El Viernes Santo del 21 de abril de 1916 todo estaba preparado para que menos de 2.000 insurgentes, sin apenas entrenamiento militar y pobremente armados, se lanzasen tres días después, el Lunes de Pascua, a las calles de Dublín para tomar la ciudad y enfrentarse al Ejército del todopoderoso imperio de Su Majestad.
Esta aventura bélica había sido diseñada por la Hermandad Republicana Irlandesa y contaba con la colaboración del grupo Voluntarios Irlandeses, del Ejército Ciudadano Irlandés y del Consejo de Mujeres Irlandesas, que contribuyó con unos 300 miembros para prestar todo tipo de actividades de apoyo a los combatientes.
Aquella rebelión era la primera gran revuelta del nacionalismo y republicanismo irlandés en más de cien años, prácticamente derrotado después de ocho siglos de ocupación británica de la isla.
Durante casi una semana, los sublevados se apoderaron de secciones importantes de la capital irlandesa y se hicieron fuertes en edificios emblemáticos, como en la Oficina General de Correos (GPO, sus siglas en inglés) de O’Connell Street, la principal arteria de la ciudad.
En la fachada del GPO, construcción de estilo neoclásico, o en las piedras del antiguo Palacio de Justicia todavía se pueden ver hoy los impactos de las balas que intercambiaron ambos bandos como testimonio de aquella sangrienta batalla.
No obstante, el 29 de abril, los rebeldes, exhaustos y sin posibilidad de victoria, se rindieron.
Las autoridades ejecutaron a todos sus líderes y detuvieron a más de 3.500 personas por su implicación en el alzamiento, pero esos seis violentos días de Semana Santa tuvieron un impacto enorme sobre el adormecido nacionalismo irlandés.
Este periodo revolucionario convenció a una gran parte de la ciudadanía para que rechazase el poder de Londres en la isla y reclamase su independencia.
Para los ideólogos rebeldes no fue fácil, pues parecía que el país estaba ya abocado a convertirse, como Escocia, en una región más del Reino Unido, que, además, luchaba en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) con 150.000 irlandeses integrados en las filas de su Ejército.
Sea como fuere, el Levantamiento de Pascua despertó las conciencias nacionalistas y desembocó tras la Guerra de Independencia (1919-1921) en la creación en 1922 de un Estado Libre Irlandés compuesto por 26 condados, precursor de la actual República de Irlanda, fundada en 1949.
A cambio, Dublín aceptaba la división de la isla y dejaba en manos de Londres seis de los nueve condados del Ulster, lo que pasó a ser la provincia británica de Irlanda del Norte.
Se plantaban así las semillas de un conflicto que continúa hoy causando víctimas mortales por la violencia de los grupos disidentes del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), que se oponen al proceso de paz en la isla y se consideran los verdaderos continuadores de la lucha nacionalista.
Los expertos también destacan que el Levantamiento de Pascua tuvo un impacto tanto a nivel doméstico como internacional.
Desde el GPO, los rebeldes presentaron la “Proclamación de la República de Irlanda”, un texto firmado por los siete líderes del alzamiento: Thomas J. Clarke, Sean MacDiarmada, Patrick H. Pearse, James Connolly, Thomas MacDonagh, Éamonn Ceannt y Joseph Plunkett.
Este documento no solo detallaba el deseo de independencia del pueblo irlandés, también aspiraba a crear un nuevo país regido por la igualdad y el progreso social.
Asimismo, presentaba a Irlanda como un ejemplo a seguir para el resto de las colonias del imperio británico que una a una, años más tarde, comenzaron a desligarse de Londres.
Durante este año, el Gobierno de Dublín ha programado más de 40 actos oficiales para celebrar este centenario en territorio nacional aunque, en virtud del clima de entendimiento y amistad que disfrutan ahora Irlanda y el Reino Unido, también hay eventos en territorio británico.
Javier Aja