Por Elías Piris
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Es que los cuatro caballeros de Battle fueron responsables de otra conquista británica en suelo paraguayo: con una perfecta simetría, sedujeron y transportaron a otra dimensión al público de estas latitudes, que agradecido retribuyó con gritos y aplausos.
Si algo nos quedó claro antes de que todo comenzara, es que la venida de bandas y artistas británicos a nuestro país en los últimos tiempos, hizo que el público paraguayo se adaptara y se acostumbrara sin remilgos a la famosa “puntualidad inglesa”. Esta vez, los roles se invirtieron y fueron los visitantes quienes se adaptaron a la no menos célebre “hora paraguaya”.
El concierto, pactado para las 21:30 de la noche, tuvo un retraso de treinta minutos, que para los fanáticos sedientos de britpop fue una eternidad. Tantas fueron las ansias y la emoción por la espera, que pudimos ver a más de una fanática desvaneciéndose producto del cansancio físico, a consecuencia de estar parados tanto tiempo.
Afortunadamente la organización del Asunción Pop Festival contó con un nutrido equipo de bomberos voluntarios, quienes se encargaron de brindar la debida asistencia.
Pasaron los minutos, con la típica atmósfera de presión que ejerce un público ávido de ver a su artista preferido haciendo de las suyas en el escenario. Para dar una idea, cada vez que un técnico de sonido o roadie de la banda se acercaba a la tarima para realizar un ajuste a los instrumentos, que ya se encontraban armados, muchos gritaban y aplaudían, tal vez con el espejismo de que se trataba de alguno de los integrantes de la banda.
En los relojes (y en los teléfonos celulares) marcaban exactamente las diez de la noche cuando con una introducción al estilo preludio, Tom Chaplin, Jesse Quin, Tim Rice-Oxley y Richard Hughes, hacían su entrada triunfal al Jockey Club Paraguayo ante el alarido de los fanáticos y fanáticas.
Como excusándose por la tardanza, Tom Chaplin hizo una reverencia digna de un gentleman inglés y se dispuso a cantar la primera canción You Are Young, del último material de estudio Strangeland.
Algo llamativo fue la sencilla escenografía del show, sin la parafernalia que por lo general suele caracterizar a las bandas de alto calibre, pero todo en su justa medida, el escenario sin mucho ornamento daba a entender la actitud sencilla de Keane, que no reniega de sus orígenes como banda de garaje.
Luego de los gritos, aplausos y silbidos propios de la bienvenida, los caballeros de Battle entendieron que el público paraguayo es todo menos apático, y decidieron tomar en serio su promesa de hacer una noche inolvidable.
El baterista Richard Hughes con un “one, two, three, four” marcó con los palillos de su batería el compás de Bend And Break para ir calentando los motores, una parte del público saltaba, otros con sus cámaras y teléfonos celulares grababan ese inolvidable momento en el tecnológico baúl de los recuerdos.
La brisa de la cálida noche asuncena invitaba a bailar desenfrenadamente y cantar hasta quedar con la garganta desgastada, siguió Day Will Come y seguidamente la oscura e introspectiva Nothing In My Way, que nos demostró que efectivamente como reza el título de la canción nada ni nadie se interpuso en el camino del impecable bajista Jesse Queen, quien entró a una banda caracterizada por la ausencia de este instrumento y se convirtió en la espina dorsal de la banda, con sus simples pero contundentes líneas, además de tener una brillante puesta en escena, saltando y moviéndose feliz por el escenario, con la satisfacción de saber que ese puesto es suyo y de nadie más.
Pero la cuota onírica de la banda, el que con sus dedos es el encargado de transportar nuestros sentidos en un orgasmo de sonidos es el tecladista Tim Rice-Oxley, a quien solo le bastó un sintetizador para llevarnos sin permiso alguno a los años ochenta con Spiraling.
Si algo tenemos que destacar, ponderar y elogiar de Keane es la química entre todos los integrantes. Es notorio que el “secreto” del éxito de esta agrupación es haber encontrado la fórmula para hacer hits y además sonar ajustados y precisos en todo momento.
Siguieron las canciones y la energía, que lejos de disminuir, se acrecentaba, como la potencia de la voz de Tom Chaplin, el frontman de la banda, quien con sus agudos y “flirteos” vocales maravilló a más de uno, aparte de dar una cátedra de fluidez y empatía con el público, que meses atrás había criticado la frialdad de Noel Gallagher, pero esta vez tuvo su revancha con Chaplin, quien hizo todo lo que gusta al cada vez más exigente público paraguayo, lo único que le faltó fue saludar en guaraní.
Keane prometió hacer un recorrido por toda su discografía y así fue, pero como era de esperarse, los clásicos fueron los más cantados, entre ellos se destacó el primer hit de la banda Everybody’s Changing.
La mitad del show fue diseñado para los fanáticos de primera línea, con canciones como The Starting Line, Your Eyes Open, A Bad Dream, con un solo de sintetizador no apto para cardiacos. Hasta que Perfect Symmetry dio inicio a la ensordecedora seguidilla de éxitos que vinieron uno tras uno, sin dar tiempo para respirar, solo para cantar a todo pulmón.
This is The Last Time llegó en el momento exacto en que el público necesitaba esa descarga de alto voltaje, propia de las canciones radiales.
Keane llegó a la cúspide con la bella Somewhere Only We Know, con el pedestal de micrófono de Chaplin que hizo las veces de mástil para la bandera paraguaya mientras era cantada como un auténtico himno.
A continuación la eléctrica y pegadiza Is it any wonder? para dar paso a Bedshaped, que fue cantada desde el comienzo hasta el final, con un Tom Chaplin incrédulo y a la vez feliz por la receptividad de los paraguayos.
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No faltó el clásico “amague” propio de los conciertos, con el efecto deseado: “Otra, otra, otra” pedía el público que todavía no tenían la dosis completa.
Volvieron y sonaron Sea Fog, Soverign Light Café y la infaltable Cristal Ball, pasaron dos horas y la voz de Tom Chaplin, intacta, podría decirse que no desafinó “ni por decreto”.
Se pensaba que sería la despedida... Pero no, cuando las fiestas son excelentes, no debe faltar el postre, y este fue My Shadow, por si faltaba algo más para que sigamos en las nubes. Los caballeros de Battle gustaron, encantaron y brillaron. La promesa fue regresar... Estamos seguros que sí.
<strong>FOTOS EN ALTA: Un ZOOM al concierto de Keane en Paraguay </strong>