el pasto sintético creyendo que era grama vegetal: Ho’uma hule.
Fuimos engañados. Le hice un acrónimo para expresarlo mejor: Hay Un Lío Enorme. Hule. Y puede explotar. Saludos cordiales.