29 nov. 2024

Involuciones

Una de las cuestiones más evidentes en tiempos de catástrofes y pandemias es la irresponsabilidad y desprecio a las cuestiones colectivas.

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El “sálvese quien pueda” domina las acciones individuales y en donde la construcción de país muestra su lado más egoísta.

Con la falta de agua en el Paraguay, que decidió que su marca país sea el líquido vital, eso es más que evidente. Con una cantidad inmensa de líquido bebible en superficie y en los acuíferos sin embargo la noticia es la falta de agua y el desprecio con que las autoridades encargadas responden a la emergencia.

En vez de anunciar soluciones con medidas drásticas a los que desvían ríos para sus arroceras, la autoridad encargada nos dice que debemos prepararnos todos con tanques para evitar problemas ulteriores y que el agua es “¡un bien económico!”.

En el caso de los pobladores de Puerto Botánico en la ribera del río la respuesta es aún más kafkiana: “No tenemos registrados usuarios en la zona”, a pesar de que a los afectados les acercan sus boletas de pago.

Lo peor es que todos estos sectores les seguirán votando a los mismos que le hacen vivir miserablemente en el país de la abundancia de agua.

Esa es la misma que mueve los rotores de las presas hidroeléctricas de las cuales no tenemos una sola idea de cómo utilizarlas en mayores proporciones para mejorar nuestra economía y dejar de apalancar el desarrollo de Brasil y Argentina dándoles nuestra energía a precio regalado.

Los agricultores se quejan de que perderán sus cultivos por la sequía, entre ellos los sojeros, que facturaron el año pasado más de 5.000 millones de dólares por venta del grano. A nadie, el Gobierno, los agricultores, la ANDE ni Essap, se les ha ocurrido regar durante la noche y madrugada los cultivos con mecanismos que se nutren de electricidad que tenemos en abundancia. Los israelíes podrían dar lecciones sobre este sistema.

Con eso no se perderían cultivos, usaríamos nuestra abundante energía y agua, y la economía no se resentiría por falta de lluvia. Todo esto es conocido, implementado y aplicado con éxito en todas partes del mundo, solo que aquí ni pensamos que fuera posible llevarlo adelante.

La abundancia de hidroenergía en un país que tiene más del 90% de cobertura del sistema con cocinas a inducción nos evitaría talar bosques del tamaño de Asunción cada año para cocinar alimentos. Si fuéramos un poco más innovadores podríamos echar mano a la energía del Sol, del que tanto nos quejamos y lamentamos por estas fechas.

Alemania, con más de 90 millones de habitantes, ya la usa en más del 50% de sus hogares, que cuando no la utilizan por completo la vuelven a colocar en el sistema y les pagan por dicho servicio. Ganan todos.

Aquí no tenemos una pálida idea de nada a pesar de que Itaipú y Yacyretá tienen los mejores salarios del sector público local. Solo esos recursos hubieran servido para formar abogados, economistas, financistas, ecologistas, innovadores, ingenieros y otros especialistas en represas y no hurreros y politiquitos y así otra hubiera sido la historia.

Solo Itaipú está lleno de abogados, que no saben nada de su oficio que deben gastar miles de dólares en asesoría externa para que les resuelvan los pleitos.

No tenemos un solo especialista en finanzas desde hace 50 años, por eso Brasil puso una tasa fija de interés del 11% para pagar el servicio de la deuda cuando en la calle el promedio en ese tiempo estuvo en 5%. Solo con eso pagábamos las deudas hace más de 15 años.

Somos unos irresponsables, egoístas, mediocres e ignorantes y por eso perdemos recursos que hubieran servido por lo menos para mejorar la salud y la educación de este país. Ni agua podemos garantizar. Empezaron con los tanques después vendrá la sugerencia de los burros acarreando agua en tambores. Involución a pleno.