En la solemnidad de hoy recordamos la institución del sacerdocio y de la Eucaristía, dos sacramentos profundamente relacionados entre sí.
La Iglesia, siguiendo una tradición de muchos siglos, recomienda durante la Misa en la Cena del Señor el rito del Lavatorio de los Pies.
El gesto de Jesús en la Última Cena se inspira en un detalle de hospitalidad común a muchas culturas orientales, por el uso de las sandalias en los caminos polvorientos de estas tierras.

Sin embargo, en este especial momento de despedida de sus apóstoles, las palabras del Maestro dan al gesto un significado más profundo.
Lo primero que Jesús pide a sus discípulos es dejarse lavar los pies por Él. Así como a todos los cristianos nos pide dejarnos servir, dejarnos salvar por el Hijo de Dios sin ningún mérito por nuestra parte.
El paso siguiente es “lavarnos los pies unos a otros”, que es una variante del mandamiento del amor, “que os améis unos a otros”. En esa invitación del Señor podemos ver la importancia de cuidar y acompañar el camino de los demás. Los pies, de hecho, son medio para caminar, son imagen de nuestro seguimiento de Jesús...
Hay una última posibilidad, no explicitada en este pasaje, pero que podemos sacar de otra página del Evangelio: Lavarle nosotros los pies a Jesús. Se trata del episodio de la mujer que baña los pies del Señor con sus lágrimas, los enjuga con sus cabellos, los besa y los unge con perfume (Lc 7,44-47). Jesús tiene palabras de alabanza por la manifestación del gran amor de esta pecadora: “Le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho”. Se puede considerar este gesto como la inauguración del culto eucarístico, que esta noche de manera especial se prestará en todas las iglesias del mundo.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/2025-04-17/)