10 nov. 2024

Invertir en las personas para el desarrollo

El bono demográfico y el grado de inversión proporcionan un contexto positivo para construir un futuro mejor. Los motores del crecimiento económico se han ralentizado agregándose a su histórica volatilidad; mientras que la crisis climática y la inflación aumentan los costos y la incertidumbre.
Son cada vez más importantes una transición productiva y energética que nos permitan enfrentar el futuro con mayor resiliencia, pero fundamentalmente con desarrollo y bienestar, ya que Paraguay mantiene importantes deudas sociales en estos ámbitos.

La caída de la fecundidad junto con el aumento del ritmo de envejecimiento pone a nuestro país en la segunda mitad del bono, por lo tanto, es fundamental universalizar los servicios de salud, atención infantil temprana, educación inicial básica y media en el corto plazo. Los niños y niñas que están naciendo este año ya serán la última generación. Para ellos deben estar disponibles un sistema de salud y educación de calidad, además de protección social que la pobreza, la discapacidad o la vulnerabilidad, la desnutrición y la crisis climática les ponga barreras de entrada a la educación y salud.

Está claro que invirtiendo la mitad de lo necesario no lo conseguiremos, aun cuando mejoremos la eficiencia. ¿Por qué deberíamos pensar que invirtiendo la mitad de lo que invierten Chile, Costa Rica o Uruguay podríamos tener la salud o la educación de estos países?

El crecimiento económico medido por el producto interno bruto (PIB) ha hecho que en los últimos veinte años Paraguay pasara de ser un país de ingreso medio-bajo a un país de ingreso medio-alto, según la clasificación que realiza el Banco Mundial.

Sin embargo, si analizamos algunos índices de desarrollo que incorporan indicadores que van más allá del PIB, estos nos mantienen en niveles relativamente bajos en la región. Las mejoras han sido lentas, lo que no nos ha permitido cambios importantes en los niveles de desarrollo o bienestar. Estamos mucho más cerca de la región centroamericana y muy lejos de los promedios del Cono Sur.

Si queremos un indicador más sencillo que un índice compuesto por muchas variables como los expuestos en el gráfico anterior, se puede usar el de mortalidad materna, indicador más que significativo sobre la importancia que tienen las personas en el proceso de desarrollo y en las políticas públicas.

Si bien la mortalidad materna se redujo, en 2020 seguíamos teniendo una cantidad de muertes maternas que duplicaban las muertes maternas de Uruguay en 1990, 30 años atrás. Con la pandemia, en 2021 este indicador pasó a 160, en 2022 se redujo a 88,8, con lo cual se observa un retroceso de una década, ya que en 2011 el país presentó ese mismo nivel de mortalidad.

Si a este terrible resultado le agregamos que el último censo muestra que el 41% de los hogares ya tienen una jefatura femenina y que los datos laborales señalan que el promedio del ingreso laboral de las mujeres en 2021 no llegaba al salario mínimo, observamos que tenemos un contexto muy adverso para las mujeres en Paraguay. A medida que la economía creció, fue aumentando la proporción de mujeres en hogares en situación de pobreza. En 2022, por cada 100 hombres había 122 mujeres.

Este es otro bono desatendido, el de la gran cantidad de mujeres que aspiran a su autonomía económica. Un crecimiento inclusivo para jóvenes y mujeres es condición para la sostenibilidad del crecimiento, de la deuda y de la seguridad social a largo plazo.

Los indicadores muestran claramente que el análisis del desempeño económico no puede quedarse solo en el PIB, indicador que la evidencia empírica señala como insuficiente desde hace más de cincuenta años.

Las posibilidades de retroceso en los avances logrados en las primeras décadas de este siglo están presentes. De hecho, algunos indicadores ya dejaron de mejorar por el bajo crecimiento económico y la inflación, como la pobreza y los ingresos laborales.

Un nivel de crecimiento alto en el futuro solo será posible con el aumento de la productividad y una mayor y mejor inclusión con empleos de calidad –ingresos altos y seguridad social–. Pero sin una fuerte inversión pública en las personas no habrá camino posible. La inversión en el presente en capital humano tiene retornos inclusive más altos que la inversión física.

Si no invertimos perderemos todos los bonos posibles, así como la oportunidad de capitalizar el grado de inversión para beneficio de la mayoría.

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Verónica Serafini Geoghegan,

economista.

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