Me llamo Elva Natalia Aranda Ortellado y soy oriunda de la ciudad de San Lorenzo. Cuando era niña me dolía mucho ver a los niños de la calle y observar injusticias con ellos.
Mis padres siempre trabajaron, tuvieron una infancia muy difícil porque eran personas humildes y dentro de su precariedad, ellos nos dieron todo. Mi abuela siempre fue una persona excelente, ella era enfermera en la guerra y ayudó a muchísima gente y con su ejemplo, mis hermanos y yo aprendimos esos valores. Tengo una hija mayor de 22 años y el menor tiene 13 años, actualmente. Pasé muchas situaciones sola con mis hijos porque su padre nunca nos ayudó. Uno de los momentos más duros de mi vida fue cuando mi hija tuvo problemas de salud, tenía soplo en el corazón y pasó muchos años por estudios y teníamos que estar pendientes hasta que tuvo su alta a los 13 años. Es muy difícil cuando tenés que pelear en la Justicia por la salud de tu hijo en este país, por ese lado, me costó bastante. Me identifico cuando veo a mamás solas con sus hijos enfermos porque es una situación que yo pasé y las mujeres paraguayas, realmente, son mujeres muy valientes, luchadoras y hacen lo que sea por ver mejor a sus hijos, a veces no pueden trabajar porque no tienen con quién dejarles y dentro de la casa se esmeran para salir adelante, hacen tortas, manualidades y lo que sea por sobrevivir y es admirable y más en estos casos, que tienen niños con discapacidad porque ser madre es un trabajo duro, pero en este caso, es doble el trabajo porque necesitás darle atención las 24 horas a estos chicos haciendo consultas, fisioterapias, entre otras cosas. Yo le conocí a mi esposo que se llama Uwe Dillenberg, en enero del 2018 cuando vino a quedarse a vivir en Paraguay como representante de la fundación alemana que se llama Kinderhilfswerk ICH eV. A partir de ahí, empezamos a buscar donaciones para los niños de Paraguay. Al principio eran ropas, juguetes, zapatos para los niños del interior y de las comunidades indígenas, luego empezamos a traer equipos médicos como ecógrafos, ambulancias, equipos para hacer endoscopía, sillas de ruedas, andadores, y otros elementos. Con mi esposo coincidimos en muchas cosas, porque él también es una persona a la que le gusta ayudar y fue así como surgió la idea de traer donaciones a los chicos con discapacidad. Afuera de mi trabajo siempre veía en el semáforo a los niños pidiendo monedas y ese primer año que empezamos la relación en el 2018, comenzamos a preparar golosinas y juguetes para poder darles a los chicos en Navidad. Mi marido era periodista de guerra y a raíz de su trabajo, él siempre decía que son los niños los que más sufrían y fue por eso que entró a trabajar con la fundación en Alemania. Con la comitiva de la fundación, recorrieron varias ciudades del interior y vieron la realidad de lo que es el país con tanta necesidad y fue ahí, que ellos decidieron incluirle a Paraguay en la lista de países beneficiarios de Latinoamérica. Yo trabajé en el rubro de contabilidad casi 20 años y cuando comencé a realizar las donaciones renuncié a mi trabajo, para poder trabajar al cien por ciento en esta causa. En plena pandemia llegó la primera tanda de donaciones en el 2020 para el Hospital de Acosta Ñu. Trajimos sillas de ruedas, además de juguetes y andadores para los chicos. Un día caminando en el barrio con mi esposo, unos vecinos nos dijeron que conocían a una familia que necesitaban ayuda para su hija con discapacidad y, a través de ellos, muchos otros padres se contactaron con nosotros y ahí nos dimos cuenta de la realidad de la necesidad de los niños con discapacidad en el país, porque hay muchos que no tienen acceso a una fisioterapia, sobre todo, en el interior. Los padres se acercaban y nos decían que acá es imposible conseguir algunos elementos médicos por el costo. Las sillas que traemos son exclusivamente para chicos. Cada año recibimos una tanda, no una gran cantidad lastimosamente, porque a nosotros nos encantaría traer un container lleno, pero el tema es el costo del envío. Es muy frustrante para mí conocer la realidad de los hospitales del interior y ver las necesidades que hay y, realmente, es desesperante cuando uno conoce las historias de esas familias que no tienen para su día a día y para solventar los gastos médicos de sus hijos que padecen de alguna enfermedad. Para mí es una bendición poder ayudar a los padres y es lo mejor ver la sonrisa de los niños, ver mejorar su calidad de vida porque inclusive, los padres de los chicos que hacen terapia nos comentan que en el algunos casos, el chico puede volver a caminar. Estas herramientas para ellos es muy importante y es algo que a nosotros nos llena el alma. Cuando los padres me mandan fotos o videos de los niños usando día a día su silla de rueda o su andador, me siento agradecida, porque es como darle a ellos una oportunidad de llevar una vida más normal, porque la mayoría de estos chicos están en sus casas encerrados y con una silla de rueda o andador que les donamos pueden tener una mejor calidad de vida dentro de las limitaciones que ellos tienen y nos incita a seguir. Me encantaría poder ayudar mucho más a mis compatriotas. Insto a las madres que tienen niños con discapacidad a que no se rindan y con la constancia de ellas, sus hijos pueden mejorar porque son las mamás las que siempre están ahí procurando para que eso sea posible y es algo que hay que destacar. Por todas las historias que nos tocó vivir y ver, vemos que todas las mamás paraguayas se sacrifican para tener una mejor vida para sus hijos. A veces me duele cuando los padres me dicen que para el Gobierno nuestros hijos no son número porque no votan y lastimosamente es así y, entonces, no se les da la importancia que merecen y no hay un presupuesto destinado para los niños con discapacidad. Creo que es una de las principales causas por las que sigo luchando, por los derechos de los niños y para que puedan tener una vida digna. A veces, un plato de comida, o acercarse a una persona y ver qué necesita ayuda mucho, por lo menos dar una palabra de aliento y un pequeño gesto que uno puede dar puede significar mucho para la otra persona. Lograr una sonrisa en un niño, ese es mi principal propósito en esta vida.
Elva Natalia Aranda Ortellado se dedica a realizar donaciones a niños con discapacidad de escasos recursos. Muchos de estos chicos viven encerrados por no tener como desplazarse. Entregan sillas de ruedas y andadores.
Busco siempre la forma de ayudar y tocar todas las puertas para poder ayudar a los niños. Lo máximo que me pueden decir es no, pero siempre voy a seguir haciendo el intento.