Las cosas pueden ser mejores en nuestro país, y para probar esto hay numerosas experiencias que nos demuestran a diario.
Iniciativas comunitarias. En cada olla popular que se organiza con mucho esfuerzo colectivo, con el compromiso de la comunidad toda; en cada pollada o colecta cuando una desgracia osa tocar a la puerta, en las y los vecinos que se juntan a arreglar la plaza para que los chicos del barrio puedan jugar seguros y felices…
Todo es importante. Cada una de estas acciones significa un mejoramiento de la calidad de vida de las personas, de la comunidad.
Estas son solo algunas de las historias que inspiran. Cada una de las iniciativas comunitarias son una pequeña victoria que nos demuestra que juntos podemos construir un futuro mejor.
Claro, sabemos bien que la responsabilidad del Estado es fundamental. Sin embargo, mientras esperamos que las políticas públicas acompañen estas iniciativas, vemos a diario que los ciudadanos están tomando las riendas de su propio destino.
Kuña Pópe. El caso de Kuña Pópe, por ejemplo, un grupo de mujeres conductoras de plataformas de movilidad que encontró en la organización una respuesta ante la inseguridad y hoy, juntas, son más fuertes y pueden plantearse nuevos desafíos. Pero sin dejar de exigir sus derechos.
Ellas, por ejemplo, a través de un operativo logístico digno de un thriller nacional, lograron la captura de un supuesto abusador que utilizaba plataformas como método para identificar a sus víctimas. Denunciaron el caso a las autoridades pertinentes, pero ante la inacción, tomaron cartas en el asunto.
Madrinas-Padrinos. Otro caso de organización es el de Madrinas y Padrinos Paraguay, que pueden leer en la edición de Pausa de esta semana. Nació cuando la hija de Jazmín, su fundadora, estaba internada, y eso le mostró de primera mano las necesidades en el hospital. Hoy, alrededor de 100 voluntarios entre fijos y ocasionales dedican horas de su día a día a salvar vidas y ayudar a mamás en estado de vulnerabilidad.
Cada vez que un vecino comparte un plato de comida, está sembrando una semilla de esperanza.
Cada colecta que se organiza, cada sonrisa compartida, son pequeños actos que demuestran que juntos podemos construir un futuro más justo y equitativo. Estos gestos no solo alivian necesidades inmediatas, sino que fortalecen los lazos comunitarios y generan un sentido de pertenencia.
Estas soluciones necesitan fomento, apoyo, y políticas públicas diseñadas para que puedan sostenerse en el tiempo.
La organización comunitaria, las asociaciones o cooperativas son una salida ante la desidia y requieren ser incentivadas porque los que viven día a día la problemática son quienes saben qué realmente necesitan. Al resto, nos toca escuchar y acompañar.