23 nov. 2024

Inaceptable impunidad para
torturadores del stronismo

Después de 48 años, uno de los torturadores de la era stronista enfrentará un juicio oral. Se trata del ex policía Eusebio Torres, quien será juzgado por un caso de torturas registrado en abril de 1976. Aunque la defensa pidió la extinción de la causa, los jueces entendieron que se aplicaba el artículo 5 de la Constitución que declara imprescriptibles los delitos de lesa humanidad. Necesitamos memoria, necesitamos verdad y justicia, y luchar contra la impunidad, pues solo de esa manera podremos evitar repetir los horrores del pasado.

Apenas algunos de los principales ejecutores de la política represiva de la dictadura de stronista como Pastor Coronel, Alcibiades Brítez Borges, Lucilo Benítez, Juan Martínez, Alberto Cantero, Agustín Belloto, Francisco Ortiz Téllez, y otros fueron sentenciados en unos ocho casos llevados ante la Justicia en los 35 años de democracia. El resto, incluyendo al dictador Alfredo Stroessner, lograron la total impunidad.

De acuerdo con los datos del informe final de la Comisión de Verdad y Justicia, durante la dictadura del general Alfredo Stroessner, entre 1954 y 1989, hubo 20.000 víctimas directas de violaciones de derechos humanos; 19.862 detenidos en forma arbitraria o ilegal; 18.772 torturados, 59 ejecutados extrajudicialmente, 336 desaparecidos, 3.470 exiliados, 107.987 víctimas indirectas, entre familiares y allegados y 7.851.295 hectáreas de tierras malhabidas.

Lamentablemente, y a pesar de que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, según la propia Constitución Nacional, la Justicia paraguaya ha dejado muchas veces la puerta abierta para los monstruos que torturaron a cientos de compatriotas.

Conocido con el sobrenombre de Tejuruguái, Eusebio Torres, el antiguo ex miembro de Investigaciones de la Policía stronista obtuvo el apelativo, pues era conocido por practicar las torturas utilizando este tipo de látigo.

48 años después, la Fiscalía lo acusa de torturas, de las que resultaron víctimas, Carlos Ernesto Casco, Luis Alberto Aguilera de Casco.

Según la acusación, Carlos Casco fue detenido en el puerto de Asunción, al llegar de la Argentina, en abril de 1976, y fue llevado al Departamento de Investigaciones, donde lo torturaron Camilo Almada Morel y Lucilo Benítez, ambos torturadores ya fallecidos; luego de tres días, apareció Eusebio Torres, quien le torturó y amenazó con matar a su esposa. Tras 6 meses fue derivado a Emboscada y salió libre en agosto de 1978. Dice la Fiscalía que su hermano Luis Casco fue detenido en Villarrica y llevado a Investigaciones, donde fue torturado por Torres, con picana eléctrica y pileteada, luego fue a Emboscada. Otra de las víctimas, Teresa Aguilera, estaba embarazada de 6 meses y fue detenida en Encarnación y trasladada a Investigaciones, donde Torres también la torturó.

En el año 2019, un fallo del Tribunal de Apelación extinguió el proceso que investigaba casos de homicidio con fines políticos, torturas y privación ilegítima de libertad durante la dictadura stronista, y dispuso el sobreseimiento definitivo de los ex torturadores Camilo Almada Morel, alias Sapriza, y Eusebio Torres Romero ante la “extremada dejadez del Ministerio Público”.

No obstante, si bien es cierto que los torturadores habían quedado libres en aquel caso, el Estado paraguayo no se salvó de la sanción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la violación reiterada de derechos humanos contra Agustín Goiburú Giménez, Carlos José Mancuello Bareiro y los hermanos Rodolfo y Benjamín Ramírez Villalba durante la dictadura de Alfredo Stroessner.

Nuestro país cuenta con el inestimable acervo del Archivo del Terror, en el que constan los informes de los propios torturadores y policías de la dictadura, que se conserva en el Centro de Documentación y Archivo - Museo de la Justicia, en el Poder Judicial.

Después de 35 años, mantenemos la deuda con las víctimas cuyos derechos fueron violentados durante la dictadura, por ello, debemos preservar la memoria de lo que pasó, solo ella nos ayudará a entender el presente para construir un futuro mejor. Un pueblo que niega su historia está condenado a repetir sus errores y sin justicia nuestra democracia nunca será verdadera.

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