Pese a las reacciones negativas y críticas que ha generado la apertura del Vaticano a trabajadoras sexuales transgénero, el acercamiento del Papa Francisco ha alterado la vida de al menos unas 100 personas, según describe el Washington Post.
La primera vez que Laura conoció al Papa Francisco, junto con otras mujeres trans, fue durante una mañana del verano del 2022. Llevaba una blusa rosa, jeans y sandalias blancas. En su cabeza existían muchas dudas de cómo debía actuar o sobre lo que el sumo pontífice pensaría de ella.
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“Sé tú mismo”, le respondió el reverendo Andrea Conocchia, un sacerdote liberal originario de Roma, quien tuvo el primer contacto con una persona trans mientras repartía comida a los inmigrantes desde el patio interior de la cuadrada Iglesia de la Inmaculada Santísima Virgen durante la pandemia.
Laura fue la segunda después de Paola, de nacionalidad argentina, quien se había acercado al padre a pedir comida y preguntó si podía invitar a una amiga. Laura caminó más de dos kilómetros con la esperanza de recibir ayuda, ya que la pandemia la había dejado sin clientes, además de no tener los papeles, no podía acceder ni siquiera a las vacunas.
El padre Don Andrea anotó su número de celular y dirección y una hora después llegó a su casa con provisiones, además de animarla a escribir al Papa Francisco para agradecerle.
“Te lo juro, trajo de todo: pasta, arroz, azúcar, paté, aceitunas”, recordó. “Todo en cajas. Eran 400 o 500 euros en comida. Me dijo que lo llamara cuando necesitara algo”.
Cuando llegó el turno de Laura de conocer al Papa, lo miró a los ojos y le dijo “Soy una transexual de Paraguay”, a lo que el padre sonrió y respondió “Tú también eres un hijo de Dios”.
El Papa la bendijo y luego sonrió, a lo que ella preguntó ¿por qué? y el sumo pontífice le respondió “Deberíamos hablar español, somos sudamericanos”. Laura no pudo evitar las lágrimas.
La compatriota había trabajado en la calle desde los 15 años y estuvo condenada en una cárcel italiana por cortar a otra mujer trans durante una pelea. Antes de tener su diagnóstico de cáncer, ya enfrentaba un VIH de larga data. “Soy hecho de hierro”, decía y no se disculpó con nadie por su vida, ni siquiera con el Papa.
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Apertura del Vaticano a las personas trans
La hermana Geneviève Jeanningros, una anciana monja francesa que ministraba fuera de Roma y conocía al Papa, se había interesado por el grupo de Torvaianica y junto al padre Don Andrea llevaron al primer grupo de personas trans a las audiencias habituales del Papa.
En ese grupo se encontraba Claudia Victoria Salas, una argentina de 60 años, que había dejado la prostitución y cocinaba y limpiaba en una pensión y club nocturno donde vivían varias de las mujeres trans. El día de la reunión con el Papa, se levantó a las 03:00 de la madrugada para prepararle empanadas
“Ser así, quienes somos, menospreciados, con todos nuestros problemas, y que el Papa te vea como una persona. ¡El Papa! Para bendecirte. Para tratarte humanamente. Para aceptarte. Te lo estoy diciendo. No tienes idea”, relata Claudia luego de ser bendecida por el Papa, en lo que se considera una de las decisiones más radicales de Francisco y lo que ha despertado críticas de los sectores más conservadores de la iglesia.
La receptividad del Papa impulsó a la hermana Geneviève a preguntar si podían venir más “niñas”, a lo que el Papa respondió “Quiero verlos, deben venir todos”.
Es así que las visitas se convirtieron en algo habitual y aunque no fueron secretas, tampoco fueron grandes eventos mediáticos hasta poco después, cuando el Vaticano acordó permitir un autobús lleno de mujeres transgénero para almorzar con el Papa y con periodistas invitados, señala el medio.
“La primera vez que vinieron estaban llorando. Les preguntaba por qué. Uno de ellos me dijo: '¡No pensé que el Papa me recibiría!’ Luego, tras la primera sorpresa, se acostumbraron a volver. Algunos me escriben y les respondo por correo electrónico. ¡Todos están invitados! Me di cuenta de que estas personas se sienten rechazadas”, recoge las expresiones del Papa Francisco.
Las nuevas directrices del Vaticano señalan que las personas transgéneros podrán ser bautizadas y servir como padrinos. También la apertura del Papa a las bendiciones para las parejas del mismo sexo. Los tradicionalistas de la iglesia criticaron las bendiciones y describieron la homosexualidad como “repugnante” y “antinatural”.
“Él no discrimina”
“El Papa es una persona que cree en la igualdad para todos”, dijo. “Él no discrimina; él da la bienvenida. Él nos ve, está abierto a nosotros”, defendió Claudia al sumo pontífice.
Ese día Laura y Claudia fueron invitadas de honor en un evento del Vaticano para 1.000 personas desfavorecidas y sin hogar de Roma. Ambas se sentaron frente al Papa y Laura le regaló una guampa y bombilla para mate.
“El Papa Francisco nunca me criticó ni me dijo que cambiara mi vida”, recuerda Laura los entretelones del evento y las conversaciones sobre comida sudamericana y otras cosas alegres.
Laura recuerda que recibió muchas críticas a través de Facebook, donde le preguntaban por qué a una mujer trans se le debía permitir compartir una comida con un Papa. El Papa Francisco también recibió críticas.
“Está absolutamente claro que Jesús no excluyó a nadie, pero también fue su llamado a la conversión contra nuestros pecados”, cuestionó el cardenal Gerhard Ludwig Müller Mueller ante el Washington Post.
Muerte de Naomi Cabral
Una de las trabajadoras que había conocido al Papa un mes antes, de nombre Naomi Cabral, de nacionalidad argentina, fue hallada muerta una mañana de octubre del 2022. Claudia la encontró y el responsable del hecho fue detenido un mes después. Para sus amigos, si no hubiera sido por las conexiones con el Papa, la Policía nunca habría perseguido al sospechoso con tanto celo.
La familia de Noemí en Argentina rechazó sus restos, por lo que Don Andrea celebró un funeral para ella en su iglesia. Otra trabajadora de nombre Giuliana falleció tiempo después por complicaciones del VIH y el sacerdote ofreció misas en honor de ambas.
Don Andrea también recibió cuestionamientos y muchos de sus feligreses le preguntaron si efectivamente tenían la intención de cambiar sus vidas, a lo que responde que efectivamente algunas sí lo deseaban, pero no todas, ya que es la única vida que han conocido.
Cáncer de Laura
Cuando Laura fue diagnosticada de cáncer de colon, el sacerdote Don Andrea encontró un abogado pro bono para legalizar su residencia en Italia, ya que había vivido indocumentada desde 1993. También la ayudó a registrarse en el Servicio Nacional de Salud.
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La clínica médica dirigida por la Oficina de Caridades Papales ofreció pruebas y medicamentos y la hermana Geneviève identificó un hotel de tres estrellas donde la dirección estaba dispuesta a permitirle alojarse gratis, incluidas las comidas en la habitación, durante seis semanas de quimioterapia.
Más tarde, la monja francesa le consiguió una habitación privada en un refugio de Roma, no lejos del Vaticano, mientras que la oficina de caridad papal seguía proporcionando estipendios (pagas) en efectivo ocasionales.
Varias veces el Papa preguntó a don Andrea por la salud de Laura. “Es casi como si Laura se hubiera hecho amiga del Papa”, reflexionó el sacerdote.
Laura agradeció al Papa su preocupación al llevar empanadas caseras a la casa papal. Cuando los guardias la dejaron entrar, se volvió hacia don Andrea. “Me siento como alguien”, dijo. “Laura, eres alguien”, respondió el sacerdote.
La paraguaya había dejado de creer, pero en el 2020 volvió a la oración, impulsada por la bondad del padre Don Andrea. En Paraguay, sus amigos quedaron “conmocionados” por su nueva fe.
Sus encuentros con el Papa y la ayuda de la iglesia durante sus tratamientos contra el cáncer fortalecieron su conexión. “La aceptación la había atraído de nuevo a la fe. El Papa, Don Andrea, la hermana Geneviève y la Iglesia católica se habían convertido en figuras reconfortantes y en sus improbables aliados”, describe el medio estadounidense.
“¿Quién soy yo para juzgar?”.
Si los tratamientos resultan efectivos contra el cáncer, Laura no sabe si dejaría su vida en las calles. “Me gusta la vida. Me gusta la prostitución. Me gustan los hombres. No tengo que dar explicaciones a nadie”, expresó.
El Papa Francisco, considerado poco convencional, había declarado en el 2013, poco antes de asumir el cargo, “¿quién soy yo para juzgar?”.
Antes de volver a reunirse con el Papa en Semana Santa, dudó de sus pensamientos y dijo que Don Andrea y el limosnero del Papa, un cardenal polaco, estaban tratando de hacerla cambiar de opinión y tal vez, para no decepcionarlos, consideró la posibilidad de regresar a Paraguay y jubilarse. “De todos modos, me estoy haciendo demasiado mayor para esto”, dijo.
El Miércoles Santo, Laura esperaba los resultados de su biopsia sin saber si había vencido al cáncer. Francisco llegó a Laura y le pregunto ¿cómo estaba?, además de señalarle que le encantaban las empanadas que había hecho.
“Haré más cuando quieras”, le respondió Laura, mientras pedía su bendición. El Papa llevó sus dedos a su frente e hizo la señal de la cruz.