Por: Carlos Darío Torres.
Fotos: Fernando Franceschelli.
El patio es un muestrario de creatividad, el escaparate en el que Siegfried Konther exhibe sus inventos, la mayoría en funcionamiento. “Tienen que moverse para que la gente crea”, expresa este innovador autodidacta, dándole un giro a la expresión “paraguayo opoko mante va’erã”. Es que la proverbial desconfianza hacia lo novedoso de quienes nacieron en esta tierra, suele ser un obstáculo para quienes tienen el afán de innovar.
En el fondo de la casa de don Siegfried, uno encuentra desde estanques (son varios) donde se crían tilapias, carpas, pacúes –para consumo propio y también para comercialización–, hasta pequeños generadores de electricidad, como los prototipos que funcionan con energía eólica –producida con el viento– o con energía undimotriz u olamotriz –generada por las olas–, todas en riguroso funcionamiento. Para que la gente vea y crea.
Las olas y el viento
El modelo a escala de su generador eólico se encuentra al lado del que produce energía eléctrica mediante la fuerza de las olas, al que don Siegfried bautizó como maremotor. El inventor explica que el motor maremotriz para aprovechar las olas tiene un funcionamiento muy sencillo, con dos crickets.
“Se puede montar en la costa del mar y la potencia que alcance dependerá del tamaño de la boca de entrada. Tiene dos sentidos de giro”, resume. Al instante sonríe y comenta que “en Paraguay este motor no tiene futuro, porque no tenemos mar, pero se puede perfeccionar para instalarlo en países con litoral marítimo”.
Don Siegfried hace memoria y afirma que construyó el motor olamotriz hace más de 10 años, pero enseguida hace un ajuste a su cálculo mental y afirma que en realidad es más antiguo. “De 1999 es”, precisa. Casi el doble de añejo de lo que creía y decía inicialmente.
“Ahora con pocas revoluciones ya se produce corriente, con los focos led”, añade, como queriendo resaltar que su creación superó la barrera del tiempo –que para algunos mecanismos es sinónimo de obsolescencia– y que, incluso, con lo nuevos tipos de bombilla hasta podría ser más eficiente que en la época en la que fue ideada.
Pero en este momento, la estrella de su exhibición es la que este científico denominó “la hidroeléctrica más pequeña del mundo”. “Tenemos la hidroeléctrica más grande (refiriéndose a Itaipú, que en la actualidad ya no posee ese galardón) y ahora también la más pequeña”, manifiesta con picardía.
Como todos los aparatos de don Siegfried, este también está en plena operación, y alimenta con fluido eléctrico algunos focos. Solo que, a diferencia de sus otros inventos, este tiene un fin meramente didáctico, para que escolares y otros interesados vean cómo se puede producir electricidad mediante la fuerza del agua.
Ruddy, el hijo de don Siegfried –quien acompaña a su padre en su a veces quijotesca afición, a pesar de que sus preferencias se inclinan por la música– relata que el escepticismo de la gente es tal, que creen que el líquido que mueve a la turbina en miniatura está a su vez impulsado por alguna fuerza no natural.
“El agua viene de allá arriba”, señala Ruddy en dirección al frente de la propiedad, donde se encuentra la casa del inventor. Proviene de una naciente natural y se canaliza hacia la rueda que genera la energía; y a los estanques en donde se crían los peces.
Solo experiencia
La inventiva de don Siegfried es tan fecunda que, en medio del recorrido explicativo, el visitante se siente tentado a preguntarle por su formación profesional. “Hasta quinto grado nomás”, responde para destacar el nivel alcanzado en el sistema educativo formal.
“Nunca seguí ingeniería mecánica ni ninguna otra carrera similar”, confiesa. Sus conocimientos los obtuvo de manera empírica y están relacionados con su historia, una que empieza muy lejos de su cuna guaireña, en la distante, en tiempo y espacio, Alemania nazi.
Siegfried Konther Chamorro nació en Villarrica, el 23 de noviembre de 1940. Su madre era paraguaya y su padre, un alemán que decidió emigrar al Paraguay para no ser enrolado por el Ejército germano. En ese momento, la Gran Alemania soñada por Adolf Hitler ya empezaba a integrar por la fuerza a sus vecinos. Los negros nubarrones que anunciaban la proximidad de la Segunda Guerra Mundial cubrían el horizonte, y aquel muchacho no quería ser parte de la barbarie que se avecinaba.
Así se fugó de su país para recalar en el nuestro. Decidió quedarse y formar familia. Tenía muchos conocimientos de mecánica, pero solo de manera teórica. Nunca los llevó a la práctica, porque lo suyo era el comercio, aunque consiguió transmitirle a su hijo Siegfried el hálito vital de la curiosidad por el funcionamiento de los aparatos, lo que haría nacer en su vástago el interés por la invención.
El resto lo hicieron los capítulos posteriores del libro de la historia personal de Siegfried. Cumplidos los 17 años, “el hijo del alemán” tuvo que bajar a Asunción para enrolarse como conscripto, para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. La hora del cuartel había llegado y con ella el siguiente paso, que daría al inventor en ciernes la formación necesaria para el manejo de máquinas.
Y es que, cumplido el tiempo de conscripción obligatoria, esa pequeña cuenta de servicio a la Patria, Siegfried se enroló en la Armada como suboficial, donde permaneció durante 13 años, tiempo durante el cual conoció todo tipo de motores, pues su función era la de motorista.
“Aprendí mucho sobre motores y siempre me parecieron muy complicados. El Volkswagen supuestamente es para el pueblo (Volkswagen se traduce como “auto del pueblo”), pero no es tan así, porque igual sale caro, usa motores convencionales, con muchas piezas móviles que se pueden desgastar. Y ahí los gastos son grandes”, relata.
El financiamiento del prototipo corrió por cuenta de su padre. Así nació el SK1, que fue presentado en una feria en 1975. La firma Rieder le dio la posibilidad de ocupar un stand. Asistieron prominentes personalidades de la política y empresarios, pero a pesar del interés mostrado, la innovación no pasó de esa fase. “Parece que no captaban bien las cosas”, se lamenta.
Sin embargo, el proyecto obtuvo una medalla de plata en Eureka, una competencia para inventores que se llevó a cabo en Bruselas, Bélgica, en 1980. “Solo enviamos los planos porque no pudimos mandar el motor, era muy caro el traslado”, recuerda.
No fue su único éxito internacional. Otro motor, que solo se desarrolló en planos y que llevaba engranajes para hacer los movimientos de manera continua en un sentido, ganó más tarde la medalla de oro en Génova, Italia.
“Tengo un motor a aire comprimido con el que realicé varios recorridos. Íbamos a perfeccionarlo, pero ya no tuvimos tiempo porque trabajamos en otros negocios. Estaba instalado en un Citroën 3CV e hicimos con él varios recorridos. Pero le faltaban detalles para que tenga mayor autonomía”, afirma Konther.
El desafío que enfrenta un innovador con su invento es pasar a la producción masiva. “En cada país hay promotores. Enseguida se ofrecieron, pero solo para promocionar y eso cuesta mucho dinero. Siempre nos daban esperanzas, pero nunca se concretó, creo que porque preferían seguir con los motores convencionales, de cuatro tiempos, y no deseaban hacer algo más sencillo”, asegura.
Lamentablemente, tampoco tuvo ofertas interesantes en el país. Solo el empresario Humberto Domínguez Dibb se ofreció a financiar la producción en masa, “pero él quería el monopolio y entonces dudamos, porque quería enviar el motor a España para perfeccionarlo; quedó en la nada cuando él falleció”.
A pesar de estos sinsabores, la pasión por inventar no decae sino que se mantiene vivo en el espíritu y el corazón del creador. “¿Va a seguir inventando?”, le preguntamos. “Si es posible, sí”, responde. “Quiero hacer uno más grande, pero tiene que moverse para que la gente crea”. El motor que impulsa la creatividad de don Siegfried sigue en marcha. Y no hay obstáculo que lo detenga.
......................................................................
Características
El SK1 es un motor rotativo de dos tiempos, de dos cilindros, con un volumen de 500 cc, que podría producir unos 20 hp. Funciona a gasolina y es eficiente “si todo está bien hecho, por manos de ingenieros”.
.......................................................................
Barato, barato
Siegfried Konther estima que el SK1 puede llegar a costar solo el 50% de lo que cuesta un motor convencional de cuatro tiempos.