Con la conservadora vacía, el arquitecto Emilio Fariña salió ayer de la Clínica 12 de Junio del Instituto de Previsión Social (IPS). “No tienen insulina. No saben cuándo”, dijo con un tono de hartazgo.
La conservadora pequeña, de color verde, la sostenía en la mano izquierda, mientras lamentaba el desabastecimiento de un medicamento esencial para su esposa con diabetes, que tiene 66 años. “Le ponen a gente que no sabe nada. ¿Por qué no ponen alguien presentable?”, se quejó. Los funcionarios no le pudieron dar una fecha concreta de abastecimiento del fármaco.
La insulina glargina, más conocida por su marca como Lantus, es como una lapicera y cuesta estimativamente G. 145.000 cada una. La asegurada requiere cinco unidades al mes. Emilio Fariña se fue sin retirar el medicamento esencial.
Esta vez volverá a comprar la insulina y el gasto será de casi G. 725.000. “Ella ya no ve. La diabetes te desgasta la calidad de vida. Depende de mí ella”.
En la sala de espera, al aire libre y bajo los árboles, estaba también Rubén Cantero, que tampoco retiró el fármaco. En su caso, la barrera –aparte del desabastecimiento– radica principalmente en que el IPS adquirió el insumo con otras especificaciones distintas a las que figuran en su documento de protocolo, que impide que le entreguen la insulina.
Del bolsillo de su campera de color beige sacó dos lapiceras Lantus que compró a G. 145.000 cada una. Gastó 290.000. Él requiere cuatro al mes, le faltan otras dos más, pero mientras reinicia el trámite, desde la consulta hasta el cambio de protocolo, debe esperar o comprar otras dos más.
“La insulina es una cuestión de vida o muerte para el paciente. Es un verdadero desastre. Esto es jugar con la vida del paciente. Esto es una verdadera locura. ¿De qué me sirve mirar el edificio (en construcción) y no tener la medicación que es lo esencial?”.
El asegurado Cantero relató que le informaron que el IPS compró en la licitación una presentación de 300 UI (Unidad Internacional).
“Yo compré la insulina. Pero a mí la insulina me sale 145.000 guaraníes y uso cuatro al mes. Uso de 100 UI”, explicó.
“No sé para qué cambiaron”, lamentó el asegurado Rubén Cantero. “Lo triste es que pagás muchos años para que después no te den el servicio que ganaste”.
ESCENA DE RECLAMO. “Hola. ¿Qué tal? ¿Cómo está, señor?”, interrumpe la entrevista la administradora, Margarita Urquhart.
“Hola. Y… estoy mal con el asunto de la insulina. Ya compré”, le responde Cantero.
“¿Qué pasó?”, pregunta Urguhart.
“Cambiaron el formato, la referencia, no me pueden dar”, le replicó el asegurado.
“Y, ¿no era que te iban a cambiar?”, insiste la funcionaria.
“Cambiaron el formato y viene con otro código, entonces no me pueden dar. Yo compré dos. Te comenté la otra vez”, le dijo Cantero.
“Tenés que consultar. Eso te expliqué porque las licitaciones son diferentes”, explicó Urquhart, al intentar responder el reclamo.
La charla persistió y no se resolvió el caso de Cantero.
SITUACIÓN. En la misma situación, se encontraba otra asegurada, que no se identificó. Se quejó de la excesiva burocracia en el IPS. De los documentos de autorización para el retiro de medicamentos que deben ser autenticados por escribanía.
En la sección de la ventanilla de Secretaría, ubicada hacia el patio del estacionamiento, también se acercaron otros asegurados con la intención de tener una respuesta positiva. Todos se fueron con las conservadoras vacías, que se usan para mantener la cadena de frío de la insulina.
La insulina es una cuestión de vida o muerte para el paciente. Esto es jugar con la vida del paciente. Rubén Cantero, asegurado con diabetes.