05 jun. 2025

Incendios

El país pareciera estar cerca del apocalipsis en una semana donde más de diez mil focos de incendios y un bochornoso calor de 45 grados asustaron incluso a la curva ascendente del Covid-19, apresurando las “buenas noticias” de un devaluado y quemado ministro de Salud.

El malhumor social reinante alcanzó su pico más alto. La ciudadanía está perdiendo la paciencia y su tolerancia a toda prueba puede acabar como los volcanes: tirando humo, lava y fuego al mismo tiempo. Claramente no está dispuesto este país a sostener su promovida resiliencia histórica y menos a morir incinerado de sed, hambre y angustia.

El Gobierno está obligado a mostrarse empático más por codicia que por solidaridad real. Se tiene que ver que en realidad son nuestros representantes y que lo que se les dio en administración tiene que ser invertido con transparencia y honestidad.

La percepción que se tiene es que incluso cuando el país se incendia lo único que les interesa es seguir medrando a costa incluso de la desgracia de la gente.

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No son las siete plagas de Egipto las que se abalanzan sobre el Paraguay, sino es algo que resume todas ellas: la corrupción. Contra ella solo se enfrenta la notable capacidad de aguantar porque vemos en los tres poderes muy pocos gestos que demuestren estar convencidos de la urgencia que nos toca vivir. Por el contrario, actúan de una manera ofensiva al sentido común insultando la racionalidad más primaria.

Nuestros representantes no sienten ni el calor, el hambre ni la necesidad de la gente. Están refugiados en sus guaridas de aire acondicionado desde donde diseñan sus golpes contra la paciencia y la tolerancia de todos. No se dan cuenta de que lo poco que queda de ellas se está quemando todos los días mientras los gobernantes juegan a demostrar que tienen el control de todo. Incluso el presidente Abdo tiene tiempo para desear pronta recuperación a Trump, pero no se le ve ni cerca de los médicos que luchan contra el Covid-19 y menos dando su voz de aliento a los bomberos que enfrentan las desatadas llamas que amenazan con incendiar todo a su paso.

Tenemos claramente muestras elocuentes de un gobierno alejado de la gente y temeroso de asumir sus responsabilidades. Quizás ya no teme ser quemado porque sabe que lo está. Sus prioridades están en cuánto presupuesto tienen para gastar en lo mismo el próximo año y no en los sacrificios que el sector público deba hacer de cara a sus agotados, exhaustos e incinerados económicamente mandantes. Ellos no perciben que el país se incendia porque están refugiados en una vida confortable donde nada les hace sentir ni frío ni calor.

No nos alcanza compararnos con otros incendios ni con otras tragedias, es suficiente con vivirla en carne propia todos los días y es angustioso saber que no conseguimos llamar su atención. Solo esperan que todo esto pase y mientras tanto operar para incluso lucrar de esta desgracia. Es todo lo que perciben incluso en la muerte, la desilusión y la pobreza generalizada.

Pocas veces hemos visto un gobierno tan alejado de las necesidades de la gente. Creímos haber aprendido todo; sin embargo, lo que vemos es solo la continuidad de todo lo anterior, pero... empeorado. Hay que cortar el nudo gordiano si sobrevivimos este incendio voraz que nos adelanta el apocalipsis.

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