La semana pasada se realizó el cambio de Euclides Acevedo por Julio Arriola al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores. Este cambio obedece a la renuncia del canciller saliente para abocarse de lleno a su campaña electoral.
Si bien no conozco personalmente al nuevo canciller, por las buenas referencias que se escuchan y por su comprobada y dilatada carrera diplomática, su elección ha sido muy bien recibida.
El nuevo ministro Arriola tendrá por delante numerosos e importantes desafíos, pero sin ninguna duda el más urgente, el más importante y el más sensible será todo lo vinculado a las negociaciones con el Brasil en los temas de Itaipú.
A su vez, entre los varios temas que deben negociarse en Itaipú claramente dos son los fundamentales: el primero y el más urgente es la definición de la tarifa para este año 2022, y el segundo y el más importante, es la renegociación del Anexo C.
Desde que asumió el actual gobierno en el año 2018, desde esta columna dominical y desde los diferentes espacios que ocupa Dende, hemos venido alertando que el 2023… ya había llegado.
Es decir, teníamos que comenzar a negociar con el Brasil el nuevo Anexo C antes del año 2021, porque todos sabíamos que las deudas de Itaipú iban a comenzar a caer abruptamente dos años antes y consecuentemente la tarifa iba a reducirse significativamente.
Si esto ocurría iba a ser muy difícil que el Brasil acepte posteriormente un aumento de tarifa durante la renegociación del Anexo C. Por eso era vital comenzar a negociar cuanto antes.
Lamentablemente para el Paraguay en el año 2019 estalló el escándalo del denominado “acta bilateral” o “acta secreta” de Itaipú que hizo que en una semana se destituyera al canciller Castiglioni, al director de Itaipú Alderete, al embajador en el Brasil Hugo Saguier y se intentara un juicio político al presidente Abdo.
Allí los paraguayos nos pegamos un tiro en el pie y generamos un pésimo ambiente para debatir con racionalidad un tema tan complejo y sensible. A partir de este hecho nos separamos entre patriotas y antipatriotas, entre lopistas y legionarios, entre la racionalidad y la emoción.
Producto de este ambiente el gobierno de Abdo quedó paralizado en el tema de Itaipú, los cancilleres que sucedieron a Castiglioni, tanto Antonio Rivas como Federico González, crearon grupos de trabajo para estudiar el tema, pero como resultado de las mismas ninguna posición política salió del gobierno actual.
La sensación que flotaba en el ambiente era que las tarifas de Itaipú iban a bajar irremediablemente y que la negociación del Anexo C ya lo haría el futuro gobierno que asuma en el 2023.
Euclides quiso evitar que ocurra este hecho consumado, viajando a Brasilia para reunirse con su homólogo brasileño y enfrentándose con el duro ministro de Minas y Energía del país vecino.
El resultado de todas estas gestiones no ha cambiado la situación y el ambiente para negociar con el Brasil es cada vez más tenso. Por ese motivo no tenemos una tarifa acordada para este año 2022 y cada país está pagando a cuenta el precio que cree conveniente.
Es lamentable todo lo que está ocurriendo porque Itaipú, a diferencia de Yacyretá, era un ejemplo de una administración ordenada y con un flujo previsible. Hoy estamos asistiendo a un deterioro en el manejo de Itaipú, donde cada parte paga lo que quiere y como quiere. Itaipú se está convirtiendo en un nuevo Yacyretá.
El canciller Arriola tiene por delante estos enormes desafíos, pero le queda solo doce meses de gestión en el medio un crispado año electoral.
Ante estas circunstancias, lo único por lo que debe lidiar es por un acuerdo tarifario equilibrado entre las dos pretensiones y dejar inevitablemente para el futuro gobierno la negociación del Anexo C.
Lamentablemente nuestra incapacidad como sociedad para unirnos y ponernos de acuerdo en un objetivo nacional nos ha hecho perder todos estos años.