En una reunión entre los vecinos de Ita Pytã Punta y las autoridades de la Municipalidad de Asunción, un hombre le preguntó al jefe de Gabinete, Nelson Mora, en dónde comenzaba Ita Pytã Punta. Se lo repitió dos veces. Y Mora no respondió, o sí, pero con evasivas. Era la primera vez que hacía un acto de presencia en el barrio, pero esto no tiene nada de novedoso. Que las autoridades municipales no se aparezcan en este barrio ya es una situación a la que sus pobladores están acostumbrados.
Desde la construcción del mirador en 2001, los servicios, las visitas, el interés en general es poco o nulo. Y esto solo genera más dificultad para una posible cohesión entre los pobladores no solo de Ita Pytã Punta, sino de todos los barrios de Asunción.
Como dice el historiador Jorge Rubiani: “Ellos son nosotros, así que lo primero que tenemos que hacer para integrarlos es entender que no hay ellos y nosotros en una ciudad”. Es decir, existe un conjunto de experiencias que se entrelazan entre sí en la estancia de un lugar, “con todos sus vicios, con toda la reiteración de sus problemas”.
¿Qué debemos hacer si queremos dejar de repetir los vicios? “Hay un pensador mexicano que decía que para hacer lo correcto, tenemos que dejar de hacer lo incorrecto. No hay otra forma, son cuestiones que tienen que ser elaboradas con el Parlamento. Demostrar a los pobladores que tenemos interés en que vivan mejor, en que superen ciertas calamidades naturales con soluciones técnicas. Muchas de las transgresiones son producto de la falta de servicio de la Municipalidad. No hay un servicio de recolección de basura, ni de protección civil, ni de cuidados en general para las instalaciones”.
Historia. Ita Pytã Punta, ubicada a orillas del río Paraguay, tiene como atractivo principal “una punta de piedra que, saliendo de la costa derecha, atraviesa la mitad de la anchura del río”. Así lo explicó Félix de Azara (1742-1821) en sus exploraciones por el río, como lo registra el boletín número 23 del Museo Nacional de Historia Natural del Paraguay.
El acantilado está compuesto por areniscas rojas, ortocuarcitas rojizas y masivas, destaca el documento, que añade otra observación de Azara: “Desde la ciudad demora la punta de ita pytã (ita: piedra, pytã: colorada, roja)” situada al este del río. Este apelativo, sigue el informe, resulta descriptivo en virtud a su disposición espacial en forma de saliente o promontorio. Existen dos lugares similares en Nueva Zelanda e Islandia, sobre todo por la morfología parecida al de un elefante que bebe del río.
“En algunos lugares del mundo se denominan “rocas elefante” a estas geoformas. Se observa conexión de cavidades laterales como producto de refracción del oleaje”, describe el boletín. Hay un arco de composición similar en Tobatí, pero probablemente en ninguno se vive un conflicto como el de los vecinos de Ita Pytã Punta.
El 9 de octubre pasado, la intendencia hizo pública su intención de “liberar” la zona en los alrededores del mirador, atendiendo a un riesgo de derrumbe. Los pobladores se negaron, tantos años de arraigo, tanto dinero invertido en las mejoras de sus casas. Hubo una persona que sufrió un ACV por temor a un desalojo. Y fue entonces que la Comuna, en un aparente movimiento aperturista, decidió hacer una asamblea con pobladores para aclarar las razones que existen detrás de la decisión de intervenir la zona.
El arraigo, la historia, la desconfianza son elementos que se entremezclan en esta situación en la que resalta la figura del intendente Óscar Rodríguez. Su cuestionada gestión genera rechazo entre los vecinos, que prefieren asumir el riesgo de un derrumbe a aceptar medidas de una institución que ha perdido casi toda su credibilidad.
Vidas que resisten más allá del mirador
Para que el barrio pudiera ser lo que es hoy en día, el Paraguay debió atravesar una serie de manifestaciones políticas y socioeconómicas. “La costa fue siempre un territorio hostil”, cuenta Jorge Rubiani. “Todas las invasiones que hubo en Paraguay vinieron por la costa, a través del río nacional”, refiere en tanto relata brevemente lo ocurrido antes de que nacieran los ”pequeños enclaves urbanos” en la orilla del río.
“La costa era un mecanismo de obtención de recursos para la supervivencia y fue ocupada sobre todo hacia el Chaco por tribus hostiles a los españoles que se instalaron generalmente en la margen izquierda del río Paraguay”. Esa situación desembocó en que el país “se remitiera solamente a la región oriental, al punto que después de la guerra de la Triple Alianza hubo un mapa encargado por el Gobierno del Paraguay, que presentaba al país como la Región Oriental”.
Se establecen progresivamente los enclaves “casi como una localización suburbana que está fuera de la ley urbana de la ciudad”. Entre ellas se encuentra Ita Pytã Punta, “la más renuente en incorporarse a la planimetría urbana porque es la zona de las grandes lomadas que dificultaron desde siempre la construcción de vías carreteras, porque los grandes raudales y lomadas se llevaban todas las piedras que se colocaban a criterio de pavimento, y por esa razón fueron grandes zanjones hasta casi al final del siglo XX”.
EN LA SOMBRA DE ÁRBOLES. Avelino Estigarribia (87) recuerda que vino de Caazapá a los diez años, un poco después de la revolución del 47. “En esa época había algo de estabilidad política, pero también había necesidades”, cuenta, entretejiendo diversas historias a partir de nombres y lugares que recuerda mientras habla. “Había más árboles. Todo esto era pura vegetación”, dice, señalando la ex fábrica Molinos Harineros, fundada en la década del 50. Avelino trabajó como mayor de obras, aunque también le interesó el comercio.
Estableció a su familia en Ita Pytã Punta y fue testigo del paso de distintos gobiernos, ninguno como el actual, aseguró. Ninguno tan descuidado con respecto al barrio y a la vez tan interesado en liberarlo.
Semejante paso tuvo Anselma López (72), quien provino de San Pedro y dedicó sus años más jóvenes a trabajar como niñera, cocinera, mucama. Toda una vida de trabajo en la que los juegos casi no formaron parte, salvo de vez en cuando, bajo la tutela de la mujer que la acompañó a Asunción, la pareja de un dueño de estancia.
Anselma recuerda dos momentos que marcaron su vida: la muerte de su madre, a quien llevó hasta San Pedro para enterrarla, y la de su marido: “Fue difícil, mi marido se enfermó. Tuve que cargar con toda la casa. Él era navegante, tuvo un infarto y se quedó en cama mucho tiempo”.
A partir de su muerte, la vida de Anselma siguió dedicada al trabajo, pero ella recuerda esa etapa con tranquilidad, satisfecha porque sus hijos, nietos, la nueva generación que vive en las casas de Ita Pytã Punta tiene una formación intelectual superior, está compuesta de sicólogos, doctores, abogados, atrás quedaron los días de la ignorancia. Por lo menos para ellos, que sí conocen en donde empieza su barrio.
LAS CIFRAS
2.700 personas, de una edad promedio de 35 años, viven en Ita Pytã Punta, de acuerdo al último censo nacional realizado en el 2022. Se destaca la población adulta.
6.000 millones de guaraníes fueron destinados al proyecto de revitalización del mirador, a partir de los bonos G7 aprobados en 2021. Las obras nunca empezaron.
30 metros de altura se alcanzan desde el mirador (ubicado sobre la famosa piedra roja por la que recibe su nombre el barrio) hasta la costa del río Paraguay.