Si pudiéramos ser lo suficientemente rigurosos no creo que ninguna figura pública o funcionario podría salvarse de explicar lo tiene con lo que cobró como empleado de nosotros. No se requiere mucha astucia para comprobarlo.
El valor de los inmuebles que posee, los vehículos o estancias están muy por encima de los mejores salarios que incluso la función pública puede pagar. Con la obligatoriedad de la declaración jurada de bienes es posible hacer una trazabilidad, pero tienen la opción de “corregir” aquello que olvidaron o no tienen forma de sostener.
La Contraloría siempre va muy por detrás y nadie la teme.
La senadora Lizarella Valiente al igual que muchos no puede haber olvidado informar sobre la casa que habita y que nunca pudo haberlo adquirido con su salario de empleada pública de hace años.
Los de la Contraloría dicen que buscarán las inconsistencias en la misma, pero es casi seguro que nada pasará como ocurrió con el ex presidente Duarte Frutos quien de pobre de solemnidad pasó a ser rico desde la función pública.
Sus inconsistencias eran evidentes y claras, pero zafó de la Justicia como muchos de nuestros empleados a quienes no les importa la relación de sus bienes con los salarios que les pagamos.
Claramente, hacen su sueldo al costado y con un tráfico de influencias desde donde se nutren los que roban los casi 2 mil millones de dólares anuales del erario.
Si solo investigaran la cooperativa de los policías casi ninguno podría justificar la fortuna en cuentas de ahorro que tienen con los salarios que recibieron o reciben.
Las inconsistencias son múltiples y cuando critican el accionar de la Contraloría o la Fiscalía estas salen con que no tienen personal adecuado ni conocimiento para hacer la trazabilidad de esos recursos. Ellos son parte del mismo esquema de inconsistencias y no desean saber aquello que podría convertirse en un bumerang.
Son muy pocos los vyros (tontos) que no se enriquecieron por el paso de la función pública.
Una minoría silenciosa que ve pasar la vida viendo como sus compañeros de ruta amasaron una fortuna con el dinero de todos. Son como el intendente de Asunción y su mayoría en la Junta Municipal que aprueban endeudarse más para pagar salarios de una administración en bancarrota y sospechada de corrupción.
El intendente que vive en Lambaré en una casa inconsistente no parece inmutarse ante el grito de una minoría que le reclama los más de 70 millones de dólares que no pueden ser explicados donde están.
Los colorados de la Junta junto con tres liberales que hacen parte de la rosca corrupta del Municipio más otros que son agresivos en las redes, pero se ausentan en las sesiones le dejan el arco libre a los corruptos para que pateen a placer.
Las inconsistencias de estos no solo son materiales, sino también éticas, de conducta y de proceder. Son los que avalan el robo a las arcas públicas.
Son los que sostienen que su corrupción será enterrada en el olvido por otro escándalo similar o de mayor tamaño.
Es inconsistente también el júbilo que muestra el Gobierno de haber evitado que un inmenso alijo de cocaína salga con destino a Europa, pero no le parece vergonzoso que el único preso sea el chofer de una de las cargas. ¿Dónde están todos aquellos que operaron para que ese volumen pasara por nuestro territorio?
Para qué intentar saber si el senador Galeano inaugura puentes y legisla mientras es procesado por narcotráfico y otros delitos con su jugador Marset. La mayor inconsistencia del Paraguay es la que se tiene entre lo que manda la justicia y el proceder de los que han montado un gran esquema de impunidad y desvergüenza. Si eso no se acaba todo será un vyrorei como lo afirmaba un presidente corrupto.