Carlos Gómez Florentín, historiador
Entre 1940 y 1946 creció el ejercicio totalitario del poder, con persecuciones internas y cuestionamientos al gobierno represor a nivel internacional. Modelado como régimen corporativista, el Gobierno suprimió a los partidos políticos y buscó una representación más directa de los intereses del pueblo. Rebelado contra esta supuesta contaminación de la mediación en la representación de los intereses del pueblo, el ejército a cargo del Gobierno se constituyó en el legítimo representante e intérprete de la voluntad nacional. Lejos de ser el caso, esta supuesta voluntad nacional se vio en entredicho tanto con su pueblo constituyente como con la vocación soberana. Los hechos externos jugaron un rol más decisivo en su diseño y evolución.
Entre la tensión generada por Estados Unidos por una apertura democrática, la ola de denuncias internacionales que llevaron a relaciones tirantes con el Gobierno del Uruguay, y los intentos de los partidos políticos por recuperar la hegemonía en el manejo de la política, los militares del ala institucionalista encabezados por el general Vicente Machuca hicieron un golpe en el interior de la Caballería el 9 de junio de 1946. En esa fecha, aprovechando la ida del coronel Victoriano Benítez Vera de la Caballería a Buenos Aires para la asunción del general Domingo Perón como presidente de la Argentina, los institucionalistas se levantaron con el resultado final del desplazamiento del eje fascista de las Fuerzas Armadas. Este eje además estaba integrado por el coronel Bernardo Aranda y el mayor Pablo Stagni, ambos antiguos simpatizantes de la causa nazi a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente, este eje era la piedra en el zapato para las relaciones paraguayo-estadounidenses.
Los enfrentamientos en la Caballería derivaron en la muerte de valiosos oficiales como los tenientes Mario Agustín Pastore y Óscar Dalseno. El propio Morínigo, indeciso ante las acciones tomadas en la Caballería, quedó aislado en el poder. Los generales Vicente Machuca y Amancio Pampliega titubearon al momento de tomar la presidencia, y el Gobierno se reorganizó bajo la titularidad del debilitado Morínigo, pero con una clara instrucción de sostener un intento democratizador.
Vuelta de liberales y comunistas
Con la caída del eje militar fascista y el ascenso de una camada de militares institucionalistas se abría una ventana democrática para el Paraguay de la posguerra. Por primera vez se buscaba alentar la participación política más allá de los sesgos tradicionalmente ejercidos por los partidos de gobierno. La presión democrática provenía del contexto democratizante de la posguerra para los Estados Unidos en el hemisferio, el empuje regional de los vecinos en sus esfuerzos democratizantes, y la movilización doméstica de los actores populares y los propios partidos políticos desmovilizados durante la dictadura de Morínigo.
En este gobierno de coalición, tras varias negociaciones, los sectores convocados serían tres: el Partido Colorado liderado por el doctor Federico Chaves, el movimiento febrerista liderado por Arnaldo Valdovinos y el sector institucionalista del ejército. La negociación obligó a Morínigo a aceptar que el Partido Comunista y el Partido Liberal vuelvan a la política nacional. El Gobierno de coalición contaba entonces con un decisivo respaldo militar sobre el cual se sostenía pero carecía de unanimidad política.
Tanto liberales como comunistas pasaron a la ofensiva frente al debilitado Morínigo, identificando su momento de fragilidad. Los multitudinarios eventos de agosto y setiembre fueron el momento cumbre de la Primavera Democrática. Sin embargo, a estos actos siguieron las represiones informales por parte de partidarios de otros movimientos políticos, al amparo de las autoridades policiales. Poco a poco se fue evidenciando la proyección de autoridades policiales y militares de inclinación colorada con figuras clave como Enrique Jiménez en la Caballería, Carlos Montanaro en la Escuela Militar, Emilio Díaz de Vivar en el Estado Mayor y Rogelio Benítez en la Policía. Todo esto mientras los febreristas y colorados se disputaban la llamada “carrera de los cargos” por los puestos importantes del gobierno.
El resultado de estos cambios acentuó el ejercicio asimétrico del poder. Los febreristas, a pesar de seguir en el gobierno, protestaban contra lo que entendían como una preferencia por los colorados en el Estado. La persecución desde el Gobierno afectaba igualmente a comunistas y liberales quienes no contaban con garantías para participar del juego político. Ante esta situación, se radicalizaron en las protestas. Entre octubre y diciembre el cuadro empeoró para los febreristas en el poder. Ya a principios de diciembre, la idea de los partidos políticos de oposición, y para fines del año del propio febrerismo como parte de la coalición gobernante, era exigir que todos los actores políticos dejaran en manos de los militares el proceso de normalización de la política paraguaya.
El 12 de enero de 1947, cuando los febreristas ya habían renunciado al gobierno, quedó en manos de los militares la decisión sobre qué hacer con la reorganización de la república. Si bien el colegiado de militares optó por proceder al ejercicio del gobierno de forma solitaria, Morínigo aliado con militares afines al coloradismo decretó una nueva coalición. Esta vez ya integrada solamente por los militares y los colorados. Los militares molestos, salvo por los de inclinación colorada, rechazaron el acuerdo y el Partido Colorado volvió al poder de la mano de Higinio Morínigo el 13 de enero de 1947. A esto siguió la Guerra Civil de 1947, que transcurrió entre marzo y agosto con la victoria final del Partido Colorado con el gobierno de Morínigo contra la alianza integrada por los militares institucionalistas, los liberales, los febreristas y los comunistas.
Entre junio de 1946 y enero de 1947 se abrió una oportunidad para la democracia en Paraguay. Incluso si efímero, el período radicalizó los temores a la incertidumbre democrática que habían caracterizado a la política paraguaya durante la primera parte del siglo XX. Lo que le tomó a la Revolución de febrero un año y medio se decantó con el mismo resultado en apenas seis meses para la Primavera Democrática. La participación popular, el retorno de los partidos políticos, la politización del ejército y el rol del entrenamiento militar exitoso en el frente chaqueño, sumados al inicio de la Guerra Fría a escala global, hicieron de 1947 un año trágico para el Paraguay. El resultado final fue la postergación indefinida de la opción democrática y el inicio de la secuencia de eventos que resultarían preparatorios para la dictadura más larga de la historia del país. La agenda inconclusa de la Primavera Democrática de 1946 tendría que esperar para comenzar a cumplirse hasta 1989.