La imagen resulta todavía más deplorable cuando la montan con el doble objetivo de acallar cuestionamientos y anotarse de paso unos puntos con el jerarca cuestionado. El último ejemplo notable lo tuvimos con el reparto de los pupitres chinos adquiridos a precio dudoso, en circunstancias más que sospechosas y con el dinero público que administra Itaipú al margen del presupuesto del Estado y de cualquier posibilidad de control ciudadano.
En medio de las críticas porque se gastaron más de treinta millones de dólares para comprar los muebles de China a través de un importador amigo y financista del vicepresidente de la República, y no de la industria local –y que se pagara por ellos tres veces más que el precio de referencia fijado por el propio Fisco– subieron a redes sociales desde una dependencia pública regional el video de un grupo de estudiantes de primaria repitiendo su agradecimiento al presidente Peña por las sillas y las mesitas.
Si no fuera porque la humillación la grabaron en alta definición con un teléfono móvil, las imágenes parecerían sacadas de un documental de los 80, en los mejores tiempos del oscurantismo stronista; o de un aula norcoreana del siglo XXI, con los niños gritando a voz en cuello su agradecimiento eterno a la persona de Kim Jong-un.
Por supuesto que esto no pasó en todas las aulas, y no creo que la acción haya sido propuesta ni aprobada por el ministro y menos por el propio Peña (o quiero creer que no es así). Pero lo grave es que cuando se hizo público el bochornoso material no hubo una reacción inmediata y contundente de ambos condenando semejante práctica. Tampoco reaccionaron otros referentes del gobierno ni del partido del presidente. Por el contrario, no faltó quién defendiera en redes sociales el lastimoso video.
Es más, al oprobioso material le siguió rápidamente otro grabado por el senador Silvio Ovelar, que fue más allá y montó una escena en una escuela pública, con supuestas madres de alumnos, en la que el director paraguayo de Itaipú, en comunicación a través de una videollamada con el senador, le explicaba a la atribulada señora las bondades de los pupitres que compró del importador amigo del vicepresidente. La trepada no sería tan grosera y alevosa si no fuera por el detalle de que el funcionario es el jefe de la esposa del legislador que ocupa un cargo sin concursar por el que le pagan más de cien millones de guaraníes mensuales.
Por supuesto, no faltó la legión de operadores a quienes los contribuyentes les pagamos un salario (básicamente por hacer nada) que alegara bestialidades como que demostrar agradecimiento provoca cambios positivos en los cerebros de nuestros niños, confundiendo de propósito gratitud con servilismo.
Por supuesto que ser agradecido es un valor importante y no sería nada malo que los niños sepan que lo público es producto del esfuerzo colectivo, que cada contribuyente aporta para financiar ese servicio público, y que los políticos solo son administradores coyunturales del dinero de todos, y que tienen la obligación de administrarlo con honestidad y eficiencia.
Podemos aplaudir una buena gestión, pero no el mero gasto, y menos cuando hay tantas dudas sobre quiénes son los principales beneficiarios.