El jefe de la misión de rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF), Juan Matías Gil, lo anunció “con gran alivio” tras una larga jornada en la que expertos del Ministerio de Sanidad italiano regresaron a bordo para estudiar el estado de salud de estas personas, rescatadas hace dos semanas en el Mediterráneo central.
El Geo Barents atracó en el puerto de Catania el pasado día 5 con 572 inmigrantes a bordo, pero en un primer momento solo desembarcaron los considerados “vulnerables”, esencialmente mujeres, menores y enfermos, mientras que otros 215 tuvieron que quedarse en la nave.
El nuevo Gobierno italiano de la ultraderechista Giorgia Meloni había ordenado que solo bajarán del barco los inmigrantes que tras una evaluación médica demostraran encontrarse en una situación de vulnerabilidad, mientras que el resto debía permanecer en la nave humanitaria para ser después devuelta a aguas internacionales.
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Una estrategia impulsada, por decreto, por el vicepresidente y ministro de Infraestructuras, el también ultraderechista Matteo Salvini, con competencias portuarias y que pretende dificultar la labor de las oenegés, a las que culpa de fomentar la inmigración ilegal desde el norte de África.
Sin embargo, MSF pidió una segunda evaluación de las personas que seguían en el barco, todos hombres de Pakistán, Bangladés, Egipto y Siria, ya que había surgido un brote de sarna y muchos de ellos estaban viviendo ataques de pánico y otros problemas mentales.
De este modo, los funcionarios del Ministerio volvieron esta mañana a la nave y, tras casi doce horas de “extenuantes” exámenes, decidieron permitir el desembarco de todos los que quedaban.
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El jefe de misión de MSF avanzó que los inmigrantes desembarcarán en “los próximos minutos”, aunque no sabe adónde serán trasladados, sin descartar el Palacio del Deporte de Catania, donde se encuentran los aceptados en el primer “desembarco selectivo”.
Asimismo, explicó que la decisión de las autoridades sanitarias había sido recibida con gran alegría y llantos por los migrantes que permanecen en el barco.
También fue recibida con aplausos por parte de una treintena de jóvenes activistas de movimientos de izquierda que acudieron cada día al puerto para exigir, megáfono en mano, la “liberación” de todas estas personas.