Estoy seguro que no solamente el Partido de Gobierno está contaminado por personas corruptas. También tengo la certeza que existen buenos ciudadanos en todas las agrupaciones políticas del país. Sin embargo, en apariencia uno de ellos es el más corrompido. Coincidentemente el país más poderoso del mundo acusó hasta ahora solamente a quienes están entre los simpatizantes de la Asociación Nacional Republicana (ANR).
Apenas soy un observador de la vida política, acaso ni siquiera meticuloso, pero consciente de las consecuencias de ella como servicio público en la vida de cualquier habitante. Las implicancias de la corrupción son inimaginables, es una peste, encarroña, asquea. No podemos apelar a subterfugios jurídicos y afirmar que la corrupción no es delito, porque caemos así en una falacia innombrable.
Luego de las necesarias apreciaciones, analice usted, amantísimo lector, si cabe el adjetivo que titula el comentario, y advierta aún mejor si está dirigido particularmente hacia algún lado.
Tras las explosivas incursiones diplomáticas para señalar con el dedo índice a un ex presidente y a un vicepresidente, volví a leer Hamlet, de Shakespeare (en dulce compañía por cierto, y tras la recomendación del libro Shakespeare: La invención de lo humano, del estadounidense Harold Bloom, citado por un estimado colega), para recordar cómo el bardo inglés retrata tan escrupulosamente la condición humana.
Así, en la placentera lectura me encontré con algunas palabras que reproduciré. En la escena primera, Horacio (amigo de Hamlet) expresa lo siguiente:
–No sé qué pensar acerca de ello; pero, en mi humilde y modesto parecer, esto augura alguna extraña conmoción en nuestro Estado.
Quisiera que estas palabras del personaje shakespeariano se cumplan para bien en la República del Paraguay. No podemos seguir así, es humillante que otros deban decirnos qué hacer porque la parálisis fiscal y judicial alimentan la impunidad, que a su vez descompone cada vez más todos los ámbitos.
Además, en el final de escena II, en su última oración, Hamlet exclama:
–¡Los actos criminales surgirán a la vista de los hombres, aunque los sepulte toda la tierra!
No le destriparé toda la obra, disfrútela usted mismo. No obstante, he aquí otra expresión del célebre escritor que nos sacude. Este es uno de los argumentos de la imprescriptibilidad de algunas infracciones penales. Que lo recuerden quienes cometieron delitos de lesa humanidad. Representantes del pueblo, no dejen que el dolor y la decepción de sus representados termine convirtiéndose en una ira que los consuma, examinen lo que ocurre en Hamlet por ejemplo.
En cuanto a ustedes, “queridos compatriotas” (he’i aku político), sean celosos de su elección, es un acto de libertad inexpugnable. Votemos distinto si buscamos algo distinto. Exijamos disciplina desde el ejemplo, reclamemos cuando alguien no está haciendo lo que debe hacer.
Cuando la corrupción es mayoritaria en las instituciones, los efectos son devastadores, por lo que cabe preguntarse si no estamos ya ante gravísimas consecuencias en derechos fundamentales como la salud, la educación o la seguridad. La respuesta será obvia.
Sin embargo, no todos reaccionaron de la misma forma ante tamaña imputación del Gobierno yanqui. Están quienes denuncian los actos como persecutorios, y está el que prefirió bajar la cabeza y despedirse de la vida política. ¡Por lo menos eso! Analice usted quién obró conforme a lo que mínimamente se espera de un funcionario o político, y quién no.
En ocasiones, si alguien está con dificultades respiratorias, con exagerada congestión, lo escuchamos expectorar a causa del catarro, y a veces oímos el comentario que nombra al título. Ojalá que el Partido Colorado empiece a toser y a curarse.