El arzobispo Adalberto Martínez, el primer cardenal paraguayo, fue el encargado de dirigir la misa central en honor a Nuestra Señora de la Asunción en la Catedral Metropolitana. El tema de este año fue: “María, modelo y prototipo de espiritualidad laical”.
Durante la homilía, el religioso habló sobre las bondades y virtudes de María como una mujer que vivió en un contexto histórico, que supo asumir su misión y llevó consigo la fe y la caridad para compartir y ayudar a otras personas, sin temor a los peligros.
En ese sentido, indicó que la Iglesia debe asumir un rol de salida, para estar más cerca de la población y sin temor a ensuciarse. “La Iglesia está para evangelizar, que se manifiesta en la liberación de los cautivos y los oprimidos”, afirmó.
Martínez aludió que los graves problemas que hoy padece la sociedad es la quiebra de los valores morales, sobre todo, de aquellos que “por acción u omisión” contribuyen o toleran la corrupción.
Indicó que la corrupción enferma a la sociedad y priva de una vida plena a los más pobres a causa del desvío de los recursos que deberían estar destinados a cumplir con las necesidades básicas como la salud, educación, tierra y trabajo para todos.
“Al estado de corrupción pública y privada se suma el crimen organizado en sus diversas vertientes como el tráfico de drogas, tráfico de personas, lavado de dinero, entre otro males”, lamentó.
Ante esa situación, Martínez lanzó un claro mensaje: “Si no reaccionamos como Iglesia y sociedad, la corrupción y el crimen organizado terminarán aniquilando la institucionalidad de la República y será fuente de dolor y sufrimiento para toda la sociedad”.
Apuntó a la Fiscalía y al Poder Judicial
Adalberto Martínez mencionó que la inequidad social es consecuencia de la codicia de personas que despoja a los más pequeños de sus derechos de desarrollo como el acceso a la tierra para evitar el desarraigo, sobre todo, de los indígenas y campesinos.
“Una sociedad más justa es tarea de la política y de los políticos. Ojalá tengamos más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los más pobres. Es imperioso que haya trabajo digno, educación de calidad y salud integral”, reiteró.
No obstante, el arzobispo ratificó que el saneamiento moral no será posible si los organismos encargados de perseguir la corrupción y evitar la impunidad no cumplen a cabalidad su misión constitucional.
“Subrayamos la responsabilidad del Poder Judicial y del Ministerio Público. La corrupción social es un pecado grave. Exhortamos a los cristianos con cargos de relevancia a investigar e impartir justicia”, afirmó en forma tajante.
Además, instó a las principales autoridades de esos organismos a revisar sus actuaciones y decisiones y ver si se ajustan a los principios cristianos. En ese sentido, resaltó la valentía y trabajo que realizó el fiscal Marcelo Pecci, asesinado por el crimen organizado en Colombia.
Su cuestionamiento se da en un momento donde la Fiscalía es la más señalada por beneficiar a un solo sector. La fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, se salvó hace unas semanas de su tercer juicio político.
“La calidad de la democracia depende de una ciudadanía consciente de sus derechos y obligaciones. Todos debemos apostar para que los niños, niñas y adolescentes reciban la máxima escolaridad posible y adquieran las herramientas necesarias que les permitan acceder a una vida digna y feliz”.
Tráfico de niños y autocrítica de la Iglesia
El arzobispo Adalberto Martínez se mostró muy preocupado por el tráfico de niños, niñas y adolescentes. Señaló que en los últimos dos años hay unos 1.000 desaparecidos, según fuentes de la Policía Nacional.
“¿Dónde están esos niños? ¿Qué pasó de ellos? ¿Con qué fin fueron llevados del seno de sus hogares”, fueron las preguntas que se hizo y cuyas respuestas afirmó que deben ser proporcionadas por las autoridades.
Por eso instó que de forma urgente las instituciones tomen medidas para defender a los más vulnerables y también para castigar a quienes cometen el “terrible crimen de tráfico de niños”.
Luego volvió a referirse a la pérdida de los valores morales en la sociedad y fue autocrítico al mencionar que es una señal de la ineficaz evangelización de la institución religiosa. “La Iglesia tiene su cuota de responsabilidad en la pérdida de los valores morales”, aseguró.
Señaló que la grieta entre la fe y la vida evidencia que fueron insuficientes las enseñanzas porque “muchos de los bautizados, frente a esta realidad, humildemente pedimos perdón, por los daños causados por miembros de la Iglesia a las personas más vulnerables”, expresó.
Martínez reconoció que también hace falta una reconversión pastoral para prevenir las “dolorosas incoherencias” de algunos de sus presentantes y así poder cumplir su rol dentro de la sociedad.
“Necesitamos una campaña nacional para recuperar el tejido social y moral. Es muy importante la misión de la familia, donde se vive y se transmiten los primeros valores humanos y cristianos. Es el primer espacio para el cuidado del cuerpo y espíritu”, señaló.
Al respecto, agregó que en la familia se cuida la vida en todas sus etapas, donde “crecen varones y mujeres” y “donde se nutre la fe y el impulso misionero y donde nacen las vocaciones cristianas”.