02 jul. 2024

Humo

Dícese de aquello que se levanta para evitar ver con claridad lo trascendente, lo importante y lo vital. Es un mecanismo distractivo muy en boga y recubierto en forma de “cruzada civilizatorio” para dejar en un segundo plano la difícil situación económica o los graves problemas de la corrupción. Algunos lo llaman librar la batalla cultural donde cuestiones como los temas de género, vacunas, onegés y un montaje delirante de conspiración dominan un debate que incluso logran en la OEA imponerse sobre el tema del crimen organizado del que tenemos sobrados ejemplos entre nosotros.
El tópico ha sido colocado con éxito en sociedades de bienestar donde el hastío agotó la pasión de las ideas y adormeció a los partidos políticos que han sustituido sus dogmas por banderas donde da igual linchar a un homosexual como un inmigrante magrebi. Pero entre nosotros los temas de sobrevivencia no abordados son mucho más relevantes que el humo que se levanta para sorprender a incautos y tontos.

El agotamiento de las ideas y el descrédito de los políticos ha llevado a que los diseñadores de campaña como Steve Bannon en los EEUU y varios de sus émulos en Europa libran la imaginaria batalla cultural con nuevos elementos que buscan concentrar el odio para polarizar las posiciones y desde ahí alcanzar el poder. No importa que no se sepa después que hacer con él en relación a las mayorías. Los incautos ponen los votos y otros los recursos para idiotizarlos mientras se mantienen los problemas de fondo sin resolver.

Fueron exitosos en la última campaña electoral donde el candidato Peña que afirmó estar a favor del casamiento homosexual cambió su posición para sostener sin rubor las banderas del fascismo: Dios, patria y familia con la que gobernaron Mussolini en Italia y Franco en España. Se escondieron los dogmas del coloradismo de los pynandi, la polca, el caballo, el naco y el poncho para emerger a lomo de los dislates las cuestiones de género y el fin de la inserción de la UE en temas de educación. Cuando llegaron al poder recularon sin graves consecuencias. Los pastores y su grey se sintieron traicionados cuando no pudieron con el convenio firmado para recibir una magra donación para dar de comer a niños hambrientos de comida y de conocimiento.

Mientras la pobreza, la ignorancia e inequidad continúan creciendo, es cada vez más necesario utilizar los recursos de la guerra cultural que mantienen los niveles de sometimiento a números altamente eficientes para ganar elecciones y seguir robando.

La gran “batalla cultural” es la que tiene que librarse justamente contra las causas que generan todas esas consecuencias. Robo de casi 2 mil millones de dólares anuales de las arcas del Estado, hospitales abandonados a su suerte, escuelas derruidas con educación en los últimos lugares, dos millones de pobres y más de 700 mil personas en pobreza extrema, 60% de paternidad irresponsable, 85% de abusos de niños en entornos familiares... esos y muchos otros temas son las consecuencias de una guerra cultural que no quiere librarse y se distrae a la gente con la cuestión de género y otras menudencias. Vamos a animarnos a enfrentar nuestros grandes problemas y no dejarnos engañar con los distractores de partidos agotados de ideas, banderas y portaestandartes significativamente corruptos.

Mientras la ignorancia siga sosteniendo esta marcha, algunos seguirán sumergidos como los comedores de loto en un humo espeso que los distrae y los somete. La verdadera guerra cultural es contra las sombras imaginarias de los mismos que circulan en las cavernas de Platón.

Disipemos las tinieblas y hagamos la tarea de acabar con sus causas para no seguir lamentándonos sus consecuencias. En el baño de los neutros no está el problema claramente.

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