Paraguay es altamente dependiente del dólar, como cualquier otro país, pero esa dependencia se profundiza por su escaso nivel de industrialización que hace que dependamos de insumos, maquinarias y otras importaciones tanto para el consumo como para la producción.
La situación se hace más compleja al incorporar ahora el alto peso de la deuda pública, mayoritariamente en dólares y que ha llegado a los límites de la sostenibilidad. Esto demandará cada vez mayor cantidad de dólares para su pago, poniendo en riesgo no solo el crecimiento, sino también otros determinantes del bienestar.
Es hora de hablar de un proceso de industrialización que nos permita diversificar la producción, las exportaciones y los mercados, agregar valor y generar mayores efectos multiplicadores en la economía. El derrame que ha tenido nuestro modelo de crecimiento hasta ahora ha sido mínimo. Esto se refleja en los indicadores laborales que no han logrado mejorar la calidad del empleo ni de los ingresos, y en los últimos años ni siquiera ha permitido reducir la pobreza.
La industrialización contribuirá a la generación de divisas. Todos los países exitosos en su proceso de desarrollo impulsaron sus sectores industriales con este objetivo, mejorando así su estabilidad económica y competitividad global. Esta idea ni siquiera es moderna, viene desde la Revolución Industrial, que marcó un cambio significativo en los métodos de producción y las estructuras económicas en todo el mundo. A medida que los países se industrializaron, se enfocaron cada vez más en la fabricación de bienes para los mercados internacionales, lo que llevó a aumentos notables en las reservas de divisas y el crecimiento económico. Comprender la dinámica de la industrialización es crucial tanto para las economías desarrolladas como para las economías en desarrollo.
Las lecciones aprendidas de casos exitosos, como los Tigres Asiáticos, subrayan la importancia de la planificación estratégica y el apoyo gubernamental para fomentar un sector industrial competitivo capaz de generar ingresos sustanciales en divisas. Estos países se transformaron en menos de treinta años, por lo que gran parte de su población logró ver los resultados positivos del cambio.
Sin embargo, este objetivo requiere importantes esfuerzos para el país. En primer lugar, el desarrollo de mano de obra calificada que pueda gestionar procesos industriales e innovar es esencial para la competitividad. La educación y el desarrollo de capacidades son fundamentales para aumentar habilidades gerenciales de nivel medio que estén alineadas con la gestión industrial y la tecnología.
En segundo lugar, la infraestructura. Los países que han priorizado infraestructuras de transporte, energía y comunicaciones experimentaron una mayor eficiencia y productividad, necesarios para el éxito de la industrialización.
En tercer lugar, la atracción de inversión extranjera directa, pero su cantidad y calidad dependen de los dos factores anteriores y de la existencia de entornos regulatorios favorables para los inversores. Los casos exitosos indican que el aprovechamiento eficaz de esta inversión puede generar importantes transferencias de tecnología y de conocimientos, lo que fomenta el crecimiento económico sostenible. Los riesgos políticos, incluidas la corrupción y la inseguridad jurídica, disuaden la inversión, lo que limita el capital disponible para proyectos industriales.
Por muchas razones, Paraguay necesita avanzar en su industrialización, tanto para diversificar su estructura productiva y exportadora como para reducir la dependencia de divisas. Solo de esta manera lograremos reducir la excesiva volatilidad económica y aumentar los efectos multiplicadores a nivel microeconómico.