La inclusión financiera es una frase muy utilizada como un deseo de gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, metas de instituciones públicas o privadas, publicaciones, estudios, indicadores, consultorías. Y todo un ecosistema basado en el hecho de que un ciudadano incluido financieramente a través de instituciones financieras reguladas pueda tener una cuenta con la cual mover su dinero electrónicamente.
Además, llevar el control de sus gastos, poder generar ahorros y acceder a créditos justos. Ello, porque tiene capacidad de progresar y de tener la tranquilidad y el bienestar que las finanzas ordenadas le dan a cualquier ser humano.
Luego de haber visto muchas iniciativas, hoy considero a la inclusión financiera como una opción libre y soberana de cada ciudadano que, motivado por los beneficios que ve para su propia vida, toma la decisión de dar sus primeros pasos a partir de su informalidad, del uso del efectivo para esconder sus operaciones, y decide libre y soberanamente iniciar una vida financiera ordenada, visible y trazable que le permita progresar económicamente.
¿Y cuáles son estos motivadores? El primero de todos es la libertad. Si el ciudadano tiene posibilidad de elegir libremente con qué institución financiera regulada desea operar, sea esta un banco, financiera, cooperativa o billetera; si el ciudadano puede decidir, optar, habilitar y operar una cuenta, habrá dado su primer paso de forma autónoma y sin que nadie le exija tener que abrir una cuenta obligatoria en una institución que él no conoce o donde no desea abrirla.
El segundo componente es la accesibilidad para poder operar con esa cuenta, teniendo al menos una opción gratuita a disposición para poder transferir fondos, recibir transferencias o giros, hacer pagos, pagar compras, depositar o retirar efectivo de la cuenta. La accesibilidad significa también la tranquilidad de que no le llegará a comisiones o costos ocultos que le sorprendan inesperadamente.
El tercer componente es la ubicuidad de poder incorporar a su día a día operaciones financieras en el ámbito de su confianza, pudiendo operar en los comercios de su barrio, pagar las cuentas en la boca de cobranzas que más cerca le quede, confiar en su aplicativo y que el acceso al mismo le sea fácil, comprensible, informado y seguro. Y el último componente es la disponibilidad de múltiples canales que puedan ser utilizados para realizar pagos, ahorrar o acceder a un crédito.
Creo que nuestro país está en el camino correcto en estos cuatro componentes. También creo que la inclusión financiera está comenzando a ocurrir a una velocidad cercana a la que se espera, a través de una amplia oferta de cuentas que van corriendo de boca en boca en la población.
Así, además del trabajo del sistema financiero para ofrecer servicios de transferencias y pagos los 7 días de la semana, las 24 horas del día, posibilitando el flujo del dinero convenientemente a todas las partes.
Ojalá podamos acelerar la inclusión financiera con mayores motivadores e incorporar los pagos del gobierno a las personas, sean estos salarios, subsidios de programas sociales, transferencias monetarias condicionadas, pagos a proveedores, jubilaciones, reembolsos de viáticos.
En fin, todo flujo del dinero del gobierno a las personas, respetando estos cuatro componentes que darán a los beneficiarios de estos pagos la posibilidad de iniciar su bienestar financiero que, dicho en breves palabras, le permitan “dormir tranquilo”.