El cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer las paces. Estas son las consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada en la cruz, una persona que se aniquiló a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el desierto ha sido elevado el pecado, aquí que se ha elevado Dios, hecho hombre y hecho pecado por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí. No se entiende el cristianismo sin comprender esta profunda humillación del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo convirtiéndose en siervo hasta la muerte y muerte de cruz, para servir.
Con respecto a la emergencia por coronavirus, el Mons. Fernando Ocáriz, sugirió entre otras recomendaciones: “Para responder al desarrollo de la pandemia, las autoridades civiles de cada país están disponiendo algunas medidas de prevención y control. Ante el esfuerzo o contrariedad que pueda suponer seguirlas, sirve tener en cuenta lo que aconsejaba san Josemaría: “Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios”.
En vista del bien de los fieles, y de la sociedad en general, las autoridades eclesiásticas dan o pueden dar indicaciones sobre la celebración de los sacramentos y la atención pastoral, que acogeremos con gratitud y confianza en nuestra madre la Iglesia. Conviene ser muy prudentes y suspender, cuando haga falta, actividades formativas programadas, sin arriesgarse innecesariamente.
Pensemos en maneras creativas de mantener viva la misión apostólica. Por ejemplo, manteniendo más relaciones telefónicas con ellos, así como con otros parientes y amigos a los que quizá no veíamos desde hacía tiempo; las posibilidades que ofrecen las tecnologías para realizar actividades formativas.

(Frases de https://es.catholic.net y https://opusdei.org)