Los retratos únicos de Jerusalén y otros lugares santos de hace 150 años, fueron tomados por algunos de los pocos fotógrafos profesionales de la época en sus viajes por Tierra Santa y muestran, además de los principales lugares de culto de las tres religiones monoteístas, situaciones cotidianas de la vida en el entonces territorio controlado por el Imperio Otomano.
Las bellas imágenes del Monte de los Olivos, el Muro de las Lamentaciones, la Explanada de las Mezquitas, el Santo Sepulcro y las callejuelas de la Ciudad Vieja, abren una rendija al público para imaginar la vida en aquella época, con edificios y paisajes que aún son reconocibles en la actualidad.
“La fotografía es uno de los métodos de archivo más atractivos”, explica a Efe Gil Weissblei, archivero e investigador de la Biblioteca Nacional, que agrega que “es emocionante ver la enorme diferencia entre el pasado y el presente y lo que hemos logrado en esta ciudad (Jerusalén)” en el último siglo y medio.
Las empobrecidas calles de la ciudad, la diferencia entre el aspecto de turistas y peregrinos con el de los locales, el mal estado y falta de infraestructuras plasman la diferencia entre Tierra Santa y Europa en aquellos años.
La Puerta de Damasco, por ejemplo, en el centro de la parte oriental de la ciudad y que hoy en día tiene locales de comida, mercados, puestos ambulantes y una vida floreciente, aparece en una imagen de 1899 con aspecto abandonado, prácticamente despoblada y con un camino de tierra sin empedrar, por el que transitan camellos y caballos.
Otra captura muestra la Puerta de Yafa, hoy uno de los principales accesos a la parte vieja de la ciudad, y que en aquel entonces tenía un aspecto más avanzado que la de Damasco: con comercios, casetas, toldos y carrozas en las que se movilizaba parte de la población, que sólo podían acceder por esa entrada, la única lo suficientemente ancha para el paso de los carruajes.
“Es una buena forma de poder vislumbrar el siglo XIX e imaginar como fue, puedes imaginarte a ti mismo dentro de esa fotografía, puedes sentir el paso del tiempo”, menciona Weissblei, y remarca algo que en ese momento podía parecer obvio y hoy resulta mucho más difícil: “En ese entonces no había fronteras, por lo que los fotógrafos que visitaban la región iban sin problema de Damasco a Beirut y a Jerusalén”. Un paso hoy prohibido por la enemistad entre Israel y sus vecinos, Siria y Líbano.
Las imágenes que ahora se exponen (alrededor de medio centenar) fueron en su mayoría donadas a la Biblioteca Nacional tanto por fotógrafos como por coleccionistas que las fueron comprando durante los años.
El método de impresión utilizado en la mayoría fue el de copia a la albúmina, un procedimiento de positivado en papel, en el cual las imágenes eran impresas en un papel muy fino cubierto de albúmina.
El peso, precio y dificultad de manejo de las cámaras fotográficas de la época generaban que fuera difícil para los turistas y peregrinos que visitaban la región tomar sus propias imágenes, así que fotógrafos profesionales vendían sus fotografías para que los visitantes agregaran a sus álbumes de viaje.
Gran parte de las que ahora se dan a conocer son obra de los fotógrafos Félix Bonfils -un francés que fue uno de los primeros fotógrafos comerciales en retratar Oriente Medio- y el italiano Luigi Fiorillo.
Sus retratos muestran con asombrosa claridad lo bien que se han preservado tanto edificios históricos y religiosos como las pequeñas callejuelas y rincones de la Ciudad Vieja, de las que hoy los turistas se llevan capturas muy similares.
Una de las principales diferencias radica, sin embargo, en el comportamiento y normas de conducta de la población, algo que queda en evidencia en la imagen del Muro de las Lamentaciones, sitio de culto más sagrado para la religión judía, donde se ve gente de distintas etnias y a hombres y mujeres mezclados, algo impensable en la actualidad, donde se segrega a las mujeres de los hombres.
“Se puede aprender mucho más del siglo XIX en Palestina en base a estas fotografías que de memorias o libros”, menciona Weissblei. “Se pueden ver cosas que no leerán en otro lugar o no encontrarán en absoluto”, agrega.
Un ejemplo, señala: las manchas en las ropas de los residentes que ilustran un detalle que no cuentan los libros de historia, la suciedad de la gente, que vivía en condiciones higiénicas muy pobres en una Tierra Santa que, 150 años más tarde, sigue recibiendo el asombro de turistas y la fe de peregrinos entre sus calles y muros.