Por Andrés Colmán Gutiérrez
@andrescolman
“La niña me pidió socorro. Ella llevaba mucho tiempo presa en esa casa que tenía el coronel (Leopoldo) Popol Perrier, allí en Sajonia, en donde el dictador Stroessner se iba a putear con varios jerarcas amigos suyos y las violaba. Entonces, la pobre niña no aguantó más y me mandó decir que la ayude a huir...”.
Los datos van brotando como fragmentos. Al médico Joel Filártiga, conocido luchador y ex víctima de la dictadura stronista, quien en marzo de 1976 sufrió el asesinato por torturas de su hijo Joelito, de apenas 17 años, le cuesta recordar con precisión las fechas y los detalles, pero su mente se mantiene lúcida a pesar de los años (tiene 84).
“Yo conocía bien lo que pasaba en esa casa de Sajonia, porque mi mamá era amiga de Popol Perrier. Ella fue presidenta de la comisión de mujeres del Partido Colorado, estaba bien relacionada. Pude ver de cerca que allí tenían a estas niñas de muy corta edad, a las que secuestraban del campo y las traían para que el dictador y sus amigos las violen”, destaca Filártiga.
Fue cuando una de las niñas del harén stronista, ubicado sobre lo que hoy es la calle Carlos Gómez casi Narciso López, le envió un mensaje, pidiéndole que la ayudara a escapar. Filártiga cree que fue a principios de los años 70.
FUGA. “Ella era la hija de un ex chofer de Stroessner, de apellido Monges. Salió de esa casa y la buscamos. La escondimos y le cambiamos la identidad con un amigo que trabajaba en Identificaciones. Sabíamos que la estaban buscando y teníamos miedo de que la encuentren, porque la represión iba a ser terrible no solo para ella, sino para todos quienes la ayudamos”, relata.
Lo que la chica les contó sobre las orgías que el propio dictador Alfredo Stroessner y varios jerarcas stronistas organizaban en el lugar con las niñas menores fue terrible, recuerda Filártiga.
Popol Perrier y el coronel Pedro Julián Miers eran los principales “cafichos” (proxenetas), quienes “conseguían” a las niñas en zonas rurales y las mantenían cautivas en los harenes, confirma.
Stroessner obligaba a varios militares y colaboradores a ir a participar de las fiestas sexuales en la casa de Popol, como una manera de recompensarlos y mantenerlos callados, pero no todos aceptaban.
“En una oportunidad los llevó a los coroneles Sarubbi, Ota y Sardi para obligarles a putear en esa casa, a abusar de las niñas, pero ellos se molestaron y dijeron que no iban a hacer eso. Entonces Stroessner los echó de su entorno”, cuenta Joel Filártiga.
CONTACTO. Indignado por la situación de las niñas secuestradas y violadas por el propio dictador Stroessner y sus jerarcas, Filártiga le contó lo que pasaba al afamado periodista investigador norteamericano Jack Anderson.
“Yo lo conocía a Jack Anderson por otras denuncias anteriores que realizamos sobre los crímenes del stronismo y él las había publicado en sus columnas en el diario Washington Post. Cuando le relaté el caso del secuestro y violación de las niñas, se mostró muy interesado y mandó a un periodista de su equipo, que estuvo varios meses en Paraguay siguiendo el caso”, señala Filártiga.
El médico no recuerda el nombre del periodista, pero probablemente fue Les Whitten, quien firmó los despachos junto a Anderson.
“El periodista se hizo pasar como un gringo que quería comprar una estancia en el Chaco. Alquiló una casa que estaba frente a la casa de Popol y desde allí espiaba. Llegó a tomar una foto de Stroessner saliendo de esa casa con una de las niñas, yo la vi, pero no publicaron esa foto, seguramente aún la tienen guardada”, afirma Filártiga.
En su columna del 20 de diciembre de 1977 en el Washington Post, Anderson contó que llevaban más de un año siguiendo “una sórdida historia de depravación sexual” del dictador paraguayo.